Gracias por las flores
Disculpa que no te llamara en su momento. Nuestras reglas imponen el voto de silencio y un estricto recato que eterniza el tiempo olvidándote de todo. Por fin, conseguí perder peso, dejar las drogas y, afortunadamente, encontrar la paz. Solo esta forzada inmovilidad me incomoda; quizá, habría sido mejor incinerarme.
Escrito por Manuel Bocanegra
Manuel, al final de este genial relato, no me ha quedado más remedio que esbozar una sonrisa, esta repleto de una fina ironía en su interior.
ResponderEliminarDesde luego el protagonista podrá dejar todo lo que quiera y más, cualquier adicción. Y la perdida de peso asegurada.
Tal vez si lo hubiesen incinerado, sus cenizas volarían libremente con el viento o navegaría con las olas del mar.
Eso sí, pese a las circunstacias veo que esta persona es educada hasta después de muerta. Como decía aquel "disculpe que no me levante".
Me has sorprendido muy gratamente con este relato y tu visión irónica. Muy bueno, enhorabuena.
Un abrazo enorme, Manuel.
Gracias, Javier, si te ha divertido ya he conseguido apuntarme un tanto, pues pretendía un poco sorprender y arrancar una sonrisa. El tema de los difuntos se ha tratado mucho y bien en esta página, sin ir más lejos hemos tenido en la final pasada un excelente relato sobre el tema.
EliminarEste lo escribí hace tiempo, pero no fue hasta hace poco cuando conseguí cerrarlo a mi gusto, de manera que su lectura condujera sin adelantar y rematara con cierto gracejo.
Te agradezco tu reacción y tu comentario tan festivo, porque eso me proporciona mucha alegría.
Un abrazo grande grande, Javier.
Hola, Manuel, superpoeta.
ResponderEliminarCon un estilo elegantísimo nos cuentas la historia de un finado. Lo que no descubrimos hasta el final. El título rima perfectamente con la historia y no la destripa sino todo lo contrario: provoca nuestro interés. El finado debía ser un cachondo sentimental, porque si de muerto se gasta este humor tan fino, tan sarcástico... Es un relato técnicamente perfecto que nos deja con una sonrisa agridulce en la boca. Qué lástima, cuando lo tiene todo para enamorarla o para enamorarle, zas, va y se muere. Encontrar la paz resulta a veces muy traicionero. Si vis pacem para bellum, ya sabes. En fin, mi mayor más muy enhorabuena y un gran abrazo que espero poder darte in person.
Qué bueno Eduardo, cómo me gusta el tono de tu comentario. Has captado todo lo que había que captar del micro y, desde luego, le concedes al finado un carácter muy particular que seguro que era el suyo; como dices, fastidia un poco que el hombre la palme ahora que la tenía conquistada. No, si ya te digo, para la hora mala, nunca es buena hora.
EliminarGracias de nuevo por tus buenas y delicadas palabras para con mi relato. Te envío un fuerte abrazo virtual como aval del que te daré en vivo y en directo en la quedada. ¡quién me iba a decir que nos íbamos a conocer tan pronto si ni siquiera hace res relatos y pico que nos conocimos en ENTC!
Tras sorprender en una primera lectura, y hacer disfrutar, me doy cuenta de los detalles que se paladean en una segunda, y entonces ves cómo has ido dejando migas en el camino que nos guiaban hacia el estado de tu protagonista. Hasta nos explicas qué fue lo que le envió a ese estado tan incómodo e inerte.
ResponderEliminarMerece la pena que lo hayas arreglado a tu gusto para regalarnos esta joya, maestro.
¡Bravo!
Un abrazo.
Pablo
Aunque me temo, Pablo, que no hay estado perfecto, ni aún después de muerto, si que hallo constatación en tu comentario de que es posible sentirse bien a gusto después de publicar en nuestra página. Sabemos cuidarnos y nos cuidamos al escribir y al escribirnos. Es un placer añadido recibir comentarios y palabras como las tuyas. Tan escrutadoras, certeras, versadas y tan generosas.
