Hay cartas que nunca llegan
Colocan el último regalo bajo el árbol y se marchan.
Convencidos de que solo dedicará su atención a la nueva tablet y de que aún tiene juguetes sin estrenar desde los últimos Reyes.
Frustrados al pasar de largo por delante de la siguiente casa de la lista, este año también.
Convencidos de que solo dedicará su atención a la nueva tablet y de que aún tiene juguetes sin estrenar desde los últimos Reyes.
Frustrados al pasar de largo por delante de la siguiente casa de la lista, este año también.
Otro gran acierto, Asun, en tu crítica a una sociedad actual que tan bien describes y reconocemos.
ResponderEliminarUn gran micro en el día indicado.
Enhorabuena.
Un beso.
Pablo.
Muchas gracias, Pablo. Hay tantas incongruencias en nuestra sociedad que nos faltarían palabras para escribir sobre ellas.
EliminarUn beso.
Hola, Asun.
ResponderEliminarEl consumismo en 50 palabras. Los niños no valoran, no pueden valorar lo que tienen en la superabundancia. Y los Mágicos lo saben de sobra y pasan de largo. Hacen bien. Seguro que hay otros niños que no se preocuparían del modelo de última generación. Me gusta mucho tu propuesta. Un beso.
En realidad quise trasmitir que los Mágicos se paran a dejar los regalos donde no los necesitan (y menos en esa cantidad desorbitada). Pasan de largo, cabizbajos, por casas donde hay niños que se quedan sin regalos año tras año.
EliminarUn beso y gracias por aportar tu visión del micro, muy interesante.
Sus Majestades tienen un trabajo frustrante en muchas ocasiones. Hay veces que comprueban que solo se valora lo más caro, lo que menos trabajo cuesta y proporciona un efecto rápido, como las pantallas frente a los libros. También sucede que la superabundancia de regalos hace que sus receptores no los valoren. Por contra, la escasez y la necesidad provoca que tengan que pasar de largo por otros hogares.
ResponderEliminarUn relato de lo más apropiado para la fecha y para los tiempos que corren, llenos de desigualdades y tristes contrastes.
Un abrazo grande y que no pasen de largo esta noche contigo.
Una vez leí que más de tres regalos era contraproducente desde el punto de vista educativo en un niño. Incluso describía que uno de ella debía ser algo que necesitara (ropa, zapatos), otro un libro y un tercero algo elegido por el niño. Me recuerda a mi infancia, pero ahora parece que esto se está yendo de las manos. Como muchas otros aspectos de la sociedad.
EliminarUn beso, Ángel.
Pones el dedo en la llaga de un día como el de hoy. Niños sobrecargados de regalos que no llegan a valorar, pendientes del último invento tecnológico y niños que viven en nuestro cuarto mundo, víctimas de una pobreza infantil creciente, los grandes olvidados de los Reyes Magos y de unas leyes que los desamparan.
ResponderEliminarMagnífico relato, Asun. Un beso y hasta muy pronto.
El llamado "síndrome del niño hiperregalado", Carmen. Intentemos hacerlo visible y educar a los padres que quieran escucharnos.
EliminarUn beso y hasta muy prontito.
Los que lo tienen todo y no valoran. Y otros, para los cuales la Navidad y los Reyes son sólo palabras.
ResponderEliminarHas dado en la diana de pleno removiendo conciencias.
Un saludo
Muchas gracias, lunanegra.
EliminarUn abrazo.
Hay cartas que nunca llegan, pero hay relatos que sí que llegan al meollo de la cuestión, a una realidad cada vez más presente y opresora, donde el gasto es el dios absoluto del final de año y comienzo del siguiente, tal es así, que la orgía consumista de estas fechas se prolonga más de un mes y te deja una saturación que te hace desear que llegue esa cuesta de enero tan tranquila, tan reposada, tan vacía de fiestas y obligaciones que, a veces, te resultan desagradables.
ResponderEliminarLo que toda esa cultura del consumo ansioso supone para los más pequeños es algo que tendrán que estudiar los sociólogos, los psicólogos y otros especialistas de la conducta humana, pues en nada se parece a la de épocas anteriores.
Hay dos verdades palmarias en tu microcuento: la de que los niños no valoran la mayoría de los regalos que reciben –así lo indican esos regalos sin estrenar de los Reyes anteriores, y esto creo que lo hemos visto casi todos-, y la impotencia de esos padres para cambiar ese absurdo.
Hasta dónde puede llegar este estado de cosas lo desconozco, pues cada vez es mayor la presión para que gastemos de forma desaforada en estas fechas.
En cuanto a la nueva tablet del niño en cuestión, esto requeriría un extenso comentario. El otro día, en una tertulia, periodistas y algún que otro especialista, debatían sobre si los padres deberían tener acceso a lo que los niños de nueve años pueden hacer con sus teléfonos y tabletas –las nuestras eran de chocolate-, creo que estaba relacionado con algún caso real.
Así que enhorabuena por tratar tema tan actual y poniendo el dedo en la llaga. Un abrazo, Asun.
Demencial el ambiente de consumismo desaforado, a mí me da miedo pensar que no hay vuelta atrás en esta escalada. Padres que a pesar de la crisis económica piden microcréditos para afrontar los gastos que consideran obligatorios en estas fiestas, para no ser menos que el vecino. Esperemos que aún pueda haber cierta reversibilidad.
EliminarUn abrazo.
