Como montar en bici
He tenido a bien acercarme. Resultaba raro porque aparenta mi edad, pero tras su enésimo intento fallido ha quedado en el suelo, desolado, junto a la bicicleta.
Cuando he llegado a su altura, rayano en la desesperación, se ha justificado:
—Y en cambio, a ella, ¡no soy capaz de olvidarla!
Cuando he llegado a su altura, rayano en la desesperación, se ha justificado:
—Y en cambio, a ella, ¡no soy capaz de olvidarla!
Hola, Ignacio.
ResponderEliminarDicen que cuando se ha aprendido a montar en bici eso ya no se olvida. Es mentira podrida: tú nos lo pones de manifiesto.
Lo que no se olvida es el primer amor, por muchos años que se tengan en la mochila. Buen texto. Un abrazo.
Gracias Eduardo, nadie dijo que fuera el primer amor, pero me gusta habértelo recordado.
EliminarUn abrazo.
Montar en bici y nadar son cosas que nunca se olvidan del todo según dicen y la mayoría hemos tenido ocasión de comprobar, sin que la voluntad intervenga y sin necesidad de entrenamientos o prácticas. A partir de esta realidad tan cotidiana, construyes un relato de lo más sólido. Si dicen que el tiempo todo lo cura y no es cierto en algunos casos, ni mucho menos, también puede cuestionarse lo de la bici. Llevar a cuestas un amor no correspondido es una dura carga que nada ni nadie puede aliviar.
ResponderEliminarUna buena idea y un buen desarrollo dan lugar a una buena historia como ésta.
Un abrazo fuerte, tío grande
Gracias, Ángel, podría decirte que a ver cuándo quedamos a dar una vuelta en bicicleta, pero casi mejor optamos por tomar unas cañas, que no me fío. No sea que se me haya olvidado...
EliminarUn abrazo.
Por favor, quitadme la tilde del título. No la lleva y resta significado al relato. ¡Gracias!
ResponderEliminar¡Perdón, perdón, perdón!
EliminarPerdonado.
EliminarParece que sin la tilde del título, que indicas que no debería aparecer, la bici es una analogía de un amor frustrado, difícil de conducir y de olvidar. Qué tristeza la de esos amores no correspondidos que se arrastran toda una vida.
ResponderEliminarMuy bueno, Ignacio. Besos.
Gracias Cecé, me alegro de que te guste.
EliminarPd. Le viene bien no haber estado expuesto junto a uno de tus cuentos, que empequeñecen todo lo que cae alrededor.
Besos.
Original micro de olvidos imposibles. Enhorabuena!!!
ResponderEliminarMe encanta tu originalidad al coger temas para los micros, que para colmo son muy buenos.
ResponderEliminarMe gusta mucho, sin la tilde o con la tilde, el título.
Abrazo, crack.
Pablo
No estaría nada mal poder elegir lo que recordamos, pero que nada mal. Me gusta tu micro.
ResponderEliminarSaludos.
Precioso relato, señor mío. El olvido está muy sobrevalorado; si los recuerdos inspiran textos como este, al cuerno se puede ir.
ResponderEliminarAbrazos de su admiradora.
Como es habitual en ti, un relato lleno de ingenio y originalidad, por no hablar de su sensibilidad. Ese modo en que lo resuelves me confirma en la idea de que en microliteratura resulta muy valioso conmover (más que sorprender o hacer reír). Claro que es muy difícil conseguirlo, si bien tú lo has hecho con creces.
ResponderEliminarEnhorabuena, Ignacio.
Un abrazo.
¡Cuánta ternura! Hay cosas que nunca se olvidan y una de ellas, como nos cuentan, no es precisamente el montar en bici. Precioso, Ignacio, felicidades. Un beso.
ResponderEliminarLa fuerza de un sentimiento está por encima del olvido. El tiempo resta habilidad, pero regala recuerdos, aunque en este caso se trate de recuerdos con cierto amargor.
ResponderEliminarMe ha encantado la historia, Ignacio, pero el planteamiento, aún más.
Enhorabuena.
Un abrazo.