EliminarAy, cuando te pille el sábado, amigo. Te voy a estrujar. Un fuerte abrazo. Hasta entonces, Pablo.
Gracias a ti hemos descubierto que los difuntos siguen vivos, pero al precio de acatar unas duras reglas que no parecen establecidas al azar, pues por algún motivo se pretende que los vivos sigan con la incertidumbre de cómo son las cosas cuando se pasa a la otra dimensión. Como todo, tiene su ventajas y no son pequeñas, pues se pierde peso, se queda liberado de adicciones y se alcanza la paz, nada menos. Aunque, dada la incómoda inmovilidad, parece mejor la incineración, pero seguro que también tendría algo en contra. Nunca estamos contentos del todo, ni vivos, ni muertos.
ResponderEliminarUn final sorprendente y un título muy apropiado para un relato bien trabajado y en la línea del buen humor negro
Un abrazo grande, Manuel
Y que lo digas, Ángel, no estamos a gusto a ni pie ni a lomo de burro, como pasaba en el cuento. Siempre un pero y una objeción puntual. La falta de dicha es nuestra desdicha. Ahítos, pero insatisfechos; colmados de bienes, pero vacíos de alma.
EliminarY como bien dices, he querido tomármelo con humor siguiendo la estela de los buenos relatos que han dado buena cuenta en la página del más allá. Salpicar mis relatos con un poco de humor negro, le viene que ni pintado a este mini relatista aún, para ir ampliando registro en el rico y variopinto paisaje de la microliteratura, en la que autores habéis iluminado una parte importante del recorrido. Así que como casi siempre en mis relatos, soy de deudor de relatos de vivos y relatos de muertos, como es el caso. Ahí ando cultivando parcelitas narrativas, en este ahora, y en el más allá cuando se tercia. Cuando tenga otra en sazón, la saco a luz y seguimos hablando. Un fuerte abrazo, Ángel, gracias por tu comentario. Hasta el sábado.
Manuel, muy logrado y jua-jua!
ResponderEliminarHumor o gracia negra. Que esta vez no te ha salido de la boca (discúlpame la excesiva confianza para jugar con tu apellido), sino de la pluma.
¿Nos has destripado el argumento de lo que viene al final de la vida? En cualquier caso, no voy a abandonar la idea de imaginar la muerte como una "peli" o una narración de suspense... Eso sí, me viene al pelo para ayudarme a dilucidar la duda maldita: si de una manera o de otra,si bajo tierra o apostando por el vuelo que imite a una banda de mosquitos por el aire.
Un fuerte abrazo!!
* bandada mejor que banda, en qué estaría yo pensando.
ResponderEliminarCarmelo, en conclusión refranera, yo soy más de el vivo al bollo y el muerto, al hoyo. Luego, vengan las disquisiciones que se quieran, pero que me quiten lo bailao, es decir, lo vivido, que es aquello en lo que puse mis cinco sentidos y algunos más que no sé cómo contarte. Y saliera bien del entuerto o se torciera la ocasión, es la vibración de la vida la que nos hace sentirnos plenos. Pero, en fin, como se trata de jugar con los mimbres que la vida nos da (y la muerte es mimbre cierto y seguro) pues he compuesto este cesto que me resulta florido si he conseguido arrancarte una sonrisa, pues en eso he estado laborando y puliendo en el banco de palabras, para que el filo negro de la boca del relato, como apuntas, saliera con cierta gracia y no espantara al personal.
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Tu comparecencia por este rincón me trae mucho bueno y una perspectiva, siempre, festiva y atinada. Qué suerte.
Un abrazo grande.
Enhorabuena, de nuevo, Manuel, por tu "cesto" florido. Y muchas gracias por tus comentarios de mis comentarios (¿existe el eco del eco?)
EliminarEl canto que haces a la vida es de aplauso; ya se ve que, con tino, concibes la muerte como su parte final, "su mimbre cierto y seguro". Me gusta; la vida tb., por supuesto.
