Cicatrices
Me entregaron al viejo Ranjit, pero me negué. Libre nací, no enjaularé mis emociones con barrotes de sumisión ni defraudaré mi libertad; cierro los ojos y espero el ácido.
Con la mercancía desfigurada, carente de valor y desterrada de cariño, cicatrizo mi corazón y cruzo el horizonte buscando mis sueños.
Con la mercancía desfigurada, carente de valor y desterrada de cariño, cicatrizo mi corazón y cruzo el horizonte buscando mis sueños.
Duro y muy real. Tener que "aceptar" una venganza irracional por defender lo que tendría que ser su derecho. Ser libre. Para vivir, para elegir.
ResponderEliminarNos cuesta entenderlo.
Muy buen micro.
Un saludo.
Hola, Salvador.
ResponderEliminarLas cicatrices no curan el mal, canta Luis Eduardo Aute. Y tiene toda la razón. Ese nombre, me suena a la india, un majarash o algo así. La India y la droga... La búsqueda de los sueños, la libertad, esa bendita utopía que no deberíamos sacrificar por nada. Un magnífico texto. Mi más muy enhorabuena y un abrazo grande.
Esta mujer no ha tenido otra salida que desfigurar su rostro para no resultar atractiva y ser rechazada por aquel a quien iba a ser vendida, como una mercancía. Un sacrificio muy alto, sin duda, pero menor al que le aguardaba durante un tiempo prolongado.
ResponderEliminarDe una situación dura y sin salida, tu protagonista toma una opción con todas las consecuencias y, lo más importante, mira hacia delante con esperanza e ilusión pese a las cicatrices. La vida le puso a prueba y ella fue valiente, incrementando su belleza interior, que seguro alguien sabrá apreciar.
Un abrazo, Salvador
Espeluznante el contenido de este relato, Salvador. Imagino a la protagonista casi una niña en cuerpo y rostro, pero con una entereza y una dignidad que sobrecogen. Si solo fuera literatura, uno se sentiría pagado por el choque de trenes emotivo que son capaces de crear cincuenta palabras, pero lo más lacerante es pensar que esto pudiera ser una situación real que se esté dando en este momento.
ResponderEliminarMe ha impactado tu relato, Salvador. Un abrazo.
Salvador, un relato excelente. Cuantas una realidad, dura, pero que ocurre en ciertas culturas de nuestro mundo actual.
ResponderEliminarLa entereza y valentía de tu protagonista, que sacrifica su belleza por mantener su libertad.
Tu párrafo final es genial.
Muy buen relato, Salvador ,felicidades.
Un abrazo.
Hola, Salvador, de nuevo.
ResponderEliminarHe situado bien el escenario, pero me he despistado con el "ácido", sulfúrico, supongo. Los compañeros, más sagaces, me han situado en la línea interpretativa correcta. Tu texto es impecable. La edad no perdona, en mi caso, o el exceso al que no sé sustraerme. Otro gran abrazo.
Brutal, Salvador, me quedo sin palabras.
ResponderEliminarCoincido con las interpretaciones que se dan por aquí arriba.
Te mando mi enhorabuena por este relato tan bueno, con un beso.
Malu.
Es terrible que una mujer -tal vez una menor- se someta al dolor que la desfigurará para siempre con tal de conservar su libertad. La venta de niñas a hombres adultos para el matrimonio es una práctica común en algunas culturas. Todos hemos visto las grotescas imágenes de varias parejas de recién casados y se nos revuelven las entrañas y la conciencia.
ResponderEliminarUn excelente relato contra la injusticia, Salvador. Besos .
Tremendo. Solo de pensar la enorme cantidad de mujeres, casi siempre todavía niñas, que son entregadas como "esposas" a viejos que las tratan como criadas y esclavas sexuales, produce escalofríos. Es una realidad aborrecible y más cuando aquellas que se niegan son marcadas o asesinadas a manos de esos miserables o las de sus propias familias. Gran micro, Salvador. Felicidades y un beso.
ResponderEliminarTremendo y todavía real. Un gran micro.Un beso.
ResponderEliminarUn micro de primera, Salvador. Has elegido las imágenes adecuadas para apresarnos en tu historia.
ResponderEliminarSuerte y un abrazo
Terrible historia contada de forma magistral.
ResponderEliminarSuerte.
Qué micro tan impactante, Salvador, porque la historia, tan brutal, no hace más que reflejar una realidad cotidiana en algunas culturas y porque has elegido brillantemente las palabras adecuadas para que el relato nos llegue con la fuerza de un puñetazo.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Un abrazo.
La libertad suele acarrear su defensa. Y si es bajo la forma de opresión a la mujer, adopta tintes muy trágicos...
ResponderEliminarValiente relato.
Un saludo, Salvador.
Micro-denuncia de calidad. Muy, muy, muy bueno. Buenísimo.
ResponderEliminarEnhorabuena Salvador
No tengo palabras... Es brutalmente impactante. Enhorabuena por dar vida a tan cruda realidad con un micro que enmudece a quien lo lee.
ResponderEliminarSaludos, Salvador
Un duro micro que denuncia una terrible realidad. Esta chica es muy valiente y ha tomado una tremenda decisión para no estar esclavizada. El precio para lograr su anhelada libertad es altísimo, desfigurar su belleza con ácido.
ResponderEliminarLeo que el nombre de Ranjit en hindi significa "victorioso en la batalla". Al menos esta, la ha perdido. Deseemos que haya muchas mujeres valientes como la protagonista, sin tener que llegar a ese extremo, que se nieguen a ser utilizadas como objetos sexuales y logren con su lucha cambiar las cosas. Ojalá, pequeños gestos como este (me refiero al micro) sirvieran para hacer reflexionar a alguna de esas mentes perversas. Felicidades, Salvador. Suerte y abrazo.
Salvador, un micro que encierra una terrible realidad. Lo has contado con mucha delicadeza. Demasiadas mujeres han sufrido ataques de ácido por no enfrentarse a los hombres y a la tradición.
ResponderEliminarMuy buen micro, enhorabuena.
Besos.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMuchas gracias a todos por vuestros comentarios. Escuché, en la radio del coche, el testimonio de una joven india que me impactó. Había sido rociada con ácido sulfúrico por el pretendiente despechado, con la complicidad, por inacción, de su propia familia. La historia golpeaba mi mente, y en el trayecto, aun con la posibilidad de un accidente in itinere, el micro quedó embastado. Parece mentira que en pleno siglo XXI puedan suceder atrocidades semejantes. El relato, con vuestra ayuda, es un pequeño homenaje a esas mujeres que gritan ¡libertad! Muchas gracias, de nuevo, por vuestras amables palabras. Un abrazo.
ResponderEliminar