Los Anacondas
El mono araña come higos en la copa de un ficus mientras el yanomami tensa su arco apuntándole. Antes del disparo, sin embargo, un estridente sonido lo espanta. El cazador sacude contrariado la cabeza: cada vez resulta más crucial, en su dramática lucha por la supervivencia, tener silenciados los grupos.
Si ni siquiera el yanomani en su paraíso amazónico, ha podido evitar ser presa de los grupos de wasap, no tenemos esperanza. Se me escapa el título, que reconozco como un elemento reconocible en aquellas tierras, como no sea el nombre grupo. Enhorabuena Enrique!!
ResponderEliminarLa hija del enterrador
En efecto, ese es el nombre del grupo.
EliminarPienso que lo peor de este progreso es la descompensación que existe entre los avances tecnológicos y los sociales y humanos.
Muchas gracias por tu amabilidad, La hija del enterrador.
Saludos!!
Hola, Enrique.
ResponderEliminarEl silencio: el museo, la tumba de todas las voces, gritos y ruidos, vital para la caza. El mal son los otros, dijo un existencialista y más si son ruidosos. Como el vecino de arriba, el de abajo o el de al lado. Un texto tremendamente bien escrito que goza de mis parabienes. Un abrazo, amigo.
Muy sustancioso tu comentario, Eduardo, tanto tu reflexión sobre el silencio como la que haces sobre aquellos que no somos nosotros mismos. Me ha hecho pensar en expresiones tan frecuentes como “Hay que ver la gente cómo es”, en las que parecen caber todos menos quien las dice.
EliminarUn placer haberte conocido personalmente.
Muchas gracias por todo, amigo.
Especial me parece este relato, Enrique. Hasta lo más intrincado de la selva ha llegado la llamada"civilización". Como siempre vas marcando el climax, hasta dejarnos con la boca abierta, al comprender el por qué de su desconcierto. Me parece muy actual y acorde con la situación de globalización que estamos viviendo. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarMe alegra mucho tu opinión sobre la forma y el contenido del relato. Es tan corto este formato que casi siempre me quedo dudando de la validez del resultado. Creo que has resumido perfectamente mi intención.
EliminarMuchas gracias por tu lectura, Carmen.
Un fuerte abrazo.
Con ese humor que es sello personal, nos metes en la piel de un cazador en plena selva, donde se respira el silencio y la tranquilidad de la naturaleza, hasta que llega El Progreso. Genial el título del grupo de WhatsApp para el relato, magnífica forma de narrar, que no me sorprende por ser un Micromochón y tu ingenio.
ResponderEliminarQue digo yo que podrías escribir la segunda parte, pero ahora quitando el sonido del teléfono antes de cazar, que Los Anacondas son capaces de volver a jorobarle la caza al yanomami, que también tiene guasa el nombre 😂😂.
Otra genialidad. Henry.
Un abrazo.
Pablo
Entonces tú lo que quieres es me cargue al mono, jajajja. Eso es, Paul, lo que he intentado comunicar, el impacto del progreso en el mundo en general, llevado en este caso un poco al extremo, aunque algo me dice que situaciones como esta se podrían producir ya mismo. Lo del humor es algo circunstancial, digamos que ha salido así, y me alegro de que te haya hecho gracia, sobre todo el título.
EliminarOtro abrazo para ti, genio.
Fantástico! Hasta la última palabra nos has tenido en vilo, esperando alguna aventura amazónica. Y con qué nos sorprendes? Nada menos que con los grupos de wsp. Los odio, sinceramente. Un abrazo, genio.
ResponderEliminarMuchas gracias, Pepe. Me alegra que te haya gustado el modo, y también que te haya sorprendido, que era una de mis intenciones. En cuanto a los grupos de wasap yo aún estoy sopesando sus pros y contras, aunque es evidente que los segundos son muchos.
EliminarOtro abrazo para ti, maestro.
Qué bueno, Enrique. Lo que más me ha gustado es el título.
ResponderEliminarBesotes.
Muchas gracias, Patricia. Cada vez soy más consciente de la importancia del título en los micros, pero no me resulta fácil hallar uno que cumpla con lo que de él se espera.
