Paseándose por la historia
El capitán fascista no daba crédito alguno: aquel rojo sonreía sardónicamente ante el pelotón. Ignoraba, era evidente, que el sentenciado ya había vivido situaciones similares. En el Coliseo. En la Granada nazarí. Con la temible Inquisición. En 1779 o en la más reciente Gran Guerra... Ese era su sino inmortal.
Hola, José.
ResponderEliminarBuen paseo (irónicamente hablando) el de ese inmortal por fechas y épocas oprobiosas para la historia de la humanidad. Sonríe porque ya está acostumbrado. No hay que darle a la autoridad carente de auctoritas (quien mueve a la obediencia por convencimiento) y detentadora tan solo de potestas (poeder coercitivo), no hay que darle el gusto de arrugarse al ir a ser "injusticiado" o "desajusticiado". Buen texto. Un abrazo fuerte.
Buen relato y bien llevado, amigo Jose Antonio. Quien iba a imaginarse que el sentenciado nunca cumpliria su sentencia. Abrazos.
ResponderEliminarUn hilo mágico cose las muertes de este personaje inmortal a lo largo de la historia. Un feliz hallazgo narrativo para contarnos que de alguna forma la historia se repite, que hemos muerto muchas veces ya, una al menos en cada época, y que de esa sangre mortal se genera el vínculo inmortal que renueva la vida frente al tiempo que, realmente, es el único pelotón que acabará ajusticiando nuestras ansias de inmortalidad.
ResponderEliminarUn micro que es una gozosa tournée histórica. Un fuerte abrazo, José Antonio
Oh, inmortal y héroe romántico. Este personaje merece más madera, Sr. Barrionuevo. Cuéntanos más sobre él, por favor.
ResponderEliminarAplausos de una admiradora.
Los perdedores que reciben la pena máxima tienen algo común en todas las épocas, demuestran que el hombre es el mismo antes y ahora, un ser incapaz de hallar la paz, que pelea, lucha, sufre y hasta pierde la vida antes de tiempo por una causa que, antes o después, fracasa. Si hacemos una lectura literal de este relato se podría decir que nadie sobrevive después de muerto varias veces a lo largo de muchas décadas, pero la interpretación es otra, a mi modesto entender creo que podríamos estar ante una alegoría que enseña que los hombres cambian poco, no evolucionan aunque lo parezca, nunca escarmientan, vuelven a enfrentarse una y otra vez, esa es su naturaleza y su condena. Como sabes mejor que nadie, la RAE define risa sardónica como "contracción de los músculos de la cara que da a la persona aspecto de estar riéndose". Se trata de una postura falsa, afectada, que confirma que la Humanidad no es capaz de superar esa tendencia a destruirse a sí misma. Como en el relato que acabo de leer de Eduardo, la risa o la sonrisa son una pose que enmascara una realidad que no es ninguna broma. Entre los dos me estáis haciendo pensar y eso está bien.
ResponderEliminarUn abrazo, José Antonio
Inmortalidad ya para este excelente micro!!!!!
ResponderEliminarFelicitaciones José Antonio
Poco tengo para aportar, ya te han dicho los compañeros. Un beso.
ResponderEliminarMe sumo a los aplausos de admiración que te envían ahí arriba. Buena idea y buenísimo desarrollo.
ResponderEliminarSaludos
Es ser humano, sea de cualquier época color e ideología es eso. Lo que tu nos has reflejado en este relato.
ResponderEliminarCambian las formas pero no el fondo.
Suerte, José y un saludo
Muy buen micro.
ResponderEliminarSuerte. Un saludo.
Verdugos que intentan ganar la batalla de la razón, sin comprender que siempre habrá alguien que luchará por la justicia y la libertad. Muy bueno, José Antonio. Un abrazo.
ResponderEliminar¡N.H.J.M.! (1) Siendo inmortal, ya podrá estar en los momentos más álgidos de la historia, incluso desafiando de frente a la muerte. Quizás lo hiciera por aburrimiento de vida. Yo tb lo haría, a ver si en una de esas, aunque fuera por error, se acababa la condición de aburrida y desesperante inmortalidad.
ResponderEliminarMuy bueno tu relato, amigo Barrio.
NOTA (1): N.H.J.M.: Nos ha jodido mayo
Un abrazo, Barrio.
A este pobre "inmortal" siempre se lo cargan. ¿No ha tenido ninguna muerte tranquila, en su cama? Pues no se yo, si así, querría ser inmortal.
ResponderEliminarAhora que su sonrisa me encanta (es que la he visto).
Muy bueno!! Besos.
Lo mejor que te puedo decir es que me hubiera gustado escribirlo yo. ¿Hay mayor elogio? ;) Felicidades!!!!
ResponderEliminarExisto, luego soy eterno. Es mi lectura que, dichosa, aplaude tu micro.
