El vínculo de los instantes perdidos
Cada noche, el aliento de las almas viajaba sobre las hojas que el viejo roble del cementerio entregaba al viento, sembrando de reencuentros la oscuridad aferrada hasta reverdecer los páramos del desconsuelo.
Mientras, su desabrigada corteza recogía los plácidos adioses de los fallecidos hasta el amanecer, cuando volvía a brotar.
Mientras, su desabrigada corteza recogía los plácidos adioses de los fallecidos hasta el amanecer, cuando volvía a brotar.
Desde el título hasta el punto final verdadera prosa poética de la más alta escuela. Don Antonio, se supera cada mes y parece que no tiene usted techo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un admirador.
Desde lo más alto del techo de esta alta escuela que es 50 palabras, muchos de vosotros me regalais vuestros relatos y comentarios. Uno de ellos eres tú, querido Pablo.
EliminarGracias por tu comentario.
Un fuerte abrazo.
Antonio un gran relato, lleno de poesía en cada letra, en cada palabra. Este vinculo de los instantes perdidos nos transporta como ese viento que mece al viejo roble. Me encanta ese "reverdecer los páramos del desconsuelo".
ResponderEliminarUn texto espléndido y bello. Enhorabuena.
Felicidades por tu final de noviembre, mucha suerte.
Un abrazo enorme.
Gracias a ti por tu enorme sensibilidad, por el cuidado que pones en cada lectura y por dejarme por escrito tanta consideración.
EliminarUn fuerte abrazo, Javier.
Me parece una maravilla tu texto e, incluso, lo he disfrutado aun más al leerlo varias veces en voz alta. Además, me trae evocaciones de aquella suave y meláncolica melodía que otro viejo árbol del que nos hablaste hace unos meses parecía escuhar. Enhorabuena, Antonio. Suerte y un abrazo.
ResponderEliminarDesde siempre me han atraído los árboles. Tienen algo que me resulta familiar. Yo creo que en anteriores vidas he sido un olmo, o quizás un cardo, vete tú a saber.
EliminarSi ya te agradezco que lo hayas leído, que lo hayas hecho en voz alta, ni te imaginas.
Mil gracias, Jesús.
Un fuerte abrazo.
Querido Poeta: una muestra más de tu excelsa literatura. Recuerdo que, en nuestra Charla, leímos un microrrelato de temática similar a este. Los dos son Grandes, como todo lo que haces. Mil aplausos virtuales. Besos.
ResponderEliminarPara grande, la generosidad de acoger en vuestra voz uno de mis relatos. Es algo que nunca olvidaré y que os agradeceré eternamente.
EliminarMil besos y un abrazo.
Gran relato, Antonio! Primorosa prosa poética que antepone la narración descriptiva a la sucesión de sucesos... Impecable y rico vocabulario. Hermosa historia de renacimiento en un lugar destinado al descanso eterno.
ResponderEliminarEnhorabuena!
Cuando me juntas palabras como primorosa, impecable y hermosa, en un mismo comentarios, me desarbolas.
EliminarTe lo agradezco profundamente, Salva.
Un fuerte abrazo.
Viajaba, entregaba, aferrada, reverdecer, desabrigada...
ResponderEliminarInstantes perdidos y mágicos verbos hallados por ti, Antonio, como hojas del roble que cantas. Bonito regalo, para despedir 2017, el que nos haces. Muchas gracias, Antonio.
Regalo el que me ofrendas con tu comentario, Carmelo.
EliminarCuanto te lo agradezco.
Un fuerte abrazo.
Injertas poesía en el viejo roble y la savia de tus letras se expanden llenas de sensibilidad. Precioso, Antonio. Un abrazo.
ResponderEliminar¿Pero tú te has dado cuenta del lirismo tu primera frase, Salvador?
EliminarSolo por leerla, mi relato ha merecido la pena. Muchas gracias.
Un fuerte abrazo.