Parece ser que los cinco sentidos de toda la vida son algunos más. No están en la relación que se hace todos los que son. De hecho, aludes a "algunos más que no sé como contarte". Sí, es muy difícil hacerlo fuera del ámbito de la poesía. Donde cabe aludir, en ocasiones, al olor de la distancia, la suavidad de la luz, el tono azulado de algunos íntimos afectos...
Por cierto, a mi entender, lo del "banco de las palabras" tiene su miga. Le daré algunas vueltas.
Acabo. Muchas gracias, Manuel, y que sigas siendo el que eres, que bastante premio creo yo que tienes con eso...
Carmelo, haciendo simil con el duro banco del remero, el banco de las palabras, al que uno se ata para intentar pulirlas y labrarlas (empresa dura si la palabra se torna tosca y el relato se anuncia hosco). Aunque te digo que en la penitencia está el placer, si de palabra es la condena.
EliminarManuel, muy interesante la pista que me das. El mundo de la palabra es fabuloso. Creo que fue Heidegger quien, con toda razón, dijo eso de que era la casa del ser. Uno no utiliza las palabras, aunque tb., ante todo habita en ellas. Pulirlas y labrarlas, sí, y sobre todo sentirlas, vivirlas.
EliminarBuenas noches!
El fino humor y la ironía de este relato hacen que miremos a la muerte con menos angustia y sonriamos hasta el punto final. Si morir nos va a hacer conscientes de encontrar la paz, pero también de "esa forzada inmovilidad que incomoda", casi mejor que no nos enteremos de nada.
ResponderEliminarMuy logrado, Manuel. No es fácil el humor negro. Un abrazo y hasta el sábado.
Nos lo tenemos que tomar con un poco de humor esto del punto final, claro que sí, Juana. Como todo en la vida es cíclico, igual ella misma lo es y pasa como con Cincuenta, que tienes una oportunidad cada mes. Cuando este microrrelato presente se nos termine, puede que podamos publicar otro con otro nombre y en otro contexto en algún lugar, tiempo o espacio, ¿quién sabe? Así que de momento, diremos como aquél, duelos los justos.
ResponderEliminarGracias por tu comentario y por apreciar ese toque de humor sobre el que se sustenta el micro. Hasta el sábado, un abrazo.
Se Nota que el protagonista ya esta cansado de estar muerto
ResponderEliminarTal vez por eso digaqeu prefiere otra ocoas.Pero lo de las flores... Que bueno , que macabro el relato pero que bienhecho.
Felicidades.
Gracias, José María, hay que entender al pobre hombre, la eternidad es mucho tiempo para estar de la misma postura, jeje. Un abrazo.
EliminarEspronceda, en su poema A Jarifa en una orgía, escribió: “Sólo en la paz de los sepulcros creo”. Y Bécquer, en una de sus rimas, escribió: “¡Dios mío, qué solos / se quedan los muertos”. Pero los románticos y posrománticos tenían una relación morbosa con la muerte, en tu caso, a la hora de tratar ese tema que, como decía, en una de sus máximas, La Rochefoucauld, no puede mirarse fijamente, has preferido el humor negro y, ciertamente, creo que el humor –aparte del imprescindible amor- nos salvan de muchas de nuestras neuras, esas que deben de proceder de nuestro cerebro reptiliano –aquí no sé si la serpiente del Edén consiguió introducirse en nuestra mente-, o de ese segundo cerebro que dicen que es nuestro intestino con sus millones de bacterias, o sea, que somos algo así como un planeta andante.
