La anciana
La vida se había detenido para ella. No podía dejar de contemplar el reloj. Era la única manera de percibir movimiento en aquella estéril habitación, cuando la cortina no era mecida por el viento.
Le había ordenado a la sirvienta arrancar el segundero, marchaba demasiado a prisa para su cabeza.
Le había ordenado a la sirvienta arrancar el segundero, marchaba demasiado a prisa para su cabeza.
Se lee solo, y te transporta esa sensación de reposo, de senectud. Ha sido una delicia leerte.
ResponderEliminarUn abrazo Tejera el plata.
Hola, Tejera.
ResponderEliminarGran texto el tuyo. Que bien detienes las acciones concentrándola en una sola y obsesiva para la anciana, qué bien matas el dinamismo, que solo tiene el reloj: mirarlo y sentir que vuela el reloj , que corre demasiado aprisa, que el tiempo a ella se le escapa. Todas las horas hieren, la última mata, tenía inscrito en su reloj de su casa vascongada don Pío Baroja. Qué preparación de la anciana para hacia la nada absoluta. Me ha encantado. Un abrazo.
Es buenísimo.
ResponderEliminarBienvenida y muy buena entrada.
Has sabido mostrarnos el silencio y lo que duele lo rápido que pasa el tiempo. Muy bueno. Un beso.
ResponderEliminar¡Que bueno!, Carme. Esa frase "el si de la Tomasa", nos cuenta mucho de tu protagonista. Me ha gustado. Enhorabuena.
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