Paso de peatones
Cruza con paso lento. Decenas de años le acompañan. El conductor que espera ignora que está ante un niño escondido de las bombas, unos ojos ilusionados por el sí de la Tomasa, unas manos agrietadas de trabajar la tierra, un abnegado padre de tres hijos y, ahora, una soledad inmensa.
Hola, M. Carme.
ResponderEliminarVaya musicalidad. Vaya continente y vaya contenido. La historia de un hombre en un paso de peatones. Qué va a saber de esa historia el conductor. Qué sabe nadie. Solo tú lo sabes y nos lo cuentas. Desde la niñez a la soledad inmensa, la que más duele, en la hora última, normalmente tan oscura. Mi más muy mayor enhorabuena. Es curioso, esta semana he escrito sobre el hombrecillo del semáforo para otra sede. Bueno, de la quedada mejor lo sabes también tú, y lo contarías. Un beso muy muy grande. Y feliz todo para ti siempre.
Gracias Eduardo por tus buenas palabras. La historia de un hombre son tantas cosas! y nos cruzamos con gente continuamente, con todo lo que llevan vivido, sus historias, sus marcas y cicatrices (en el cuerpo y alma), y su panorama actual. No siempre todo es felicidad, verdad? Pero ahí están los buenos momentos, como los ojos de la Tomasa o como la quedada, para ir echando mano de los recuerdos y sacar sonrisas cuando haga falta.
Eliminar¡Un beso y un fuerte abrazo!
Carme
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ResponderEliminarTriste, pero a la vez reivindicativo de la experiencia. Momentos buenos y malos de una vida, que le dan crédito para ese paso lento al cruzar la calle.¡Ay, la soledad!...Esperemos no sentirla tan crudamente como tu protagonista.
ResponderEliminarSupongo que podríamos decir que la vida es un conjunto de buenos y malos momentos, y en nuestro mundo al final hay mucha soledad entre nuestros mayores. Esperemos que nuestro protagonista de vez en cuando tenga la alegría de compartir ratos con sus hijos y quizá nietos. Puede que se haya ido su Tomasa y sólo con esto ya sienta la soledad como una inmensidad, tras tantos años juntos.
EliminarGracias por comentar Rafael.
Un abrazo.
Carme.
Qué bonito, Carme. Me parece una metáfora grandiosa en su sencillez.
ResponderEliminarAbracicos.
Cuánto me alegro de que te guste, Patricia. Muchas vidas sencillas se podrían esbozar con pocos pasajes, aunque sería quizá reducirlas demasiado, pero nos daría una idea de lo principal que han vivido.
EliminarAbracicos y besicos para la mañica con más esquinas de 50 :-)
Si es difícil ya no mirar, que también, sino incluso ver al otro, siempre situado a una distancia sideral del propio ombligo, tan redondito él, mucho más aún intuir su biografía. ¡Qué bien la pintas aquí, Carme, en cinco magistrales pinceladas. ¿No serás, además, pintora?
ResponderEliminarSaludos!
Aquí todos somos pintores de historias con pocas palabras, verdad?
Eliminar(... a mí dibujar se me da fatal ;-)
Me gusta tu comentario sobre la distancia sideral al propio ombligo redondito, cuánta razón llevas. Conocer las historias de la gente quizá nos harían tratarlas de forma distinta, con más calor humano, cosa que esta vida tan veloz nos impide, pero si pensamos que existen esas historias (aunque no las conozcamos) podríamos mirar de otra manera, más amable, a la gente.
Una abrazo.
* ...nos HARÍA tratarlas...
EliminarUno de esos textos para no olvidar. Saludos.
ResponderEliminarCelebro que te haya gustado tanto :-)
EliminarUn abrazo.
Carme.
Por desgracia, el conductor, que tendría prisa, solo habrá visto a un anciano que ralentiza de forma un tanto desesperante su desplazamiento. Si nos parásemos a pensar que detrás de cada persona hay mucha vida, que merece gran respeto y que no difiere mucho de la nuestra, a todos nos iría mucho mejor.
ResponderEliminarA partir de un sencillo detalle cotidiano has construido una historia huama con la que es difícil no identificarse, que mueve a ser mejor, que no es poco.
Un abrazo fuerte, Carme
Ay, las prisas... Seguramente el conductor pensaría eso, es difícil pararse a imaginar la vida que lleva la gente a cuestas.
EliminarUna alegría me llevo si mi relato mueve a ser mejor a quien lo lee.
Un beso Ángel.
¡Qué gran historia, Carme! Grandiosa, de verdad. Una vida en cincuenta palabras y como hilo conductor un hombre al final de su vida cruzando un paso de peatones.