ResponderEliminarPor tanto, aplicando la pomada del humor (ese mismo humor que tiene la protagonista de tu microcuento a la hora de analizar la situación en la que se encuentra -pues, como dicen los psicólogos y los nuevos gurús de la mente hay que ver el lado positivo de las cosas-, ya que, a pesar de esas restricciones que hay en el más allá, como el silencio y ese recato que le llevará al olvido, se congratula de haber perdido peso y de haber podido dejar las drogas, dos lacras que, sin duda, amargaron sus días en el mundo de los vivos y que, libre de ellas, le han permitido encontrar la paz) uno puede torear al miura de la muerte, eso sí, sabiendo que tendremos alguna cogida y que será ella quien nos dé la cornada definitiva.
Finalmente, tu protagonista sólo parece encontrar un pero en su nueva situación, y es la de su inmovilidad, lo que le hace pensar si no hubiese sido mejor disponer que la incinerasen, con lo cual, en vez de estar encerrada en un ataúd, podría volar libre por los aires, o reposar en el fondo del mar o entre la hierba, por ejemplo. Así que la felicidad perfecta no parece existir ni en el mundo de ultratumba.
Mis aplausos y felicidades, Manuel, por esta nueva aportación salpimentada de humor. Un abrazo que pronto será real.
Si no fuera por el humor y por el imprescindible amor que señalas, Enrique, uno ni se moría siquiera. Porque dime qué jolgorio sería este si nos privamos del ingenio y de la inventiva para sacar punta risible de los dramas que nos rodean, tantos como hay. O si no hubiera amor. Morirse para qué, quién nos iba a echar de menos, a escribirnos una glosa (un cincuenta por lo menos). Y qué sin color los días. Tanto que daría lo mismo columpiarse vivo que columpiarse muerto, que en el ir y venir está el sustento.
EliminarPero como el finado del cuento contó con excesos suficientes para gozar de lo vivido, hizo cuenta nueva en el otro barrio y atendió a las razones de su médico que desoyera en vida. Así que afinó el cuerpo, rechazó los vicios y solo le hubiera hecho falta un spa de ultratumba, aunque fuera equipado con lo mínimo. Bien pensado, con las últimas tecnologías hasta puede que lleguen los pack de oferta para disfrute del más allá.
Cochondeo aparte, también es cierto que la muerte como el amor llenan las literaturas de acentos encendendidos "polvo seré, más polvo enamorado" y de reflexiones ajustadas "mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos". Así que aquí paz y luego, gloria. Que no nos falte la risa, ni la palabra, ni el juicio para saber otorgar un mínimo de coherencia a la gramática de la vida, que de la muerte ya se encargará fulano, que nosotros hemos de estar por un tiempo, según cuenta el relato, quietos y callados.Después, ya se verá.
De momento, disfrutar de tus comentarios, que cada día parecen crecerse y alimentan más y mejor; este, sabe a gloria, será por el contexto del que hablamos. Te envío un abrazo de expediente, que el bueno bueno te lo llevo como presente a la quedada. Muchas gracias, Enrique, por el regalo de tus palabras.
Correcto y educado sí lo es el finado. Y se ha puesto en forma abandonando el sobrepeso y las adicciones. Ahora que todo juega a su favor, se siente incómodo en la inhumación por la norma del silencio y por la postura inmóvil. No es serio este cementerio, Manuel. Cargas el texto de una fina ironía que hace que se quejen hasta los muertos. No estamos contentos con nada, ni en la vida ni en la muerte.
ResponderEliminarNos has llevado engañados desde el título hasta el esclarecedor final. El resultado, fresco como una sonrisa alegre. Cómo manejas también el humor negro.
Mi enhorabuena y me guardo los abrazos desvirtualizados para dentro de unos días.
La seriedad se está devaluando, Carmen. No hay más que echar un vistazo a los mandatarios mundiales que pretenden jugarse a un pulso el futuro del planeta. Trump contra Kim Jong-un. Son un tándem ideal para ser paradodiados por Chiquito en un chiste por la "gloria de su padre".Así que en los cementerios tocan campanadas de juerga a media noche.
EliminarEstoy deseando que llegue el finde para conocerte y también al resto de compañeros. De momento, un abrazo. Gracias por tu comentario.
