Reglas de urbanidad
No se habla con la boca llena. Debes masticar seis veces antes de tragar. Límpiate los labios antes de beber. No abandones la mesa sin permiso del anfitrión. No comas hasta que estén todos servidos.
A pesar de la miseria que adornaba su entorno, cumplió las normas. Murió de hambre.
A pesar de la miseria que adornaba su entorno, cumplió las normas. Murió de hambre.
¡Vaya golpe en la dos últimas palabras, Fernando! Buenísimo. Me ha encantado.
ResponderEliminarUn micro genial.
Abrazos.
Pablo
Muchas gracias, maestro.
EliminarTú sí que eres genial.
Un abrazo.
Hola, Fernando.
ResponderEliminarEl exceso de virtud es la peor de las virtudes. Él o la protagonista llevan las normas de urbanidad hasta las últimas consecuencia. Seguro que no tiene gases, no. Me gusta mucho tu micro. Y está muy muy bien escrito. Esa sucesión de puntos ortográficos semeja, a mi humilde entender, los platos que se fuesen sirviendo en un banquete. Un abrazo grande, como tú, amigo.
Muchas gracias, amigo Eduardo. Me he pasado un fin de semana espectacular en Barcelona saltándome todas las normas y abusando de puntos ortográficos que, como dices, preludian los platos de un banquetazo. El régimen tendrá que esperar.
EliminarAbrazotes.
La educación y las buenas maneras en la mesa nunca están de más y son de agradecer. Si además, van acompañadas de las necesarias viandas para sobrevivir, mejor todavía.
ResponderEliminarSerá el subconsciente motivado por tu relato, o tal vez la hora, pero me acaba de entrar hambre.
Un abrazo grande, Fernando
Tienes razón, Ángel, aunque en cuestiones de hambre... Entre calçots, botifarres, xai, escalivadas y cocas de vidre creo que voy a reventar. Qué bien se come en Barcelona. Pufff...
EliminarUn abrazo, Superángel.
Lo hizo con dignidad. Un beso.
ResponderEliminarSí. Eso que no falte.
EliminarUn beso, Maite.
Fernando, me ha gustado mucho tu relato. En cuestiones de moral es el uso práctico de la razón quien tiene la última palabra. Un saludo y suerte.
ResponderEliminarMe alegro mucho, Smokey. Se ve que esta persona no usaba mucho la razón.
EliminarUn beso.
Siempre la cuestión del equilibrio. Lo que los antiguos griegos llamaban la "sofrosine",que combinaba idealmente la prudencia y la moderación. Tan nefasto es desconocer que las relaciones entre las personas precisan ciertos códigos de conducta, como extremar el normativismo, anulando un libre albedrío que es inherente al ser humano.
ResponderEliminarMuy interesante tu relato, y estupendamente redactado.
Un abrazo, amigo.
Muchas gracias por tu acertada digresión, Rafael. Es difícil encontrar hoy en día mucha gente que cultive la "sofrosine", más bien lo contrario...
EliminarUn abrazo.
P.D.: Eché de menos hablar más contigo en la última quedada. Cada vez somos más, y el tiempo es el mismo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarLo mismo te digo, amigo...Me hubiera gustado charlar sobre el grupo Letras de Parnaso contigo.
EliminarEspero que haya alguna otra ocasión.
La dignidad alimenta el alma, pero no la barriga. Pobre protagonista. Buen micro con impactante final. Un abrazo, Fernando.
ResponderEliminarCierto, Novelera anónima. Que se lo digan a don Alonso, o al Lazarillo, o a Pablos, o a...
ResponderEliminarUn abrazo.
La norma es un estado de sitio al por mayor. Y tiene sus garantes en los modelos que nos gobiernan, las religiones que nos asisten y en el contexto socioeconómico que nos ampara. Cada cual en su lugar y los poderosos haciendo suyo el lugar de todos, aunque se mueran de hambre. Ahí me lleva tu relato, Fernando. A la reflexión que nos deja ese toque de ironía que, como un recorte del maestro en la faena, pide la ovación desde los medios.
ResponderEliminarY no sigo, que no me quiero poner espeso y he hecho voto de contención y brevedad en los comentarios para este ejercicio. Además, he dejado a Viviana con Jérôme en el apartamento que heredó de François, y no me fío de que encuentren la pista cierta y acaben descubriendo el secreto mejor guardado de mi pinacoteca.
Genial trama la que has creado que nos envuelve en un desarrollo que fluye ágil, dinámico, entretenido e interesante. Además, me parece una obra que guarda un plus cinematográfico que no van a tardar en descubrirle, sobre todo si la atisban en el país vecino. Te deseo todo el éxito que atesora, solo necesita que se den las condiciones adecuadas para que el vuelo le sea propicio, todo lo demás ya está puesto de tu mano. Enhorabuena.
Fue, nunca mejor dicho, un gran regalo conocerte, Fernando. Un abrazo.
¡Guauuu, Manuel!
ResponderEliminarMe produce doble alegría leer tu comentario, por el micro y por «La Falsa». Respecto al micro, acertadísima reflexión metafórica que explica perfectamente el sentido del relato. Me ha gustado mucho y la comparto. Sobre la novela, solo te diré que no dejes sola a esa pareja por tu casa, no vaya a ser que te la pongan patas arriba. Yo te he advertido, tu verás... Ah, y muchísimas gracias por esa predicción cinematográfica, aunque me temo que es más difícil cumplirla que aquella predicción meteorológica que auguraba sol y calor en Irún en pleno mes de enero.
Espero que nos volvamos a ver pronto. Un abrazo.
Sacadas de su contexto natural esas normas pueden tener fatales consecuencias. Singular manera de poner en evidencia, llevándola al absurdo, la dolorosa e injusta realidad.
ResponderEliminarEnhorabuena y un abrazo, Fernando.
Muchas gracias, Enrique. Aunque parezca mentira, mucha gente pasa hambre, incluso algunos que lo hacen cumpliendo normas de urbanidad.
EliminarUn abrazo, campeón.
Unas mínimas normas hay que guardar, por respeto ajeno, pero es evidente que si se observan todas con tanto celo se pierde la libertad. Lo cruel es morir de hambre en un mundo de opulencia.
ResponderEliminarCuánto me alegré de poder asistir a la magnífica presentación de tu Gioconda en Barcelona, Fernando. Ya veo que en esto del comer diste buena cuenta de la gastronomía tradicional. Un beso.
Libertad, normas, respeto, opulencia... Menos mal que solo son palabras, ¿verdad? Aunque, según en boca de quién, suenan de manera diferente... Qué complicados somos los seres humanos.
EliminarMuchas gracias a ti, por asistir a la presentación. ¡Casi ganas el concurso Doremicros, hubo que desempatar! me alegró mucho veros a ti y a Carme, el «Camarote» ya forma parte de mi familia.
Y de comer... Uf, ni te cuento. Se me hace la boca agua.