ResponderEliminarMi más sincera enhorabuena.
Beso grande.
Malu.
Difícil resumir una vida en 50 palabras... ¿qué diríamos de la nuestra? ¿qué diferencia una vida de otra a grandes trazos? Bueno, los que trabajan duro, como este anciano hizo, sí se diferencian de los que viven de echarle morro a la vida...
EliminarEn fin, que me voy por la parra.
Celebro que te guste, Malu.
Otro beso que va de vuelta.
¡Vaya relatazo! Como ya te han dicho, nos has contado toda una vida en Cincuenta palabras. Magístral, Carme. Me ha encantado.
ResponderEliminarUn beso
Pablo
Bueno, quizá el protagonista querría destacar algún otro momento de su vida que yo he dejado sin mostrar, pero ha sido un intento. Qué bien que os guste :-)
EliminarBesos!
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ResponderEliminar¡Qué bien has logrado resumir en pocas frases la vida del protagonista! Una vida en la que muchos mayores se verían reflejados. El "niño escondido de las bombas" nos embarga de tristeza, aunque enseguida nos consuela ver que pudo seguir adelante y hacer su camino. Pero esa "inmensa soledad" de última hora creo que no tiene vuelta atrás. Estupendo relato, M. Carme. Felicidades.
ResponderEliminarFue un placer conocerte, aunque no habláramos apenas. Un beso.
Difícil salir de esa soledad, y más si es de espíritu porque aunque se rodee de actividad se seguirá sintiendo solo. A ver si algunos nietos le consiguen alegrar algo los momentos tristes, pues si tiene pequeños alrededor y comparten alegrías aún se pueden consiguir destellos de felicidad.
EliminarEncantada de conocerte y lamentando que el tiempo no dé más de sí en momentos como estos encuentros, que siempre saben a poco.
Un beso.
M Carme, qué bien lo pasé charlando contigo en la quedada y qué bien me lo he pasado leyendo este relato tuyo, que aunque triste, hace honor a esas vidas anónimas, huérfanas de su tiempo, que lo entregaron todo: vida, alma y sueños, por un futuro mejor para sus hijos. En pago, reciben la peor factura que puede pasarnos la vida: la inmensa soledad.
ResponderEliminarEs tan bello cómo lo cuentas y tan duro lo que nos cuentas, que sobrecoge su lectura.
Un abrazo y un beso, mCarme. Hasta la próxima.
Genial la quedada, pero con el día a día parece que haya pasado ya una eternidad, además siempre se agradecerían más ratos de charla (anda que no soy yo de hablar! ;-)
EliminarEl mundo está lleno de vidas anónimas, la mayoría dedicadas a alguien y con dudosa recompensa, aunque a veces sus sueños son a lo que dedican sus esfuerzos (como pueden ser los hijos o la familia), con lo que al menos han disfrutado del camino recorrido. El triste final es a veces medio impuesto por la vorágine de la sociedad en la que vivimos, los traslados a grandes ciudades, etc.
Celebro que te guste.
Y espero que podamos coincidir en próximas quedadas.
Un beso desde Bcn.
Carme.
Cada vez que muere alguien, se lleva cientos de historias, vidas propias y paralelas, sueños y una parte de sus personas queridas. Siempre nos dejan algo huérfanos.
ResponderEliminarGran relato.
Qué bonito comentario y cuánta verdad en lo que dices.
EliminarMuchas gracias por tu comentario.
Un beso.
Qué delicia de micro y qué fácil has hecho algo tan difícil, M. Carme. Mi más sincera enhorabuena y un gran beso.
ResponderEliminarQué contenta estoy con vuestros comentarios y esta calificación de "delicia" que me regalas.
EliminarUn abrazo y un beso.
Muy muy bueno, estupendo. Efectivamente olvidamos que, a nuestro lado, hay personas con vidas enteras vividas, importantes. Muy bueno
ResponderEliminarSupongo que pensamos tanto en nuestras cosas que nos olvidamos de tener una mirada amplia sobre quienes nos rodean.
EliminarUn beso Luisa.
Carme.
Me ha encantado este micro, Mari Carme. Cuánto mejor nos iría a todos si fuéramos capaces de empatizar de ese modo, incluso con que solo lo intentásemos, que ya sería un buen signo. Por lo demás, creo que está escrito de manera muy bella.
ResponderEliminarEnhorabuena y un abrazo.
La empatía, esa gran desconocida a veces (o poco considerda).
EliminarUna alegría que te guste como está escrito, viniendo de un cincuentista con tantos relatos en esta casa! :-)
Un beso.
