Pecadores
No me atosigues con tus pecados, que tengo suficiente con los míos. Rezaba cada vez que se veía influenciado por ella. A decir verdad, respetaba lo esencial de su fe y, fiel a sus principios, la perdonaba siempre. Era sólo una manera inicial y sana de hacerlo para sí mismo.
Hola, Antonio.
ResponderEliminarEntre pecadores anda el juego. Perdonar para incluirse en el perdón de los pecados propios no es mala táctica. La mejor manera de vencer la tentación es caer en ella, dijo Oscar Wilde. Estaba en el cielo cuando pequé. Ponerse la venda antes de tener la herida. Me gusta tu texto. Un abrazo.
Quien es capaz de perdonar a los demás merece que también condone sus faltas el juez más severo que existe: él mismo. Creencias aparte, la máxima de la Iglesia de que todos somos pecadores, o lo que es lo mismo, susceptibles de caer en flaquezas varias, es muy cierta. En la misma línea, lo del pecador y la primera piedra, también.
ResponderEliminarInteresante relato, Antonio (si es posible, podrías rectificar ese "respectaba" por respetaba).
Un saludo
Perdonar a los otros y saber personarse a sí mismo es una de las mejores formas de vivir en paz. Esta máxima es válida tanto para creyentes como para agnósticos. Aquí pareces referirte a un sacerdote que se ve tentado en el ejercicio de confesor.
ResponderEliminarBuen micro, Antonio. Un abrazo.
Antonio, nos has metido en la cabeza del confesor pecador en el que anidan pensamientos que le hacen avivar sus remordimientos.
ResponderEliminarLa penitencia la lleva en perdonarse a sí mismo, sabiendo que el pecado volverá a brotar en la próxima confesión, o antes.
Un abrazo. Me ha gustado bastante.
Pablo
Hay paz en el corazón grande que al perdonar a los demás se perdona a sí mismo. Tu relato parece tomar base en el imperativo categórico de kant, «Obra sólo según aquella máxima por la cual puedas querer que al mismo tiempo se convierta en ley universal". Sabio, pues, y filosófico tu protagonista y tu relato. Saludos, Antonio.
ResponderEliminarNo sé si estaré en lo cierto, pero interpreto, que es el propio confesor quien absuelve, porque él es tan pecador o más que la feligresa.
ResponderEliminarSuerte y feliz 2018, Antonio
No hay nada como reconocer lo pecados y perdonarse. Un beso.
ResponderEliminarGracias a tod@s por los comentarios, da gusto ver las distintas interpretaciones que hacéis.
ResponderEliminarCambiando de tema, goce un infinito la quedada, por fin pude conoceros a much@s, sois increíbles. A ver si coincide y puedo ir a los siguientes encuentros para seguir disfrutando. Pues eso, a seguir, que no es poco; besos y abrazos. Antonio Ortuño Casas
¡Oh, la redención propia mediante el perdón ajeno! Temazo. Y muy bien expuesto, además.
ResponderEliminarSaludos cordiales.