Ocaso
Con el paso del tiempo no controlo mi cuerpo. Los recuerdos también se han borrado.
Cada tarde, un espejo de cuerpo entero viene hacia mí, avanzando por el pasillo. Cuando estamos frente a frente, unos brazos me rodean con fuerza.
Todos los días, la misma pregunta:
—¿Cómo estás hoy, papá?
Cada tarde, un espejo de cuerpo entero viene hacia mí, avanzando por el pasillo. Cuando estamos frente a frente, unos brazos me rodean con fuerza.
Todos los días, la misma pregunta:
—¿Cómo estás hoy, papá?
Pepe, un relato lleno de sentimiento. Este padre que vive su ocaso, que no recuerda, pero que sabe que quien le abraza se parece a él.
ResponderEliminarMe encanta ese párrafo central, cuando los protagonistas se encuentran por el pasillo, es genial. Y un gran título.
Muy bueno, Pepe, me ha gustado.
Un abrazo.
Muchas gracias, Javier, por tu comentario. Yo también estoy encantado de que te haya gustado. Un abrazo.
EliminarEl desdoblamiento del protagonista, a través de la identidad de su hijo, me parece una metáfora preciosa sobre como el legado de una persona es su descendencia. Ese trozo de ti, que te sobrevive (o al menos así debería ser siempre). Nada que no sepas Pepe, que me encanta leerte.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias, Raquel. Me costó encontrar una figura que representara al hijo frente al padre que no tiene recuerdos. Al final recurrí al espejo. Me alegro de que te guste. Un abrazo.
EliminarSolo puedo refrendar lo dicho por Raquel y Javier. Un gran título y, también, un gran relato, cubierto de sensibilidad. me ha gustado. Suerte, Pepe. Saludos.
ResponderEliminarGracias, Jesús, a veces la sensibilidad no está solo en quien escribe, sino en el que lee. Abrazos.
EliminarMuy buen relato y real como la vida misma. Esta vez, tiene menos humor y más sentimiento, pero como siempre, magnífico. Un abrazo Pepe.
ResponderEliminarMuchísimas gracias Mª Luisa. Ya ves, intentando cambiar de registro, la verdad es que cuesta... Un abrazo.
EliminarEstamos hechos de recuerdos, experiencias y vivencias, cuando se pierden también desaparece parte de esa persona, hasta hacer de ella un cuerpo cada vez más vacío, presente pero sin la esencia que le da sentido. Ponerse en el lugar de esa mente que por desgracia no funciona como debiera no es nada fácil. No podemos saber qué conceptos e impresiones registrará, pero tú lo has hecho de una forma creíble, entrañable y convincente. Sin conocer del todo lo que le sucede, tu protagonista percibe el cariño de ese abrazo y de esas palabras diarias, tal vez lo último que es capaz de asimilar, aunque sea de forma sesgada, debido a una de las enfermedades más crueles.
ResponderEliminarHablando de abrazos, yo también te mando uno, Pepe
Muchas gracias, Ángel. Lo has explicado perfectamente, como no podía ser menos viniendo de tí. Abrazos virtuales que espero hacer físicos en breve.
EliminarEmocionante esa imagen del encuentro en el pasillo, Pepe. El micro vuela alto y toma por asalto las elevadas galerías del sentimiento, pues también tiene una lectura reversible. Desde el otro lado del espejo el hijo contempla una imagen decrépita de si mismo que le dice: como me ves, serás. Ley de vida. Un abrazo.
ResponderEliminarEmocionado por tu lectura. Esa imagen reversible del espejo resulta tan cierta como inevitable. Un abrazo Manuel.
EliminarHola, Pepe.
ResponderEliminarEl espejo y sus desdoblamientos, un tema clásico en la micro literatura al que das un trato impecable. El declive y la desmemoria. Y ese hijo que habla y abraza, que reconforta desde el revés del espejo, que palía el desdoro de su progenitor. Enhorabuena y un abrazo fuerte.
Gracias Eduardo por tu comentario. Un abrazo.
EliminarPepe, emocionante micro en el que el protagonista ha perdido sus facultados y sus recuerdos. Se reconoce al verse reflejado en su hijo, aunque no sabe quien es percibe su cariño.
ResponderEliminarMuy buen relato, en el que describes lo que se siente desde el olvido.
¡Enhorabuena! Besos.
Pilar, me alegro de que te haya gustado. Es un tema delicado y he intentado tratarlo desde el lado emotivo. Un abrazo.
EliminarAdiviné de lo que hablabas, no me digas por qué; pero eso no ha quitado un ápice de valor al micro. Felicidades
ResponderEliminarGracias Luisa por tu valoración del relato. Saludos.
EliminarEste desdoblamiento de la figura del padre en el hijo, al que ya no reconoce como tal, está muy planteado con la imagen del espejo. Has tratado la vejez y el olvido de forma delicada y emotiva.
ResponderEliminarMuy bueno, Pepe. Un abrazo.