En el breve paso de peatones dibujas los trazos de la vida del anciano, la guerra, el amor, el trabajo duro para sacar adelante a los suyos y su soledad actual. Es la soledad de tantos seres anónimos a los que no sabemos mirar a los ojos con nuestras prisas, a los que no sabemos recompensar por todos sus desvelos. Lo has contado de manera sencilla y hermosa, de tal modo que conmueve. En algo fallamos como sociedad si no somos capaces de aliviar a nuestros mayores en la última etapa de la vida.
ResponderEliminarCarmen, enhorabuena por este micro tan humano y tan bello. Ya sabes que es un placer coincidir contigo en Madrid y en Barcelona, así como ser testigo de tus múltiples facetas. Besets, amiga.
Carme* El corrector, perdó.
ResponderEliminarPor estas prisas de la sociedad actual salen malparadas personas que viven solas y niños muchas veces. Esperemos poder añadir humanidad tantas veces como nos sea posible.
ResponderEliminarGracias por tu comentario y por tu compañía.
Petons
Somos la vida que nos acompaña, aunque los demás sólo nos vean en el estado en el que ella nos ha dejado. Desgraciadamente, eso también es ley de vida.
ResponderEliminarLa cadencia de ese pasar ante los ojos, seguramente ausentes, de ese conductor está muy bien acompasada en la música del relato.
Un buen y bonito relato, M. Carme. Enhorabuena.
Un saludo y feliz de haberte conocido.
¡Qué gran frase inicia tu comentario! Si es que con comentaristas como vosotros es un lujo escribir.
EliminarLo mismo digo de la quedada, fue un gran día - para repetir ;-)
Un beso.
Poco para decir, me ha gustado esa vida en un paso de cebra. Muy bueno. Un beso.
ResponderEliminarMuchas gracias Maite, por pararte a comentar.
EliminarContenta quedo de que te guste :-)
Un beso de vuelta.
Mientras ese anciano cruza con lentitud el paso para peatones, con unas cuantas pinceladas, nos dibujas su vida, y dejas un amplio campo a la imaginación para que reconstruya cada una de esas pinceladas, para que se traslade a la guerra civil y se represente a un niño asustado que, tras haber oído el aviso de las sirenas –o quizá ni eso-, corre a esconderse y luego sufre los embates del miedo mientras los aviones sueltan su carga mortífera.
ResponderEliminarLa siguiente pincelada nos lleva ya a un episodio más grato, al día en que se declaró a su amada Tomasa, o al día en que ella le dio el sí ante un altar, pues por esas fechas en este país no estaban permitidas las bodas civiles.
Luego, vienen por delante muchos años de trabajo duro –tanto como para agrietar sus manos-, y de sacar adelante a una familia con ese trabajo, y uno ahí puede imaginar la inmensidad de tantos días vividos, llenos de hechos cotidianos, que van dando forma a la biografía de una persona.
Por último, en esa soledad de la vejez, quizá compartida con su mujer, o quizá ni eso porque ella haya muerto, podemos entrever las desdichas del día a día de tantos ancianos solos en sus casas, o que viven en residencias porque necesitan muchos cuidados, y que ven a sus hijos y a sus nietos mucho menos de lo que quisieran.
Todo eso que la vida ha dejado en su memoria es lo acompaña al anciano mientras cruza la calzada, el conductor le mira con indolencia, con la misma indolencia que solemos mirar casi todos a tanta gente con la que nos cruzamos cada día, pues tenemos la cabeza demasiado ocupada, pues el ritmo de la vida moderna es frenético, y las preocupaciones múltiples y agobiantes; sin embargo, de pronto, llega alguien y se fija en ese anciano y escribe un gran microcuento sobre ese hecho nimio que a la mayoría nos pasa inadvertido.
Mis felicitaciones por ello, Carme. Y añadir que fue un placer saludarte, quizá en una próxima quedada haya más tiempo para hablar. Un abrazo.
Muchas gracias Enrique por tu extenso comentario.
EliminarMe gusta que hayas puesto en letras lo que ha ido componiendo tu cabeza al leer el micro, lo que has ido añadiendo a mis palabras para crearte tu propia versión de la vida del protagonista. De hecho, la mayoría de los lectores habrán visto un pequeño cortometraje en su mente mientras iban leyendo. Tú has ido un paso más allá y nos dejas por escrito tus reflexiones. Y esa era la idea, que cada uno se construyera el mundo del anciano, pues cada día nos cruzamos con mucha gente, como bien dices y llevan sus historias a cuestas.
Para la próxima quedada estoy pensando en encargar un día con 36 horas (como mínimo), a ver si así podemos hablar más rato con todo el mundo.
Un beso.