Abdicación
Tiembla la tierra y río. Bendigo el odio, pues desmiembra vidas. Epidemias y guerras me alimentan. Y con regocijo acojo vuestras sorprendidas almas. Pero veo a este niño con la piel pegada a sus huesos, su boca aspirando paz, sus ojos suplicando mi llegada, y con rabia arrojo mi guadaña.
Que las muerte muestre un poco de humanidad me parece una idea de lo más original, Salvador.
ResponderEliminarUn relato que estremece.
¡Bravo!
Salvador, un relato escrito con fuerza, en donde la muerte se vanagloria de sus métodos y logros, pero al final y aunque parezca mentira tiene lago de compasión. Mi duda es si pese a no actuar ante ese niño, logrará evitar su sufrimiento.
ResponderEliminarEl título es muy bueno.
Enhorabuena por este relato, Salvador.
Un abrazo.
Salvador, hasta la misma muerte se compadece de tanta ignominia. Has personificado a este ente que borra todas las miserias y nos iguala a todos. Me ha dado en el alma, la compasión debería levantarnos a todos para evitar tanto sufrimiento. Un abrazo, amigo.
ResponderEliminarHola Salvador, amigo.
ResponderEliminarLa muerte enseñoreándose de su poderío, jactándose en primera instancia, porque luego resulta conmovida por ese niño y abdica de sus letales propósitos. Es una contra muy buena, buenísima, formidable la que has pergeñado. Un texto sobresaliente, como de tu factoría, la factoría Esteve. Un abrazo grande,
Qué fuerza tiene tu relato, Salvador. El sufrimiento en la infancia es algo tan injusto y frustrante que hasta la propia muerte se amedrenta. Genial. Me ha gustado mucho en fondo y forma.
ResponderEliminarUn abrazo, Au.
A mi me sugiere todo lo contrario. Una muerte que se lleva a quién no la busca. Pero que evita a quién a gritos a veces la llama.
ResponderEliminarUn gran relato. De los que me gustan.
Un saludo.
Excelente micro en que la parca muestra su arrolladora personalidad para luego, sorprendentemente, mostrar más humanidad que muchos humanos ante el niño desnutrido. Me conmueve que un niño pueda suplicar la muerte, nunca lo había considerado, pensaba que ese deseo estaba reservado a enfermos y ancianos.
ResponderEliminarEnhorabuena por la fuerza de tu relato. Salvador.
Un abrazo.
La muerte se vanagloria de sus hazañas, segando vidas con todo tipo de atrocidades, pero renuncia ante el pequeño desnutrido. Nos das una gran lección a toda la humanidad con este gesto piadoso de la muerte, Salvador.
ResponderEliminarUna magnífica denuncia del hambre en el mundo y un relato soberbio. Enhorabuena y un fuerte abrazo.
Ójala la "parca" tuviera intenciones de abdicar de su triste reinado fatal, al toparse con las injusticias que se llevan las vidas de muchos desgraciados inocentes...
ResponderEliminarLa realidad es que, ni niños ni adultos, logramos esquivarla...
Profundo relato Salvador.
Un saludo
Hace bien la muerte en revelarse ante la mala vida. Nadie al que no hayan dejado vivir debería morir, es un agravio al milagro de la existencia. Que los que quieran desperdiciarla embadurnados de odio, la alimenten. Que a los que no se les haya permitido vivir, tengan la oportunidad que necesitan.
ResponderEliminarExtraordinaria historia con un estupendo desarrollo, Salvador. Enhorabuena.
Espero poder conocerte en próximas ocasiones.
Un abrazo.
Hola, Salvador. Una magistral alegoría de la muerte, que, gracias a Dios, termina bien para el niño. Ese pequeño (imagino a un negrito de África, con preciosos ojazos negros, por ejemplo) suscita una inusual compasión por parte de la Parca. Menos mal.
ResponderEliminarRelato de gran belleza. Me ha encantado.
Besitos, querido amigo.
Decir que hasta el personaje más implacable tiene su corazoncito podría ser una interpretación a tu excelente texto. Otra, distinta, aunque puede que complementaria, se basa en el hecho de que a un pequeño inocente que solo ha conocido la necesidad dormir para siempre es una liberación, algo que frustra a quien se regodea del pasmo y el miedo de su clientela habitual ante su presencia.
ResponderEliminarTodos tenemos fecha de caducidad, pero negar la más mínima oportunidad a una criatura inocente es algo que va en contra de toda lógica, motivo sobrado para que el mundo se detenga y le ponga solución. Nada de abdicar.
Una historia que llega y sacude.
Un abrazo, Salvador
Ingrato trabajo el de la muerte, en el caso de personificarla, como has hecho tú en tu microcuento. El estar matando gente sin descanso, se me antoja una condena peor que la de Sísifo, Tántalo, Ixión y compañía; y si encima tiene algún sentimiento hacia los más débiles, si siente que le tiemblan los huesos y le molesta la toga cuando debe cumplir con sus más crueles misiones, entonces no queda más remedio que apiadarse de ella.
ResponderEliminarPor tanto, se comprende su deseo de abdicar, de dejar de ser la reina de ese terrorífico territorio cuando tiene que llevarse también a los más inocentes, y ahí podría emparentarse con Ivan Karamazov, el personaje de la novela de Dostoievski, quien sólo tenía compasión de los niños, pues sólo a ellos los consideraba inocentes, sólo las injusticias cometidas con ellos le parecían lo más horrendo e incomprensible de la vida.