EliminarBesotes para ti también.
Hasta lo más recóndito de la selva llegan los móviles. Hasta alguien a quien suponemos con poca ropa y menos bolsillos lleva un ingenio de estos que se han hecho imprescindibles. Hasta en medio de esa vegetación hay cobertura. Cosas de la globalización. Lo más curioso es que este cazador ha comprendido su error, pero no por ello va a renunciar al progreso, solo silenciará los mensajes.
ResponderEliminarBueno humor, actualidad y mensaje de fondo en la mejor armonía.
Un abrazo grande, Enrique
Perfecto como siempre tu análisis de lo contado en la historia. En efecto, el personaje, al igual que todos nosotros, no piensa privarse de las ventajas tan atractivas que el progreso le proporciona, por más que en muchos aspectos pueda verse perjudicado.
EliminarMuchas gracias, Ángel.
Otro abrazo grande para ti.
Muy bueno, me sumo a lo dicho por los compañeros. Un beso.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu lectura y visita, Maite. Me alegra mucho tu opinión.
EliminarOtro beso para ti.
No sé si en la selva amazónica habrá cobertura. Pienso que no hay la densidad de población suficiente para que el negocio sea rentable para las telefónicas. Pero si la hubiese, no te quepa la menor duda de que los indígenas estarían tan enganchados como el resto del mundo. La gente, aunque no tenga dinero para sus necesidades básicas nunca se privará del móvil y de los comportamientos globalizados.
ResponderEliminarBuen tema, expuesto con tu genialidad habitual y como me gustan, que recién te enteras de qué va en la última palabra.
Enhorabuena y un abrazo, Enrique.
Totalmente de acuerdo contigo, Georges. Supongo que la cobertura aún se queda en las puertas de la selva, pero que si es así será solo por los motivos que apuntas. Por lo demás, la actitud del ser humano ante estas cosas debe ser la misma allá donde vayas. Me alegra que te haya gustado el final; es algo aceptado por todos que el desenlace aporte algo especial, aunque a veces caemos (yo el primero) en el error de descargar toda la “responsabilidad” en él.
EliminarMuchas gracias por a todo y un abrazo.
¡Que bueno, Enrique!.
ResponderEliminarRepito comentario, ya lo sé, pero coincido en opinar que el título es genial y también lo es, el trasfondo del texto. Te propongo hacer un uso racional de los medios y disfrutar de sus ventajas. Enhorabuena y un saludo.
Muchas gracias, Smokey. Celebro que te haya gustado. Seguramente hay un modo “saludable” de utilizar los avances tecnológicos, aunque parece que siempre vayamos a remolque, sobrepasados por sus efectos sobre nuestro modo de vida.
EliminarMe alegró conocerte en Madrid. Lástima que sólo pudiéramos intercambiar unas pocas palabras.
Un saludo.
La culpa es del cazador por no desconectar el móvil, ni siquiera en los momentos tensos. Seguro que el mono lo agradeció. Así son las cosas, mala suerte para unos y buena para otros.
ResponderEliminarMucho te temo, que dado el enganche, se volverá a repetir la escena en el futuro. Lo has pintado tal cual.
Suerte, Enrique
Pues sí, María Jesús; parece que lo más importante ahora es estar conectado con los demás, aunque eso suponga desconectar con uno mismo o con un sinfín de cosas importantes. Con un poco de suerte la próxima vez el mono está jugando a “Jungle adventures” en su dispositivo y es presa más fácil.
EliminarMuchas gracias y un abrazo.
La civilización profana la selva amazónica. Ni siquiera allí se pueden dejar de oír los sonidos machacones de la última tecnología. El yanomami no vive aislado, es hijo del presente siglo. No abandona el móvil ni para cazar.
ResponderEliminarMuy original tu propuesta, Enrique. Denuncias con humor el fin del paraíso en la Tierra.
Un abrazo enorme.
Vaya manera de expresarte, Carmen. Parafraseando a Santiago Auserón, se podría decir que tus sentencias van cayendo como gotas de lluvia en el suelo. Con tu síntesis has enumerado en su totalidad mis intenciones con este relato.