Has embadurnado con abundante guasa un relato que entra con exquisita fluidez en el difícil terreno del humor negro. Y lo has hecho por la puerta grande, compañero. El tono es impecable y los matices dejan multitud de rastros de color sobre ese fondo negro. Más que conseguido este excelente relato que nos regalas, Manuel, en el que imagino un encuentro del protagonista con un amigo recién llegado al mundo de los muertos y al que le debía tan flemática explicación.
ResponderEliminarUn gran micro, Manuel. Enhorabuena.
Un fuerte abrazo.
Antonio, no te voy a decir que sea por eso, pero podría ser. Uno podría escribir micros solo por el placer de leer tu comentario. Si pudiera, embotellaba el micro en elegante botella negra con un festón a modo etiqueta con tus palabras en en letras doradas.
EliminarCómo me regala leerte. Cuando escribes los relatos y cuando comentas, los míos y los de los otros, que no soy celoso, que lo sepas. Jeje. El sábado, nos vemos, gran Bolant. Su palabra viene con denominación de origen propia. Un fuerte abrazo.
Máxima habilidad en este relato, para desembocar en la sorpresa final. En su lectura me imaginé miles de situaciones, menos la que nos descubres, con la incineración.
ResponderEliminarFelicidades, Manuel por el brillante desarrollo que has hecho, y por el título oportuno para jugar al despiste.
Buen 2018 y saludos cordiales.
Hola, María Jesús, qué bonito lo pintas. Merece la pena en los enredos que me metí hasta desenredarlo por lo que veo que lo has disfrutado. Ahí quería yo llegar. Muchas gracias por tus palabras. También para ti un feliz 2018 y un abrazo.
ResponderEliminarAy, Manuel, qué bueno este nuevo registro tuyo. Me encanta. Eso sí, yo a esa clínica no me apuntaría nunca para perder peso. Prefiero hacerlo por mi cuenta, ahora que ya ha pasado la época de turrones.
ResponderEliminarAdmiro tu capacidad para adaptarte a diferentes temas y estilos. Eres como la plastilina.
Muy bueno, sí señor.
Besitos.
La clínica no parece muy recomendable, Mª José (jajaj), mejor nos apuntamos a un spa que es más moderado. En cuanto a la versatilidad, te confieso que me gustan todos los géneros, y aquí, en la página, de leer y leer tanto bueno, acaba pegándosele a uno algo.Celebro que te haya gustado. Estoy encantado de verte de nuevo por aquí. Un beso, Mª José.
ResponderEliminarIrónico, muy irónico. Me ha gustado mucho. Un beso.
ResponderEliminarLa ironía ha tomado cartas en el asunto del finado, Maite. Gracias. Un beso.
ResponderEliminarLa muerte, esa eterna quietud que banaliza todos los problemas e iguala a todos los seres. Irónico, mordaz y genial relato, Manuel. Un abrazo.
ResponderEliminarVerdad cierta esta máxima que comentas, Salvador. Todos iguales ante ella. Luego, cada cual se lo toma como puede. De ahí la ironía, para intentar quitarle hierro al asunto. Muchas gracias. Un abrazo.
EliminarDuro relato, mas real como la vida misma. En tan sólo 50 palabras has descrito a la perfección el duro problema de las drogas. Que entre tanta vorágine mediática, parece que pasó de moda sacarlo a la palestra, pero que sin duda alguna está más vivo que nunca. Pero lo peor de todo es que pasamos de verlos como apestados allá por los años 90, cuando no eran más que unos pobres enfermos desangelados, a convertirlo en una estúpida moda social. Verdaderamente seguimos evolucionando o por el contrario somos fruto de una involución??? Creo que llegados a este punto deberíamos replantearnos muchos viejos asuntos. Estupendo y desgarrador. Un beso Manuel Bocanegra
ResponderEliminarEl finado se fue al hoyo llevado por los abusos, no te quepa duda, y como dices, tantos que se llevó y se sigue llevando. Yo he tratado de enfocar el micro desde el punto de vista del que ya la vida le importa poco (pues no tiene remedio) y le echa un poco de humor (negro) al asunto para quitarle dramatismo, pero desde luego, si nos tomamos la cuestión seriamente, habría mucho de qué hablar en este tema. ¿Involución? Probablemente. El caminar de la humanidad parece un baile facilón con grandes consecuencias. Un pasito p´alante y otro p´atrás.
