Síndrome de Diógenes
Comenzó a coleccionar corchos como una simple manera de saber cuántas botellas de vino se consumían en su casa. Más tarde lo hizo por impresionar a las visitas. Hoy día también los recoge del suelo de tabernas, de mesas de restaurantes, los roba descaradamente, porque es ya una obsesión incontrolable.
Hola, Juan.
ResponderEliminarOye, es verdad, empiezas con una tontería de nada, un corcho y luego, hala, a apilar se ha dicho. Con lo agustito que viven los japoneses en sus casas minimalistas. Buen texto, se estira, se estira y... Un abrazo.
El síndrome me parece aún más tremendo, si solo son corchos de las botellas...pero es una obsesión la de tu personaje, no quiero imaginar su casa. Un beso.
ResponderEliminarTu "diógenes" envolvió su necesidad de aparentar con una pulsión enfermiza. Triste enfermedad que lleva a la soledad íntima, en su último estadio.
ResponderEliminarBuen relato, Juán
Un saludo
Gracias, amigos. La inspiración me llegó cuando descubrí dos corchos en mi bolsillo. Ha sido una terapia...
ResponderEliminarBueno, pues ya sabes... A evitar las tentaciones. La verdad es que esa es una enfermedad terrible. Buen micro el tuyo. Un saludo. Gloria
ResponderEliminarBueno nadie es perfecto. Debería de construir cosas con esos corchos y reconvertir su TOC en algo práctico. Lo mismo hasta puede ganarse así la vida. 😉😀
ResponderEliminarUn abrazo.
El otro día me fijé que mirabas con especial atención el corcho de la botella que nos bebimos. Ahora entiendo el motivo.
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