EliminarMuchas gracias por todo y otro abrazo enorme para ti.
Si ya ni siquiera los yanomamis han podido escapar a las nuevas tecnologías y a las nuevas maneras de interrelacionarnos, podemos afirmar sin rubor alguno ni equivocación probable que este mundo nuestro se va a la mier**. El título, además, amigo Enrique, "ad hoc". Me suena a chiste o a un grupo carnavalesco. Sea como sea, tu yanomami o cambia de estrategia o va a pasar más hambre que un caracol en un espejo (frase muy empleada por mi zona, que no es la selva amazónica).
ResponderEliminarOriginal cincuenta de un excelente cincuentista al que he tenido el enorme placer de conocer en persona hace pocos días.
Ya sabes, Enrique, que nos seguimos leyendo. En mi caso con devoción hacia todo lo que escribes y nos ofreces.
Un fuerte abrazo.
Creo que cualquier pronóstico racional que podamos hacer sobre el futuro de este planeta tiende sin remedio al pesimismo. Para el título había pensado primero en algo tan insustancial como “Amazonia profunda”, aunque al final opté por utilizar el supuesto nombre del grupo, en el que he querido reflejar (aunque no demasiado claramente) una de esos rasgos inherentes al macho humano allá donde esté.
EliminarYa sabes que ese enorme placer fue mutuo, José Antonio. Seguramente tendremos más ocasiones en las que hablar personalmente. Aunque valoro mucho que mientras tanto podamos hacerlo de este modo. Yo también te sigo con devoción, y sabes que no es por corresponder a lo que dices.
Muchas gracias y un fuerte abrazo.
Me he hecho un voto de contención verbal para mis comentarios de este curso que empiezo a cumplir en el tuyo en aras de la brevedad, así que solo te diré que este relato es de los que les acercas yesca y prende llama. La chispa se enciende cuando acabas de leerlo y tu mente recibe el flash de por qué se llama Las anacondas. Por cierto. ¿Puedes añasdirme al grupo?
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, Enrique. Tenía muchas ganas de conocerte por un sin fin de motivos que atañen a algo más que las letras y tienen que ver con la dimensión interior de las personas. Espero que volvamos a coincidir y podamos intercambiar pareceres.
Veo que en efecto ahora eres algo más breve, aunque podría decirse que para ello has aumentado la densidad, si es que cabe, de tus frases. Me encanta el modo en que expresas tu opinión sobre el relato. Y por supuesto que en cuanto pueda te añado al grupo, pero ya te aviso que estos anacondas son tan pesados como inoportunos (se parten con los memes de Carmen de Mairena).
EliminarYo también tenía muchas ganas de conocerte, Manuel, y por idénticos motivos. Lástima que estos encuentros no den para más. Espero como tú que volvamos a coincidir. Mientras tanto disfrutaremos de estas charlas.
Otro fuerte abrazo para ti.
He intentado encontrar algún reparo a este relato. Simplemente por hacer un ejercicio sano de crítica constructiva. He indagado acerca del "modus vivendi" de los monos araña, corroborando que, efectivamente, comen frutos y viven en las alturas arbóreas. También me he interesado por conocer la dieta alimenticia del pueblo yanomami, y por supuesto que son cazadores en sus hábitats amazónicos.
ResponderEliminarTotal, que tengo que concluir que no hay un pero que poner al ¡¡maravilloso relato de mi amigo Enrique!!
Grande, como siempre...
Un abrazo
Jajajaja, qué bueno, Rafa. Espero que esto no te haga pensar que soy muy riguroso en lo que digo, porque no es así ni mucho menos (por ejemplo, me suena que estas tribus se coman a los monos, pero no estoy seguro, ). Yo creía que la pega a este relato iba a venir por lo de comer higos en un ficus, para lo que yo estaba preparado con la explicación de que las higueras en realidad son ficus y que los frutos de estos árboles también son higos, pero veo que tú has ido más allá. Con todo, me ha alegrado mucho tu entrañable comentario, al igual que me alegró mucho verte de nuevo en Madrid. Habrá más ocasiones sin duda.