Ese viejo roble me recuerda al olmo de tu tocayo Machado, y no es de extrañar, pues has escrito un microcuento que es pura prosa poética y que, además, habla de la trascendencia, del mundo del más allá en el que queremos suponer que algo de nuestras existencias continua, y ya de una forma purificada, sin todos los inconvenientes y miserias de esta vida en la que, como el caracol, hemos de llevar a cuestas la casa de tantas limitaciones y obcecaciones que nos conforman.
ResponderEliminarTodos esos instantes perdidos -una antología de los mejores instantes de nuestras vidas, me atrevería a desear-, perduran en ese otro mundo invisible para nosotros; allí tienen encuentros entre ellos, y podemos entender que se purifican unos a otros, que se consuelan unos a otros, y que quizá forman una comunidad de espíritus donde todo es mucho mejor que la vida que dejaron atrás.
Y ese viejo roble, haciendo de antena para transmitir todas esas ondas en un bucle eterno, lejos de todos los pesares, de todas las crueldades. Nada muere en realidad, la energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma, como dice la ley de la conservación de la materia.
Ojalá exista ese lugar de reposo y paz, cerca de un roble o de cualquier otro árbol, para descansar eternamente tras la azarosa jornada de esta vida, para recrearnos en esos instantes perdidos y ya para siempre recuperados.
Un abrazo, Antonio, como Pablo, me declaro admirador tuyo.
Ahí es 'ná': el gran Machado, del que, como máximo, comparto el nombre.
EliminarAciertas en la semejanza del roble con una antena. transmisor de la placidez del que se ha ido para consuelo y descanso de quienes se quedan.
Como siempre, mis relatos, y no solo los míos, se vuelven más frondosos sobre el abono de tus comentarios.
Gracias por pasarte por este rinconcillo.
Un fuerte abrazo
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarImaginamos las almas como algo etéreo, vivas a su manera, pero sin contornos definidos, intangibles, intocables y, por ello, limitadas. Las hojas del viejo roble sirven de ropaje para que, apoyadas en ellas, los espíritus vuelvan a materializarse. Gracias a este árbol, fuerte y noble, un páramo lleno de oscuridad y desconsuelo vuelve a ser un lugar donde es posible la vida y las interrelaciones. Hay que tener sensibilidad para imaginarlo y maestría para contarlo, dos cualidades que forman parte de ti y hacen de tus letras un regalo.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte, Antonio
Gracias, querido Ángel, pero si empiezo yo a enviarte sobre una hoja cada cualidad que te define, me faltarían bosques.
EliminarGracias por posarte en el árbol de mi relato y dejarme tan hermoso nido.
Un fuerte abrazo.
Antonio, un relato escrito de manera exquisita. Una prosa poética que nos llega al alma. Un primer párrafo en el que nos hablas de un roble, testigo mudo y nexo de unión entre los que se han ido, que propicia a través de sus hojas el reencuentro con sus seres queridos y nos devuelves la esperanza. Luego, un segundo párrafo en el que el roble acoge el dolor de los que se van y nos devuelves la paz.
ResponderEliminarUn verdadero bálsamo para los que hemos sufrido una gran pérdida. Gracias por regalarnos tus palabras. Nadie mejor que tú, habría expresado lo que siento.
Un relato sublime. Enhorabuena.
Besos apretados, amigo.
Gracias por emplear el adjetivo exquisito, porque es una palabra que tu dominas.
EliminarCreo que existe ese vínculo con las personas que nos dejaron, ese árbol gigantesco que clava sus raíces en lo más profundo de nuestros recuerdos y expande, frondoso, todas las sensaciones que conservamos en la superficie del corazón.
Yo creo que el cielo de quienes amamos está en nuestro interior.
Te agradezco mucho tu emocionante comentario, Pilar.
Un fuerte abrazo.
Rezumas poesía. Enhorabuena por tu victoria el mes anterior. Es pura musicalidad leerte.
ResponderEliminarUn abrazo Antonio.