Has utilizado con gran acierto la prosopopeya, esa figura retórica que consiste en convertir en personajes a seres abstractos, no sólo para tratar de uno de los temas inevitables, que es el de la muerte, además, denuncias esa injusticia atroz que es dejar que mueran de inanición tantos niños en esos países que parecen ser ya el infierno en la tierra, cuando hay medios de sobra para que todos los seres que habitamos este planeta llevemos una vida digna; pero eso parece imposible porque la ambición, la codicia, el odio y otras tantas lacras del ser humano lo impiden.
Memorable microcuento, por tanto, Salvador, mi enhorabuena por ello y una abrazo.
Sacude profundamente esta abdicación que es toda una denuncia implacable, Salvador. Construido sobre una singular figura como señala Enrique, la narración es poderosa y alcanza con su honda en a frente del gigante. Enhorabuena y un abrazo. A ver si volvemos a coincidir, viajero.
ResponderEliminarTiene mucha fuerza y acaba por llegar al lama. Me ha parecido un genial idea la de humanizar a la muerte. Un beso.
ResponderEliminarDe lo mejor que he leído últimamente. Excelente, Salvador, excelente. Un saludo.
ResponderEliminarSalvador, la muerte vencida por ella misma... ¡¡¡Es genial!!!
ResponderEliminarEXTRAORDINARIA esta humanización de la muerte. Felicidades y saludos.
ResponderEliminar"Su boca aspirando paz", me parece un hallazgo, en el centro de la historia mortal que nos ofreces.
ResponderEliminarMe has conmocionado, Salvador.
Suerte y un saludo afectuoso
La crudeza de la muerte se quiebra, se rompe en tu estupendo micro. Al humanizarla, queriendo o sin querer, transmites esperanza... ¿Qué mayor canto a la esperanza del moribundo que vencer a la muerte?... Además de la enhorabuena, te doy las gracias. Gracias por la esperanza, querido Salvador.
ResponderEliminarUn afectuoso abrazo,
Nuria
Que la Muerte abdique, humanizada, en una situación tan extrema como la que nos presentas en tu cincuenta, hace que queden al aire las vergüenzas de la humanidad, las de todos nosotros, muchas veces más inhumanos que la misma señora de la guadaña.
ResponderEliminarExcelente historia, Salvador. Dura porque así tiene que ser. Pero llega al lector y eso es lo que cuenta para provocar incomodidades, para remover conciencias.
Enhorabuena y un fuerte abrazo. Nos seguimos leyendo.
Muy, muy, muy bueno. 50 palabras extraordinariamente bien empleadas. Saludos.
ResponderEliminarMe encanta el título y me hieren las imágenes que nos presentas en tu relato. Comprendo que la parca se "conmueva" ante la visión del niño (en ese momento, casi creo ver una manada de buitres acechando el momento de abalanzarse sobre él), pero también la repudio por no "respetar" esas ansias por su llegada que le evitarian más sufrimientos superfluos al chaval. La malnacida parece dar una cal y otra de arena. Enhorabuena, Salvador. Saludos y suerte.
ResponderEliminarSalvador, ante la situación en la que el hambre se ensaña con los más débiles, los niños, hasta la muerte muestra un gesto de humanidad, cosa de la que muchos humanos carecen.
ResponderEliminarMuy buen micro. Enhorabuena.
Besos.
Cuando los medios de comunicación nos muestran la imagen de un niño como el protagonista del relato, entorno inconscientemente los ojos, y, tal vez, también la conciencia, y me pregunto en qué hemos fallado.
ResponderEliminarLa muerte, recolectora de almas, protagonista desde la primigenia del tiempo, se humaniza ante tal visión y abdica, pero no cambia la historia, el mundo seguirá con la ignominia grabada en el alma, otra cogerá la guadaña. La sociedad, el mundo, nosotros, tenemos que levantar la mano y reclamar respuestas.
Muchas gracias por vuestras amables palabras, es un placer leer los comentarios, pues añaden verdad al relato y lo envuelven en matices. Un fuerte abrazo.
¡Qué buena idea has tenido, Salvador! ¡Lástima que no sea posible! Vistiendo de compasión a la misma muerte, ante la desgarradora imagen de ese niño desnutrido, denuncias el tema del hambre, la mayor de las injusticias sobre la tierra. Sobre todo teniendo en cuenta que es factible alimentar a todos. Parece que hay demasiados intereses para no hacerlo. Estupendo micro-dnuncia, Salvador. Un abrazo.
ResponderEliminarPotente micro. La muerte, que se vanagloria de ser el destino final de los vivos, se derrumba negándose a cumplir su papel ante lo que la humanidad tiene en sus manos proteger y no protege. Ojalá hubiese esa opción, pero mucho me temo... Gran micro, Salvador, felicidades y un abrazo.
ResponderEliminarEs que hasta la muerte se horroriza frente a un niño hambriento o maltratado. Excelente relato de denuncia, Salvador.
ResponderEliminarSaludos.
Hasta en la muerte hay lugar para un poco de sensibilidad, de magnanimidad quizá. Ojalá la humanidad reacciona alguna vez de igual manera. Enhorabuena, Salvador. Muy buen planteamiento contado estupendamente.
ResponderEliminarUn abrazo.
Juana, Matrioska, Beto, Enrique, muchas gracias por vuestras amables palabras. Un abrazo.
ResponderEliminarGran cuento, ritmo perfecto.
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