Reminiscencias
Quiero bajarme de este carrusel. Solo el insomnio y los recuerdos me acompañan cada amanecer. Entonces deseo volar de aquí y así ser capaz de olvidar su mirada, su sonrisa, el aroma de su piel... incluso, dejar de escuchar ese runrún silencioso de su coche de juguete golpeando mis pies.
Los recuerdos pueden llegar a ser dolorosos. Sobrevienen momentos felices, que se tornan amargos cuando, de inmediato, golpea y muy duro la realidad de la ausencia. No podemos obviar lo que hemos vivido, a las personas que fueron importantes y ya no están, los sentimientos que un día tuvimos que dejar de dar porque nos fue arrebatado quien más queríamos. Solo queda intentar vivir con ello, aceptar esas "reminiscencias" como parte de nosotros y seguir adelante, aunque es más fácil decirlo y ante la dificultad o imposibilidad de hacerlo, viene el deseo de olvidar, para no sufrir.
ResponderEliminarUn relato con mucho sentimiento, muy humano, que deja un hormigueo en la garganta al leer: "Coche de juguete".
Un abrazo fuerte, Javier
Ángel, muchas gracias por tu acertado comentario. Sí realmente es difícil vivir con los recuerdos, sobre todo si son dolorosos y cada vez que llegan a nuestra mente nos hacen daño. Y más aún como en el caso de mí protagonista que no sabe cómo dejar de recordar y poder olvidar la presencia de su hijo.
EliminarUn abrazo enorme y de nuevo muchísimas gracias, Ángel.
Triste y precioso relato Javier. Nada es mas duro que sobrevivir a tus hijos. Lo has contado muy bien, la ternura del padre recordando a su hijo. Muchos besos,amigo Javier.
ResponderEliminarCarmen, muchas gracias por tu comentario. Debe ser muy duro perder a un hijo y muy difícil de olvidar.
EliminarBesos, Carmen.
Reminiscencias que son estremecimientos, desgarros.
ResponderEliminarUn simple juguete asociado al hijo (pequeño) que se fue. No cabe imaginar mayor sufrimiento para un padre/madre que perder un hijo. Entiendo lo que dices: "deseo volar de aquí". El padre de tu precioso micro - roto su corazón - lo que desea es: desaparecer.
Enhorabuena, Javier!
Muchas gracias, Carmelo, por tu comentario. Me gusta mucho el comienzo de tu comentario, define plenamente el relato.
EliminarUn abrazo, Carmelo.
Javier, con qué delicadeza nos cuentas lo que siente el protagonista. De forma magistral nos haces pensar en otro tipo de pérdida y no descubrimos que se trata de un niño hasta que aparece "coche de juguete".
ResponderEliminarUn relato sublime, que llega hasta lo más profundo y te golpea sin esperarlo. ¡Enhorabuena, por lo que cuentas y por cómo lo cuentas!
Besos muy muy apretados y mucha suerte.
Pilar, muchísimas gracias por tu comentario. Tienes toda la razón, ese "cochecito de juguete" define el relato y le da el verdadero sentido. El dolor por la pérdida de un hijo debe ser terrible.
EliminarMuchas gracias por tu valoración.
Muchos besos, Pilar.
Muy bien trazado y contado, Javier. Muy emotivo. Enhorabuena.
ResponderEliminarSalvador, muchas gracias por tu comentario.
EliminarUn abrazo.
cómo no olvidar sin que los recuerdos hagan daño. La angustia que empapa la historia, martillea como el golpeteo constante de ese coche de juguete sobre el amor arrancado. Un relato donde la desolación es la protagonista y la amargura su epílogo.
ResponderEliminarUn relato magníficamente construido y con una densidad de muchos quilates.
Enhorabuena, Javier.
Un abrazo.
Antonio, muchas gracia por tu comentario. Totalmente de acuerdo con o que dices, es imposible olvidar ciertas cosas, y estas cuando se recuerdan duelen mucho.
EliminarUn abrazo enorme, Antonio.
El mayor dolor que puede sufrir alguien es la pérdida de un hijo. Su recuerdo es herida en carne viva, desgarro de la propia carne arrancada, reminiscencias que acompañarán siempre al padre. Lo has contado con gran intensidad, Javier. Este hombre oye y siente hasta el sonido del coche de juguete del niño y no soporta seguir viviendo sin él.
ResponderEliminarUn micro soberbio, en su dolorosa temática y en su composición . Enhorabuena y un beso.
Muchas gracias, Carmen, por tu comentario. Pienso que la perdida de un hijo debe ser muy dolorosa. Y que el recuerdo va marcando día a día, y cualquier cosa le trae su recuerdo.
EliminarGracias también por tu valoración.
Un beso enorme, Carmen.