Gracias Raquel. Es una satisfacción recibir elogios de una persona con tu imaginación.
EliminarUn abrazo.
Antonio, sigues, tras el éxito del mes anterior, ofreciéndonos un relato de exquisita prosa poética. En otra ocasión fue un sauce el árbol escogido para una elegía. Ahora un fuerte roble acoge el encuentro de las almas en la noche para consolarse unas a otras y recordar los instantes vividos. Ojalá encuentren ese bálsamo acogidos por el roble. Lo que más les deseamos a quienes nos faltan es que hayan encontrado la paz. Esa esperanza nos hace más leve su ausencia.
ResponderEliminarUn relato soberbio. Un fuerte abrazo, amigo.
La imaginación es el más acogedor abrigo para el consuelo. Ese consuelo que nos proporciona imaginar su paz, es de ida y vuelta porque ¿qué mayor paz podría proporcionar al que se va que nuestro consuelo?
EliminarMil gracias por pasarte, querida Carmen.
¿Y aún quedará alguien que crea que la magia no existe? Como ha sugerido Jesús, lo he leído varias veces en voz alta, de fondo el piano de Peter Sandberg (Synesthesia), y he volado yo también.
ResponderEliminarEs un orgullo aprender contigo. Muchas gracias, Antonio.
¿Cómo no va a existir, si aún me tiene hechizado el pedazo de historia que te has marcado este mes?
EliminarMi relato en vuestra voz, es un premio que no podía ni imaginar y si encima le pones el piano de fondo...
Gracias a ti, Patricia.
Un besazo.
Es un placer leer y releer esas frases tuyas, largas, de lenguaje exquisito que conforman otro de tus relatos de inimitable belleza.
ResponderEliminarEnhorabuena Antonio. Este micro pinta muy bien para repetir el resultado de Noviembre.
Un abrazo.
Créeme, Georges. Comentarios como el tuyo me premian de sobra. Yo, cuando los leo, es que ya no sé dónde meterme.
EliminarMuchísimas gracias, compañero.
Un fuerte abrazo.
Ya lo decía alguien: ¡Qué solos están los muertos! Los de tu relato, Antonio, al menos tienen la compañía de un roble –aunque rebrote todos los días– viejo.
ResponderEliminarUn buen micro. Saludos
Bueno, yo creo que mientras alguien los recuerde, no estarán sólos. El cuerpo se va, pero queda lo importante, la esencia.
EliminarGracias por tu comentario, Plácido
Un abrazo.
Otro bellísimo e intenso relato donde la poética de la factoría Bolant nos deja la sublime vibración de su verbo tras los umbrales del más allá.
ResponderEliminarEs fascinante comprobar cómo relato a relato tus palabras urden un mundo propio y especialmente intenso,en los cincuenta que se mueven en este magma poético, inspirado e inspirsdor.
Cuando tu palabra, Antonio, se envuelve en su halo de poesía, una nueva luz ilumina los altares de Cincuenta.
Enhorabuena nuevamente. Un fuerte abrazo.
Disfrutar de tu capacidad para plasmar en palabras la riqueza que atesoras en tu cabeza, cuando además el motor de ellas es algunos de mis relatos, es uno de los grandes placeres que me proporciona esta página.
EliminarGracias por dejar bajo mi relato un comentario tan espectacular.
Muchísimas gracias, Manuel.
Un fuerte abrazo.
Intenso y poético. Poco puedo decir los compañeros ya lo han dicho todo.
ResponderEliminarGracias Maite. Te agradezco mucho que me dejes tu comentario.
EliminarUn abrazo.
Siempre me han gustado los robles, pero desde ahora, con la excelsa misión que has encomendado al protagonista del relato, mucho más. Una visión esperanzadora, contada con cincuenta preciosas palabras, sobre el tema de la muerte. Enhorabuena, Antonio. Un abrazo.
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado el relato, Juana y que compartamos el aprecio por esos magníficos seres leñosos.
EliminarGracias por pasarte y comentar.