EliminarMuchas gracias Luna Negra por tu comentario y tus apreciaciones. Un beso.
Con humor relata una historia seria: la consecuencia fatal del uso de drogas. El protagonista, convertido en fantasma (creo), reflexiona sobre lo que se esperaba de él, mientras estuvo vivo. Muy bueno Manuel.
ResponderEliminarSaludos.
Hola, Beto. El finado tuvo ocasión al final de ver cumplidas las intenciones que en vida intentó y no consiguió. Ahora, claro, son otras las lamentaciones. Cambiar de estado, como en este caso, puede que no sea la mejor solución.
EliminarGracias por pasarte. Saludos.
Manuel, un relato escrito con una fina ironía que nos hace sonreír al llegar al final. Ya te han dicho los compañeros tanto y bueno que solo puedo decirte lo mucho que me ha gustado.
ResponderEliminarBesos muy apretados, amigo.
La verdad que es bonito esto de regalarnos en los comentarios porque eso nos va animando a escribir. Álex alguna vez ha dicho, con buen tono, que somos demasiado condescendientes, y puede que sea cierto, pero ver la copa medio llena o rebosante siempre me ha parecido mejor que verla medio vacía o por llenar.
EliminarAsí que esta copa de hoy la levanto para brindar por ti, amiga. Besos apretaos, Pilar.
Para mí, leer tus relatos es como sentarme a la mesa a disfrutar de un platillo delicioso, pero confieso que tengo la costumbre, o el defecto, de querer anticipar sabores y dejo que recuerdos de vivencias se cuelen en el micro, quizás para extender el placer de la lectura.
ResponderEliminarEn este caso dejé entrar a tu relato y sin pedirte permiso, el recuerdo de un vecino que luego de una sobredosis con intención de suicidarse quedó en coma y fue tratado en su casa –aquí la Salud no cubre los intentos de suicidio, que además es delito– Estuvo así un tiempo prolongado y cuando despertó dijo que había oído todo lo que pasaba en la habitación, sin poder mover un solo músculo.
En mi juego, mi recuerdo calzaba bastante bien en tu micro, hasta que llegó la última palabra. ¿Qué? ¿Cómo? La sorpresa fue mayor y me reí doblemente, del fino humor negro de tu fantástico relato y de mí mismo.
Por supuesto, después vino la lectura atenta del micro en la cual aparece la cuidada elaboración de todos los detalles con la que nos llevas donde tú quieres.
Como siempre, es un gran placer leerte, Manuel.
Un abrazo.
Qué manera la tuya de leer tan rica. Me haces un regalo grande con tu comentario, porque no sabes la de vueltas que le fui dando al micro para intentar no anticipar ni un ápice. Meses ha estado en coma profundo (como el señor de tu historia)pidiéndome ser publicado, y yo, que no, que no estaba tan muerto como quería. En la versión 3014 (más o menos, no sé si sabes la fama que tenemos los andaluces de exagerados) me pareció ya que podía darlo a catar. Y por eso te digo, que si conseguí sorprenderte, a pesar de tu buena historia de anticipación, con el final, es que el tratamiento fue el adecuado. Y me llena de satisfacción.
EliminarMuchas gracias, amigo Georges, siempre espero tus palabras. Después de disfrutar con la lectura de tu relato, disfruto mucho de los comentario que me haces, y disfruto con darte la respuesta. Jamás me había imaginado que escribir microrrelatos sería tan gratificante.
Un fuerte abrazo.
Jua, jua. Me has hecho reír con tu respuesta. ¿Exageraos loj andaluce? ¿Dónde haj escuchao tú eso, Manué?