No sabría uno como aconsejar a ese padre. Él mismo se dice que debe tratar de olvidar, pero, aun así, aparentemente no es capaz de "deshacerse" o de "esconder" lo que sabe que le va a hacer evocar y acentuar esa pérdida. Sensible historia la que nos dejas, Javier. Un abrazo y suerte.
ResponderEliminarGracias, Jesús, por tu comentario. Tienes razón, creo que debe ser muy difícil olvidarse de la pérdida de un hijo.
EliminarUn abrazo, Jesús.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEl recuerdo quiere sobrevivir, se agarra a la memoria a costa de ralentizar una vida que solo intenta coexistir con la ausencia. Muy bueno, Javier. Un abrazo.
ResponderEliminarSalvador, muchas gracias por tu comentario, muy acertado.
EliminarUn abrazo.
Qué difícil seguir adelante cuando recibes un golpe tsn duro de la vida.
ResponderEliminarMuy triste y muy bien contado.
Galilea,muchas gracias por tu comentario. Sí, debe ser muy duro.
EliminarUn beso.
Para poder vivir, hay que olvidar, está claro, aunque no sé si muchos padres quieren seguir viviendo después de perder a un hijo.
ResponderEliminarUn buen micro. Saludos, Javier
Gracias, Plácido por tu comentario. pienso como tú, después de esa perdida, muchos padres no quieren vivir.
EliminarUn abrazo, Plácido.
La poeta Olvido García Valdés dice que sólo lo que no cesa de doler permanece en la memoria. No estoy del todo de acuerdo, pues también, por suerte, quedan muy grabadas en la memoria las buenas experiencias, y volver a esos recuerdos, revivir en nuestra mente esos gratificantes momentos, para quienes saben hacerlo, suele ser motivo de goce y satisfacción.
ResponderEliminarPero también es verdad que las peores experiencias, las más traumáticas, se quedan ahí enquistadas y, como esas heridas del cuerpo que duelen cuando cambia el tiempo, en algunas fechas –y las que vienen ahora son especialmente significativas para traernos esas ausencias y levantar esas postillas que nos hizo el tiempo en esas dolorosas heridas- retornan con fuerza y nos hacen ver que no las hemos superado, lo cual, por otra parte, no sé si es bueno del todo, pues nuestros seres queridos que ya no están viven de alguna forma dentro de nosotros, y es como si tuviésemos una responsabilidad hacia ellos.
En esa tesitura está el protagonista de tu microcuento, para quien los recuerdos de una pérdida tan querida son tan insoportables que se debate entre esos deseos contrapuestos, entre esa necesidad de olvido, que no puede ser más que una súplica de clemencia ante lo insoportable de su dolor, y a la vez, esa necesidad de tener muy presente a ese niño ausente cuyo juguete golpeaba sus pies en una época feliz.
Muy buen y emotivo microcuento, Javier, un abrazo.
Muchas gracias por tu comentario, Enrique, como siempre completo e instructivo. Como más puedo añadir, como dices uno se debate entre intentar olvidar o recordar, no sabe uno que será peor o mejor, haga lo que haga siempre quedara un resto amargo.
EliminarUn abrazo enorme, Enrique.
Javier, tu relato me ha recordado a mi abuela, que perdió a un hijo y a una hija y siempre me decía que ningún dolor era mayor que el de la pérdida de un hijo, y ella lo sabía muy bien. Creo que lo has contado a la perfección para hacernos sentir esa sensación que ojalá nunca tengamos que vivir.
ResponderEliminarMe han gustado mucho las palabras que has escogido, sobre todo, las últimas tan acertadas en la que ese cochecito de juguete crea la imagen desoladora de ese padre.
Un abrazo.
Pablo
Gracias, Pablo, por tu comentario. Pienso como tu abuela, no debe haber dolor más grande que el causado por la muerte de un hijo.
EliminarUn abrazo, Pablo.
Qué bien nos narras el drama de ese padre que quiere “volar de aquí”, desaparecer, porque no tiene otra forma de olvidar lo que le ha sucedido. La naturaleza humana nos da el olvido para cicatrizar nuestras penas y poder seguir viviendo, pero no hay nada que vaya tan a contrapelo de lo natural como el hecho de que un hijo muera antes que sus padres y en esos casos el olvido no funciona. No puede funcionar.
ResponderEliminarRecuerdo que en una reunión, alguien que de niño había perdido a su hermano, dijo: “Yo como hijo único…” y su madre saltó como una fiera para decirle que él nunca había sido y jamás sería hijo único. Un hermano puede olvidar, un padre, jamás.
Excelente micro, con un final estupendo.
Enhorabuena, Javier.
Un abrazo.