EliminarMuchas gracias por todo y un fuerte abrazo, amigo.
Hombre blanco joderlo todo, se decía hace tiempo, y lo cierto es que el capitalismo salvaje, representado por los países más industrializados del mundo, ha llegado a todos los puntos del planeta, los microplásticos ya están hasta en los polos, y hasta del espacio lo hemos llenado con toda esa chatarra que gira en derredor de la Tierra.
ResponderEliminarEn fin, que acabaremos convirtiendo en un descomunal vertedero el único lugar que tenemos en el universo para vivir, aunque este sea tan grande que ni lo podemos imaginar.
En tu microcuento tocas, con humor, pues poco más puede hacer uno desde su pequeñez, otro aspecto de esa depredación, que es la contaminación y hasta la extinción de culturas milenarias que, aunque no lo creamos, tienen mucho que enseñarnos, pero en nuestra prepotencia y crueldad pasamos sobre ellas como un todoterreno.
Así, ese individuo que pertenece al pueblo de los yanomami, cuando se dispone a cazar un mono araña, ve frustrado su objetivo porque su móvil –no sé si de última generación- le avisa de la llegada de un mensaje y el simio huye espantado.
Como suele ocurrirnos a quienes nos creemos más civilizados, el yanomami se ha olvidado de silenciar a los grupos, y quizá, más tarde, tenga que echarle una bronca a alguno del los Anacondas por enviarle, en tan crítico momento, la última chorrada que ha recibido.
Así que mal lo tienen esos últimos pueblos y tribus para preservar sus culturas, pues los peligros provenientes de nuestro mundo consumista y ciego son enormes, siendo el mayor de ellos el asesinato, como ya ha ocurrido, ante el que los gobiernos hacen la vista gorda debido a su corrupción y su impotencia.
Por tanto, como siempre, el humor y la ironía desvelan grandes y dolorosas verdades, pero doran un tanto la píldora, y así podemos digerirla mejor.
Un abrazo, tocayo, y enhorabuena por este nuevo gran microcuento marca de la casa. Fue un placer conocerte.
El placer fue mío, Tocayo. Y una sorpresa el saber que el algún tiempo hemos podido coincidir en nuestro trabajo.
EliminarComo suele ocurrir con tus comentarios, mi inocente relato cobra mayor dimensión una vez más con tus acertadas palabras. No hay que ser pesimista para augurar un mal futuro no sólo a estos pueblos, sino a la práctica totalidad del planeta, y más viendo la clase de tipos que colocamos en los puestos de mayor responsabilidad. Me alegra que te haya gustado este enfoque desenfadado del asunto. Esta vez ha salido así.
Te mando otro abrazo y mi agradecimiento por tu generosidad.
Jopé, con gran soltura y naturalidad engarzas lo peor (en algún sentido y en muchos momentos) de la modernidad con una escena habitual en el medio de lo más idílico (con matices, no se si yo estaría muy cómodo en la selva, con todas sus inclemencias y dificultades para sobrevivir). Pues nada, que me ha gustado. Suerte, Enrique. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus siempre atentas lecturas, Jesús. Es verdad que estamos tan acostumbrados a la comodidad que nos ofrece el progreso que muy pocos de nosotros estaríamos a gusto en estos paraísos, por mucho que, como es mi caso, nos guste la vida en la naturaleza.
ResponderEliminarLástima que no compartiéramos más tiempo en Madrid (apenas cruzamos unas palabras). En la próxima tenemos que compensar un poco.
Un abrazo.
Tu historia es muy original, está espléndidamente contada y guarda un desenlace sorprendente; los tres ingredientes indispensables para componer un gran relato.
ResponderEliminarSe nota que trabajas tus ideas, Enrique, que no te conformas con lo primero que te sale, y el resultado es un micro lleno de matices, con una saludable ironía en ese fuerte contraste que construyes y, de trasfondo, una crítica a nuestro automatizado modo de vida desde lo más profundo de la selva amazónica.
Por eso disfruto con tus relatos, por eso aprendo de tus relatos.
Gran micromochón, si señor. Enhorabuena.
Un fuerte abrazo, compañero.