Pues muchas gracias, Carmen. Me alegro de que te guste. Un abrazo.
EliminarBuenísimo, Pepe. Ese ocaso no puede estar mejor contado. Esa imagen especular del hijo, recordando al padre de joven, o tal como él se recuerda, es espectacular.
ResponderEliminar¡Bravo!
Un abrazo.
Pablo
Pablo, con tu comentario me has subido la moral que ni te imaginas. Muchas gracias y abrazos.
EliminarDetrás de esa sombra del olvido no sabemos lo que queda y a lo mejor hay mas. Pero me gusta el relato, la delicadeza de lo que no dices para decirlo todo.
ResponderEliminaraprovecho para recomendar mi blog "atados al azar"
difúndelo si crees que vale la pena. Un abrazo de los dos
Gracias José María por pasarte por mi relato. Un abrazo.
EliminarUn ocaso magistralmente contado. Tan real y tan triste como la vida misma en muchos ocasos.
ResponderEliminarLleno de sentimiento tu micro este mes, Pepe, me ha encantado. Enhorabuena.
Malu.
Pues muchas gracias, Malu. Me encanta que te encante. Muchos saludos.
EliminarEl ocaso nos espera a todos y no sabemos cómo será el de cada uno de nosotros. Suele haberlos muy tristes y muy crueles. Hay dos aspectos de esa decadencia, el del cuerpo y el de la mente, este último es el peor, pienso, aunque quizá Ramón Sampedro opinase lo contrario.
ResponderEliminarAl protagonista de tu microcuento le suceden ambas cosas: va perdiendo el control de su cuerpo y se le van borrando los recuerdos, lo cual es como ir despoblándose, como ir deshabitándose, y puede ser lo más parecido a una muerte en vida.
Creo que hay un momento terrible en ese proceso y es cuando te das cuenta de que vas a ir cayendo en ese abismo de la desmemoria, cuando todavía tienes la capacidad para comprender la magnitud de esa desgracia.
Y ese espejo, invento diabólico, aunque la naturaleza ya lo había inventado por su cuenta, nos desvela a veces verdades que no quisiéramos saber.
En tu historia, el espejo adquiere vida, se trasforma en el hijo o la hija del protagonista –o es el hijo o la hija del protagonista al que él ve como un espejo-, y repite una misma lacerante cantinela para quien sabe que esa pregunta ociosa lleva en sí mismo gran distracción y desinterés.
Dura historia muy presente en nuestros días de mayor esperanza de vida, pero también de enfermedades terribles que socavan las vidas de quienes tienen que afrontar esa experiencia de cerca.
Excelente la forma en que la has contado. Un abrazo, Pepe.
Lo expresas perfectamente, Enrique, y muy agradecido por el comentario. Abrazos.
EliminarEl estado de confusión en el que se vive cuando los recuerdos van desapareciendo y cuando el cuerpo deja de responder es, quizás, lo más penoso de ese ocaso. Un micro duro y triste, pero tan bien narrado que duele. Felicidades, Pepe. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Matrioska. Por desgracia cada vez hay más familiares y conocidos con este problema, es un tributo a la mayor esperanza de vida. Aunque siempre es preferible calidad a cantidad. Abrazos.
EliminarA fin de cuentas, como se dice, los hijos son carne de nuestra carne, y cuando la capacidad mental disminuye los instintos cobran protagonismo. Resulta totalmente natural que tu personaje sienta esa imagen y ese abrazo como propios. En su conjunto me parece una situación muy tierna y sugerente.
ResponderEliminarEnhorabuena por tan bello relato, Pepe.
Un abrazo.
Muchas gracias por tu comentario, Enrique. Encantado de que te guste. Un abrazo.
EliminarMe produce mucha ternura tu micro. La pérdida de facultades y de memoria dejan a las personas como a tu protagonista. Un reflejo, de lo que nos puede suceder en el futuro a cualquiera de nosotros,
ResponderEliminarcuando el anciano se vuelve niño, con mentalidad virgen, sin pasado archivado para recordar.
Feliz 2018, Pepe. Saludos
Maria Jesús, gracias por tu lectura. Igualmente para ti, feliz año y que nos encuentre inspirados. Muchos saludos
EliminarEse es el espejo en donde debemos mirarnos. Un beso.
ResponderEliminarGracias Maite, un abrazo.
EliminarUna memoria que se difumina, una realidad que se distorsiona, pero siempre con el apoyo del cariño. Muy bueno, Pepe. Un abrazo.
ResponderEliminarEl paso del tiempo nos puede llevar a tristes e impensables situaciones. Si contamos con el apoyo de los nuestros seguro que será más soportable. Un abrazo, Salvador.
EliminarEn el ocaso que dibujas, Pepe, la vida pasada se torna solo reflejo, mientras la realidad permanece al otro lado del espejo. Preciosa metáfora.
ResponderEliminarSaludos cordiales.