Muchas gracias, Georges por tu comentario. Pienso que esa madre tenía mucha razón, un hijo nunca se pierde, pero tampoco puede ser un tormento ese recuerdo. Pero ese dolor debe marcar mucho.
Eliminarun abrazo enorme, Georges.
La imagen poderosa del carrusel ilustra perfectamente ese bucle sin fin de recuerdos negativos a los que se aferra el dolor para seguir persistiendo. Las grandes heridas emocionales se marcan a fuego en la memoria, crean sus propios circuitos de dolor y se convierten en condena perpétua de quien los padece. El dolor en su justa medida es terapéutico, necesario, salvador; pero, cuando persiste apropiándose del ser doliente, se convierte en un veneno que nos acerca al desquiciamiento y la locura.
ResponderEliminarRecreas de forma magistral ese circuito de angustia y desesperación de tu protagonista, que desea volar y escapar de ese infierno que percute insistente con esa imagen de pesadilla del coche de juguete golpeándole los pies.
Enhorabuena, Javier. Un fuerte abrazo.
Manuel, muchísimas gracias por tu excelente comentario. Creo que has resumido todo perfectamente con este párrafo: "El dolor en su justa medida es terapéutico, necesario, salvador; pero, cuando persiste apropiándose del ser doliente, se convierte en un veneno que nos acerca al desquiciamiento y la locura." Hay radica todo.
EliminarMuchas gracias por tu valoración y tus palabras.
Un abrazo enorme.
Una bonita historia, triste y sensible. Yo creo que es lo peor que nos puede pasar a cualquiera. Es algo de lo que jamás te repones. Y los recuerdos se agolpan.
ResponderEliminarMe ha dado por pensar...
Como se denomina a un padre que pierde a su hijo? Si es al revés sería huérfano, si es al esposo/a sería viudo/a. Pero no hay un nombre para la pérdida de un hijo ni de un hermano. Es curioso. Solo ses me ocurre: huérfano de hijo.
Muy bueno, Javier. Besos.
Gracias, Olga, por tu comentario. Pues tienes razón, a mi también me ha dado por pensar si hay una palabra que defina la pérdida de Un hijo, y existe, o por lo menos en el Dicionario de la RAE indica lo siguiente, deshijado: Dicho de una persona: Que ha sido privada de los hijos.
EliminarUn beso, Olga.
Pues suena un poco feo, la verdad. Es como "deshojado", es como si ese padre fuera a estar toda la vida en ese otoño.
EliminarEmotivo y triste, nos haces entrar en el sentimiento de este hombre. Muy bueno. Un beso.
ResponderEliminarMaite, muchas gracias por tu comentario.
EliminarBesos.
Tristeza...y rabia, supongo, por tener que sobrevivir al hijo...Por tener que intentar llevar una vida "normal"...
ResponderEliminarCruda exposición de una tragedia humana...
Un abrazo, Javier
Rafael, muchas gracias por tu comentario.
EliminarUn abrazo.
Un micro que se cuela por la piel conforme lo vas leyendo. Un texto que huele a Nenuco con gotas de ácido sulfúrico. Una especie de clavo reluciente hundido hasta el fondo en la cabeza de ese padre. Del carrusel al coche de juguete. Genial. Un abrazo grande.
ResponderEliminarMuchas gracias, Eduardo, por acercarte hasta aquí y comentar mi relato. Gracias por las palabras que dices, estoy muy de acuerdo con tus matizaciones.
EliminarUn abrazo enorme.
Veo la desesperación de tu personaje por la pérdida de su hijo, hasta el extremo de quererse bajar (desaparecer) del carrusel de la vida.
ResponderEliminarLo has expresado con imágenes tiernas y a a vez angustiosas que construyen un relato inquietante.
Saludos afectuosos, Javier.
María Jesús, muchas gracias por tu comentario. Pienso que cualquiera ante la pérdida de un hijo querría desaparecer.
EliminarUn abrazo.
Has logrado que el protagonista nos contagie su dolor y tristeza. Esa primera frase "Quiero bajarme de este carrusel" cobra fuerza y dramatismo al término del relato. Y el coche de juguete nos desvela y golpea al descubrirnos que se trata de la pérdida de un hijo. Muy duro y muy bien contado. Felicidades, Javier.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, Juana. Sí, esa primera frase quiere expresar ese no poder dejar de pensar siempre en lo mismo, ese continuo repetirse cada día, cada noche...
EliminarUn abrazo, Juana.
Terriblemente dura la situación que nos narras, Javier, y muy bien contada. Te felicito por tu capacidad de ahondar en la sensibilidad humana. Feliz año 2018. Un abrazo.
ResponderEliminarMaría José, muchas gracias por tu comentario.
EliminarFeliz 2018.
Un beso