A menudo me sorprendo con reacciones como esta tuya ante relatos que considero "ligeros" y llego a la conclusión de que la generosidad de algunos de vosotros no conoce límites. En cualquier caso, creo que me repito, siempre me alegran palabras como estas que me dedicas, querido Antonio. Admito no obstante que todos aprendemos de todos en esta escuela de autodidactas, pero hay algunos, como es tu caso, que tienen mucho más que enseñar.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y muchas gracias.
Apuntalas tu relato con toques de comedia y crítica a la vez. Has mezclado la cultura de las tribus yanomami con la cultura digital del whatsapp. La verdad que silenciar los grupos puede ahorrar alguna que otra sorpresa desagradable a nuestro protagonista. Su próximo bocado depende de ello. Excelente micro. Un abrazo y fue un placer haberte conocido personalmente, Enrique.
ResponderEliminarMagnifico el modo en que has descrito la intención de mi relato, Enrique. Últimamente me salen muchas ideas de este tipo, ligeras, y dudo entre desarrollarlas o no, pero es cierto que de casi todo se puede extraer algo, una crítica o una meditación, de más trascendencia.
EliminarMuchas gracias y otro abrazo para ti. El placer fue mutuo entonces. Tu presencia y actitud concuerdan a la perfección con el gran sentido humano de tus relatos.
Es que el progreso tiene sus pegas. Creo que el protagonista no lleva mucho tiempo con el móvil y todavía se le olvida ponerlo en silencio cuando es necesario. Lo malo será cuando los monos araña también tengan teléfono y por whatsapp se alerten unos a otros de la llegada de un cazador. Muy imaginativo y divertido, Enrique.
ResponderEliminarMe encantó saludarte de nuevo. Un abrazo.
La verdad es que esto acaba de empezar y que en cierto modo estamos como este cazador. Iremos corrigiendo muchas cosas con el tiempo, o la misma tecnología se encargará de que nuestra relación con ella sea menos traumática. En cuanto a los monos, supongo que llevas razón: ya estarán en el punto de mira de las telefónicas como potenciales clientes, jajajaj.
ResponderEliminarMuchas gracias por todo, Juana. Para mí también fue un placer volver a saludarte, y conocer a tu marido también, me pareció encantador.
Un abrazo.
Como marabunta, el whatsapp arrasa incluso en la selva tropical, y su zumbido se sumará a los sonidos de aves, reptiles y depredadores. Genial, Enrique. Un abrazo.
ResponderEliminarBuen símil, Salvador. Sea como sea la invasión parece imparable. De momento en la tribu parece que las mayores trifulcas las tienen por usar los pocos enchufes de que disponen.
EliminarMuchas gracias por tu visita.
Un abrazo.
Querido Henry, se acaba el mes y aunque casi no he podido comentar ningún relato, no quería dejar sin hacerlo en este tuyo, que me ha parecido de lo mejor de enero en cincuenta y de los mejores que has escrito por aquí. Coincido con todos en el análisis del mismo, pero encuentro, además, una analogía con la vida real en varias situaciones; empezando por el título, "Los Anacondas", podrían ser un grupo de machotes amigos del instituto o la facultad, siguiendo por la caza, puede ser intentar ligar con una chica, por ejemplo y siguiendo por el sonido del móvil en el momento crucial... (Cada uno que piense qué momento es ese...). Esa misma situación se puede aplicar en el trabajo, en casa...
ResponderEliminarMuy, muy bueno, mi más sincera enhorabuena. Aquí se queda grabado otro MicroMochón de luxe.
Un beso grande.
Malu.
Pues encantado con que te hayas pasado y doblemente agradecido, querida Malu. Mi imaginación para escribir los relatos no suele ir más allá de la primera lectura que ofrecen, pero me ha divertido mucho la que has buscado tú, y sí, con lo inoportunos y pesados que son estos Anacondas, sea cual sea el contexto en que los pongas, lo más natural será que se corten el rollo mutuamente más de una vez. Al final acabarán apagando el móvil si hace falta, sobre todo en el momento del disparo... jajajja.
ResponderEliminarGracias de nuevo y otro beso grande para ti.