EliminarGracias por lo que me dices de mis comentarios. Lo tomo como viniendo de un andaluz, porque el comentar siempre me ha resultado una tarea difícil. Entré a Cincuenta por razones que no vienen al caso, pero no me gustaba el formato y odiaba tener que comentar tantos micros. Y aquí me tienes con más de 20 relatos. Son cosas de la bola de la vida, como diría Martirio. O los efectos de tus comentarios que me impiden abandonar el barco cada vez que la idea me cruza por la cabeza. Gracias por eso, Amigo.
Cuando dejamos atrás toda una vida de penurias para, por fin, alcanzar la paz, nos encontramos con unas estrictas reglas que debemos acatar, sí o sí, para ver cumplidas unas metas imposibles de alcanzar por propia voluntad. ¡Qué triste! ;-) Ingenioso, a la par que irónico. Felicidades por este vivo tuyo tan muerto. Un placer conocerte en persona, Manuel. Un beso.
ResponderEliminarLas reglas nos persiguen, Matrioska. Son los cauces, más o menos estrechos por los que discurre la vida en sociedad. Las sociedades de los vivos y por lo que se ve, la de "los vivos tan muertos". Qué bueno.
ResponderEliminarGracias por comentar. Conocerte en persona fue uno de los regalos del día de la quedada. Espero que volvamos a coincidir. Un beso.
Parece que eso de morirse también tiene sus ventajas, siendo quizá la primera la de poderse desentender uno de los compromisos más inexcusables. No obstante, esta persona aún es capaz de dar las gracias e incluso de excusarse, prueba clara de que la educación nos sobrevive. Espero que se acostumbre pronto a la nueva situación de inmovilidad, porque, aunque tiempo va a tener para ello, esa paz de la que habla pienso que no se puede hallar por completo sin un razonable descanso.
ResponderEliminarUna delicia leer tu relato, Manuel. Una vez más me descubro ante tu exigencia al dar forma a cada frase.
Enhorabuena y un abrazo.
Tal vez a la paz se llegue desandando los caminos que nos condujeron al desasosiego, aunque el precio, como el de mi protagonista, acabe siendo tan alto.Pero si al cabo, la queja mayor es solo la incomodidad de la postura, tomándolo con filosofía, hasta se podría sacar partido al nuevo estado. No te creas que pronto habrá quien encuentre la fórmula de seguir siendo en el más allá y, además, sacarle provecho. Cosas más peregrinas hemos visto.
ResponderEliminarGracias, Enrique, por tu comentario. Dicen que los exigentes, somos diligentes. De acto y de palabra. Por eso será. Un fuerte abrazo.
Mr. Bocanegra, este mes el guión no me ha permitido pasarme por los relatos como me hubiera gustado.
ResponderEliminarSiendo finalista como eres, muy merecido, paso por aquí para darte la enhorabuena por esas flores, que aunque tarde, ahí están. ¡Ay... cuánto tenemos que aprender en esta vida!
Un relato con mucha enjundia y con moraleja incluida. Sello de la casa Bocanegra.
Te mando un beso enorme. Me encantó conocerte en persona.
Besos mil.
Malu.
Muchos besos, Malu. Cuando aún no te conocía ya sabes que esperaba tu visita. Después de conocerte, estoy como el perrito faldero que espera a su dueña para enseñarle la presa que atrapó. Esta vez unas flores con un poco de ironía para que tuvieran su gracia. Y mira, por dónde, mi relato se ha colado en la final de enero. Qué bien.
EliminarUn besazo, reina de luz y palabras.
Últimamente dispongo de poco tiempo para escribir, menos aún para comentar. Pero no puedo dejar pasar la oportunidad de felicitarte, es un micro muy bueno. Me encantó conocerte en Madrid.
ResponderEliminarUn beso.
También a mí me encantó conocerte, Asun. Gracias por pasarte y comentar. Espero que volvamos a coincidir. Un beso.
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