ResponderEliminarPor eso no quiero yo la inmortalidad...¡Sufrimiento perenne...! Quita, quita...
ResponderEliminarMuy bueno, amigo José Antonio. Un abrazo.
Realmente sería maravilloso poder vivir múltiples vidas en múltiples tiempos; eso sí, para enmendar los errores, para no ser carne eterna de dolor y sufrimiento. Mucho ofrece este micro para la reflexión.
ResponderEliminarSaludos anonimamente reflexivos
Un héroe se pasea por los momentos más dolorosos de la historia, repitiendo su enfrentamiento con el poder, defendiendo la libertad humana y condenado a morir. Por eso ríe, la historia se repite y en nada parece que hayamos evolucionado. Siempre la misma lucha entre el principio de autoridad y el principio de libertad. Soberbia la figura de este eterno perdedor, José Antonio.
ResponderEliminarMe ha encantado el micro. Enhorabuena y besos.
José Antonio, qué valiente se siente tu protagonista al saberse inmortal. Así cualquiera... jajaja.
ResponderEliminarBuen micro. Enhorabuena.
Besos apretados.
Tu micro es un verdadero ejercicio de oficio, imaginación y buen hacer.
ResponderEliminarTomar un personaje por el que se coge simpatía desde el primer renglón y pasearlo por instantes de la historia en que la sinrazón de la guerra reinaba gracias a su inmortalidad, hace inmortal al autor.
Inmenso, paisano.
Un abrazo.
Pablo
Un paseo, desde mi punto de vista, muy poco gratificante, así que con ese sino, si me diesen a elegir, me quedaba como estoy y para otro la inmortalidad. :) Felicidades por el micro, José Antonio y un beso.
ResponderEliminarEsos paseos por la historia suelen ser un horror, pues, como muy bien vas contando a lo largo del microcuento, las situaciones se repiten, y la consecuencia siempre es la misma: la muerte violenta del protagonista.
ResponderEliminarTal es así, que ya se ha acostumbrado y, como aquel famoso personaje de nombre Rodrigo que afrontó la muerte con desdén y valentía, y dio lugar al dicho de “tener más orgullo que Don Rodrigo en la horca”, sonríe sardónicamente ante el pelotón.
Desde luego que tal destino no parece envidiable, más bien parece el castigo de un dios al estilo de los que sufren Sísifo, Prometeo o Tántalo en la mitología griega.
Aparte de eso, tu personaje puede servir de símbolo de la violencia que nos caracteriza, como si a él le hubiese tocado en todas sus vidas las de perder, la de acabar siendo la víctima de unos fanatismos o de otros, nunca los mismos, pero con un mismo resultado: su muerte violenta.
Y eso es bastante desalentador, pues da a entender la hipocresía de toda idea dominante, de toda creencia triunfadora que se envuelven en su poder y su impunidad para dar rienda suelta a algo mucho más oscuro y siniestro que lo que dicen defender, a una sed de sangre, a un odio monstruoso que exige, como una pira, constantes leños para seguir ardiendo, y no en vano ha salido por ahí la Inquisición.
Ya dijo Joyce, en el Ulises, a través de uno de sus personajes, que la historia era una pesadilla de la que intentaba despertar. Ver imágenes de lo que está ocurriendo en Siria te amarga el día. Y alguien de quien ahora no recuerdo el nombre, probablemente, George Steiner, dijo que Kafka se hundió de lleno en esa pesadilla, por eso es el autor más profundo del siglo XX
Enhorabuena José Antonio por este gran microcuento. Un abrazo.
En primer lugar, pediros sinceras disculpas por no responderos uno a uno. También por no prodigarme con la frecuencia que quisiera por la web, comentando, si no todos, la mayoría de los relatos que se publican durante el mes, porque cada uno de ellos es excelente. Y la participación va a más. Ya lo siento de corazón.
ResponderEliminarLuego, en segundo lugar, agradeceros con toda la sinceridad que me cabe, vuestros comentarios. Os confieso que me dejáis maravillado con vuestras palabras, tan amables y cabales. Ya, el simple hecho de deteneros en trasladar vuestra opinión a mi humilde cincuenta bien merece mi gratitud, pero de la manera en que lo hacéis merece que esa gratitud vaya multiplicada por diez o por más. ¡Y además con tantísimo acierto sobre lo que quise trasladar con mis cincuenta palabras!
Estar aquí, en esta familia literaria, colma cualquier deseo personal. Así lo veo y así lo siento. Y como lo siento, lo digo (escribo).
Un abrazo a todos, cincuentistas. A quienes conocí en persona y a quienes quisiera conocer. Y siempre, siempre, nos seguimos leyendo. Y cuando se pueda, comentando.
Gracias, de verdad.