Promesas
Recuerdo su silencio, el color rubí de la desesperación, sus manos implorantes, el pestillo y el olor a orina del cuarto de las puertas cerradas. Necesitaba su presencia, odiaba sus quejas y su mirada incrédula.
No temas, te prometo, sabré convertir mi ira en recuerdo, solo quiero que seas mía.
No temas, te prometo, sabré convertir mi ira en recuerdo, solo quiero que seas mía.
Hola, Crispín.
ResponderEliminarAnte todo: bonito seudónimo. Las mejores promesas son esas que no hay que cumplir, asegura Joaquín Sabina. Muchas se las lleva el viento, hechas de palabra. O por escrito, pues un papel puede volar. Y cuando las ganas de j.... aprietan ni los c....de los muertos se respetan. No queda claro que sean matrimonio, pero tanto da: este ser, por llamarle de alguna manera, es una reunión delictiva: secuestrador iracundo, cuasi violador... Una joyita. Me gusta tu propuesta. Un abrazo fuerte. Ah, dale recuerdos de mi parte al Capitán Trueno.
Le daré recuerdos de tu parte.
EliminarGracias por tu comentario. Un relato escrito solo en cincuenta palabras pero que resume miles de historias
Aquí, Sigrid, je,je,je, me habéis contagiado.
ResponderEliminarMenudo relato, y le has puesto color y olor, te ha quedado igual que la realidad. Secundo los apelativos de Eduardo para el salvaje. Genial. Un beso.
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EliminarHola Sigrid. Aquí sigo, celoso del Capitán.
EliminarApelativos reales y merecidos, para un indeseable.
También me apunto al homenaje, yo me pido Goliath. Bromas aparte, tu relato narra algo muy serio, el drama de una mujer que escapa de su acosador, un verdadero monstruo guiado por el instinto, en su cerebro no cabe el respeto Ella teme, además, esa ira que él mismo cita, sabe que su palabra no vale nada, lo mismo que sus promesas, como las del lobo en el cuento de los siete cabritillos. No solo tratará de consumar lo que pretende, hay muchas posibilidades de que lo lleve a cabo con violencia. Es esa mujer quien debe y merece hacerse una promesa firme: huir y denunciar de ese depredador.
ResponderEliminarUn relato duro, acorde con la realidad que refleja, demasiado presente.
Un abrazo, Crispín
¡Ya estamos todos!
EliminarAsí es, son dos los protagonistas, el maltratador y la víctima. Desgraciadamente son muchas las veces que el primero es más poderoso.
Siempre agradecido por tus comentarios.
Continuando con los homenajes y la broma, aunque creo recordar que yo era más del Jabato, así que me pido a Fideo. Con tu texto me ocurre algo curioso. El primer párrafo, con ese "recuerdo", me da la impresión de que ha ocurrido en tiempos pasados, porque haya podido escapar la maltratada o por otro motivo, por lo que me "sorprende" el segundo, con ese "sabré convertir mi ira en recuerdo". Yo hubiera imaginado lo contrario: convertir el recuerdo en ira, con todo, con todo lo que eso puede suponer de amenaza. Me ha gustado, Crispin. Suerte y saludos.
ResponderEliminarHola Fideo.
EliminarEn estas situaciones, desgraciadamente la víctima habla del pasado con le esperanza de que no vuelva a ocurrir, pero mientras haya ira volverá. Después el recuerdo doloroso o no, con arrepentimiento o sin pena, pero ya no cabe la ira, ella, o el alcohol, o un mal día, o la sociedad, siempre pueden ser los receptores de la culpa y, por tanto, del remordimiento.
Es una escena brutal. La víctima, encerrada y maltratada y el acosador moviéndose entre la ira y el derecho a creer que ella le pertenece. Estamos ante otro lobo hombre depredador de una Caperucita mujer. Tantas veces se repite esta historia en nuestro entorno... ¿Cuántas víctimas se necesitan, si es que se trata de números, para que reconozcamos que estamos ante uno de los problemas sociales más graves de nuestra "civilización"? Decía Galeano que el odio del hombre hacia la mujer (y no importa que a veces esté disfrazado de amor) no es más que el miedo del hombre ante la libertad femenina.
ResponderEliminar¿Hay alguna especie animal en la que el macho maltrate y extermine a las hembras? Quizá las que consideramos bestias sean más "civilizadas".
Un micro muy bien ambientado, con personajes que ya son arquetipos. Un fuerte abrazo, Crispín.
Gracias por tu comentario, Carmen.
EliminarA Galeano siempre hay que escucharlo.