Un abrazo.
Muy poético y muy bonito, Antonio! Seguro que ese roble del cementerio tiene muchas historias que contar.
ResponderEliminarBesos.
Seguro que sí, tantas como hojas que rebrotan.
EliminarGracias por dejarme tu comentario, Olga
Un abrazo.
¡Qué manera de escribir, Antonio! El micro refleja realmente tu don para narrar, crear y contar. Cada palabra emana poesía a los cuatro vientos. Felicidades por la belleza del relato.
ResponderEliminarUn abrazo.
Creo que el don de narrar está muy repartido entre muchos de vosotros, Enrique, no obstante, aprecio mucho tus elogios y la manera tan intensa de expresar tu agrado.
EliminarUn fuerte abrazo.
Tu árbol de los encuentros me ha parecido el de los adioses. Un leve roce de las puntas de los dedos y unos besos a escondidas, así me los he imaginado. No sé porqué he pensado en almas que tampoco en vida estuvieron juntas, no en evocación de instantes vividos, sino en culminación de momentos soñados. Felicidades. Tus cincuenta siempre brillan con una luz especial, y si ya van envueltos en poesía, ¡ufff! Un abrazo, Antonio.
ResponderEliminarTambién de los asuntos pendientes. Poder resolver los pequeños, o grandes, roces que nublaron lo importante, es una de las grandes misiones de este roble.
EliminarSí, todo lo que has imaginado cabe en los mensajes que vuelan sobre las hojas, todo lo que cierre heridas y afiance recuerdos.
Gracias por tu maravilloso comentarios, Cristina.
Un abrazo.
Querido Antonio, me arrebata tu prosa poética. El título tan sugerente... y el texto, que invita a pasear por ese lugar donde el descanso es para siempre...
ResponderEliminarPrecioso. Enhorabuena, Sr. Bolant.
Beso grande.
Malu.
Gracias, querida Malu, por dejarte arrebatar y por dejarme, una vez más, tu estimulante comentario.
EliminarUn fuerte abrazo.
Hola, Antonio.
ResponderEliminarSolamente con una gran habilidad literaria puede uno ser capaz de estirar las frases con el acierto que tú pones de manifiesto. Un texto certero el tuyo: precisión directa al centro exacto de la diana. El título es de matrícula de honor innegable. Consigues, en el cuerpo del relato, que el árbol, el roble, cobre vida ante nosotros, parezca todavía más vivo que en la realidad. Para mí los árboles son seres vivos. Muy vivos. Anudas muy bien prosa y poesía. Todos somos como esas hojas entregadas al viento. Hojas con caducidad. Almas perdidas para que el viejo roble entre en función e interconecte nuestros alientos poblando la nada de la oscuridad, pintándola del verde de sus hojas. De lo quedó de nosotros. Mi más muy enhorabuena, poeta. Y un abrazo muy fuerte.
Qué bien expresas la esencia del relato, Eduardo. Si ese roble parece vivo, es gracias a comentarios como el tuyo.
EliminarMuchísimas gracias y un fuerte abrazo.
El árbol como símbolo de amparo, vida, sabiduría, nobleza… y también como vínculo, lugar de reunión (como otros tantos en jardines y plazas), en este caso para los muertos. A través de su cuerpo canaliza ese remanente vital de los que descansan bajo tierra (quizá desde sus raíces), proporcionándoles un delicado soporte físico que les permite volver a encontrarse: otro milagro más de la naturaleza, catalizado en este caso por un personaje enorme en todos los sentidos y plasmado del modo más hermoso.
ResponderEliminarEnhorabuena una vez más, admirado Antonio, y gracias por esta nueva y resplandeciente joya.
Un abrazo.
sobre cada comentario tuyo, mis relatos se acomodan porque se sienten en casa; los sujetan y enriquecen, como las raíces al roble.
ResponderEliminarGracias de nuevo por dejarme tus apreciadas palabras, querido Enrique.
Un fuerte abrazo.