La demencia consumista es un engranaje automatizado por la sociedad (de ahí, supongo, la consideración de sistema que se le otorga a este imperio de mercado global y de consumo sin freno mortal que nos arrastra)y es también, un sistema exponencial, donde siempre es posible tener más y consumir más para crearnos el falso espejismo de que somos más y mejores.
ResponderEliminarLa visión de tu relato nos ofrece además un atisbo de la otra cara del sistema, de los que no tienen acceso a los beneficios del mismo. Siempre he tenido claro que es un problema de acumulación y de mal reparto de las riquezas. Los Reyes Magos, poca magia ofrecen, porque en sus alforjas no traen si no más de lo mismo.
Un relato tan acertado en su planteamiento, como por el momento elegido para hacer balance. Un abrazo, Asun.
En este micro todos los niños salen perdiendo, unos han perdido la capacidad de disfrutar de lo que tienen, otros la esperanza de alcanzar lo que desean o incluso necesitan.
EliminarMuchas gracias por tu comentario, me encantó conocerte en la quedada.
Nos seguimos leyendo. Un abrazo.
Asun, como dice el dicho "unos tanto y otros tan poco". Hay niños que reciben en demasía y estos no saben apreciar. Sin embargo otros no pueden ni escribir la carta.
ResponderEliminarUn relato denuncia excelente.
Besos, Asun.
Muchas gracias, Javier. Ese dicho se cumple totalmente en este tema. Se os echó mucho de menos en Madrid.
EliminarUn beso.
Desproporción, capricho e injusticia aparecen como los tres reyes magos de tu historia. Desgraciadamente, la magia de la navidad hace mucho que quedó tergiversada entre las paredes de los grandes almacenes.
ResponderEliminarUn relato agudo y oportuno, Asun.
Un abrazo.
Cada vez intento ir menos a esos grandes almacenes que solo incitan a tener más y más, objetos que no necesitamos, adornos absurdos y costosos que al poco tiempo pasan de moda, juguetes que se abandonan en las estanterías como la del protagonista de este 50.
EliminarMe alegro mucho de haberte conocido en Madrid, Antonio, aunque me quedé con ganas de charlar un rato más. La próxima vez será.
Un abrazo.
En una sociedad consumista como la nuestra, algunos se encargan de insuflar ilusión y deseo a granel a los más pequeños en determinadas fechas, sin tener en cuenta que, en muchos casos, acaban matando la ilusión de los que nunca reciben y el deseo de los que ya lo tienen todo. Muy buen micro, Asun. Un beso grande.
ResponderEliminarNo se puede expresar mejor, Matrioska.
EliminarMe encantó compartir mesa y conversación contigo en Madrid. Por fin te puse cara y voz. Espero que se vuelva a repetir.
Un beso.
Una historia que refleja el hambre por acumular cuantas más cosas mejor.
ResponderEliminarSuerte, Asun y feliz 2018
¡Desequilibrio! Gran relato.
ResponderEliminarGracias, Luis.
EliminarUn abrazo.
Una bonita historia, real y de ahora, el consumismo hace niños que no saben apreciar lo que tienen. Un beso.
ResponderEliminarMuchas gracias, Maite.
EliminarUn beso.
Niños que miran los regalos sin verlos, sin disfrutarlos, y otros que solo juegan con su imaginación. Muy buen y reflexivo relato, Asun. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Salvador.
EliminarUn abrazo.
Asun, un relato que refleja perfectamente las desigualdades sociales. Unos tienen tanto y otros tan poco...
ResponderEliminarBuen relato. Enhorabuena.
Besos.
Muchas gracias, Pilar. Os echamos de menos en Madrid.
EliminarCuídate mucho y hasta pronto.
Un beso.
En una de mis sagas literarias preferidas, ambientada en un mundo de fantasía donde regían tanto las reglas de la magia como de la cortesía, los personajes solían decirse los unos a los otros, como fórmula de convención social que "el mejor regalo es aceptar el
ResponderEliminarque hacen".
Bajo esta premisa, y al hilo de tu relato, mi querida Asún, añadiría que la frustración del que da y no recibe, cuanto menos la gratitud, es mucho mayor que la del que no recibe lo que espera. Así, me uno a tu crítica a esta sociedad de niños hiper-regalados, pues lo que provoca, en realidad, es frustación.
Beso.
Gracias por tu comentario, Carles. La frustración del que da sin recibir a cambio ni siquiera la satisfacción de haber generado ilusión, la del que espera algo que nunca llega, incluso la del propio niño hiper-regalado, convertido a su vez en víctima de un sistema encaminado a acumular cosas inútiles que rápidamente pierden su valor.
ResponderEliminarUn beso, aunque me hubiera encantado dártelo en persona en la quedada de Madrid. Espero verte en la próxima.
Situaciones tan injustas, proviniendo además de figuras y conceptos sagrados, ya nos deberían hacer cuestionar desde pequeños su existencia real. Y, ya puestos, está fórmula podría ser aplicada a muchas cuestiones de fe. Aunque tú relato invita a muchísimo más, planteando esa situación ficticia como cierta y haciéndonos ver la frustración que esta produciría también en la otra parte, quizá el mejor modo de mostrar el absurdo y la hipocresía que envuelven muchas de nuestras conductas.
ResponderEliminarEnhorabuena, Asun. Sencillez y elegancia una vez más al servicio de una historia profunda.
Un abrazo.