El reclamo perfecto
Mi cuñada Lupe imitaba tan bien a los jabalíes que resultaba imposible diferenciar sus gruñidos. Durante años colaboró generosamente en todas nuestras cacerías, y seguro que lo seguiría haciendo de no ser por aquella mañana en que mi tío Luis —excelente tirador, por cierto— olvidó en casa sus gafas graduadas.
Los accidentes suceden y todos entramos en las estadísticas, aunque hay prácticas, como la caza, o conducir, que conllevan un peligro cierto y adicional, superior al simple hecho de existir, que ya es en sí un factor de riesgo. El refranero, siempre sabio, dice que las armas las carga el diablo y quien con fuego juega, se quema. Al final, los jabalíes han tenido su venganza. La experiencia demuestra que ni siquiera la perfección está a salvo del infortunio. Cuando las cosas tienen que suceder todo se confabula para facilitar el terreno.
ResponderEliminarUn relato de fino humor negro del que se pueden extraer diferentes lecturas que van más allá de la mera anécdota.
Un abrazo fuerte, Enrique
Así es, Ángel; tal como tú lo dices. Hay tragedias que ocurren de manera fortuita, si bien la suma de ciertas circunstancias pueden favorecelas. Eso no quita el que en este caso los jabalíes hayan quedado vengados en una suerte de justicia poética. Muchas gracias por tus palabras, generosas como siempre. Quizá este relato no pase de ser una mera anécdota, simpáticamente negra en mi intención.
EliminarUn fuerte abrazo.
Y al final se escuchó un gruñido de dolor que hizo al tirador llorar por el recuerdo de los juegos con su sobrina.
ResponderEliminarSin duda este desenlace resultó doloroso para todos, especialmente para el que apretó el gatillo. Tu lectura aporta una interesante interpretación.
EliminarMuchas gracias, Ricardo.
Saludos.
Madre mia, Enrique, una historia que da que pensar. Yo, que estoy en contra del maltrato al animal, no he podido por menos de imaginarme la escena. Se sabe de accidentes del mismo calibre. La historia tiene su toque de humor negro, quizas para suavizar el tema. Es un micro excelente, Enrique. Te mando un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu lectura y generosa opinión. He querido plantear una situación tragicómica, aunque es cierto que situaciones similares se producen con frecuencia, y supongo que no habrán tenido mucha gracia. La caza, ya de por sí, tiene bien poca. Comparto tu sentmiensen hacia los animales.
EliminarUn abrazo, Carmen.
Sentimiento*
EliminarHola, Enrique, amigo.
ResponderEliminarSiendo como eres muy inteligente y gran escritor, hay en el texto más chicha de la que parece. El título nos sitúa en la peripecia: un reclamo. La pobre Lupe imitaba a la perfección el gruñido de los jabalíes y era utilizada por la partida de cazadores como reclamo para atraer a los animales a la zona de tiro. Un cebo, si se tratara de pesca, vamos. Lupe colaboraba "generosamente". El adverbio no puede estar ahí colocado en plan soso, evidencia que el reclamo lo era también para los cazadores, una suerte de canto de sirena, y en especial para con el tío Luis. ¿Qué pasaría después de las cacerías? Va ser que Lupe se entregaba por completo, en especial al tío Luis. ¿Por qué se olvidó de las gafas graduadas aquella mañana? ¿Descuido? Pues todo apunta a que fue con premeditación y alevosía. ¿No sería que la sobrina se negó a según que cosas con los cazadores o con su pariente, luego de la última cacería? El texto es abierto y, como se ha señalado, con dosis de fino humor negro. Es un microcuento, por lo demás, muy muy bien escrito. No me queda más que darte mi más muy mayor enhorabuena y un abrazo así de grande y de entrañable.
Tus palabras me resultan tan entrañables como ese abrazo, si bien temo haber defraudado con mi relato tus expectativas hacia mí. Los hechos que cuento, segu veo, pueden tener muchas y muy interesantes lecturas, algunas, como esas que apuntas, más que la que yo pretendía, y que no va más allá de lo que se muestra, en mi opinión una breve comedia ligera sin más objetivo que provocar algo de divertimento.
EliminarMuchas gracias por todo, amigo Eduardo.
Otro abrazo igual de grande y entrañable.
Amigo Enrique, me he partido de risa con tu micro.
ResponderEliminarLa cosa es que yo la única interpretación que le veo es una historia de humor muy fino, algo negro, sobre todo para Lupe, y muy rica en matices al mostrar al narrador impasible, contando una anécdota más de la vida con un tono de solemne seriedad, lo que, bajo mi punto de vista, le da un plus.
Lo dicho, que me he parido de risa y se agradece que de vez en cuando aparezca un micro de los más difíciles de resolver: de humor, que cuente una buena historia y no se quede en un mero chiste, en definitiva, tan bien ejecutado como este.
Enhorabuena.
Un abrazo.
El jabalí que se salvó gracias al olvido de las gafas y al reclamo de Lupe.
Estimado jabalí, cómo me gustaría que tu reacción ante este sencillo relato llamase la atención sobre el cruel sinsentido que supone la caza. Ya va siendo hora de que el hombre deje de sentirse el centro de la naturaleza.
EliminarEn cuanto a lo que dices de su intención llevas toda la razón. Quizá sea el resultado de la influencia que tuvieron en mi cabeza los muchos tebeos que leí de niño. Me alegro bastante de que te haya resultado divertida.
Muchas gracias por todo, Pablo (que te he conocido, ;)).
Un abrazo.
Enrique, no sé como consigues contarnos una història y que todos veamos que hay otra entre lineas. Sutileza e inteligencia, es lo tuyo. Abrazos.
ResponderEliminarEso que me dices me alegra más de lo que crees, porque al contar relatos de este tipo siempre me lleno de dudas con respecto a lo que tengo que contar y lo que no. Por lo demás tus elogios son claramente desmesurados.
EliminarMuchas gracias, Pepe.
Un abrazo.
Sutil ironía.
ResponderEliminarUn beso.
Muchas gracias por tu lectura, Maite.
EliminarOtro beso para ti.
Trasnochar a veces merece la pena: puede uno toparse con un ocurrente relato que dibuje una sonrisa en el rostro... aunque tenga su toque de humor negrillo la historia narrada.
ResponderEliminarSaludos nocturnos
Me alegro mucho de haberte hecho sonreír, Mallen. El humor negro es un terreno delicado, pues siempre puede uno mentar la soga en casa del ahorcado por muy inocente que sea su intención. La de este relato sin duda es solo esa, la de buscar una sonrisa desenfadada.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu tiempo, y más teniendo en cuenta el cambio de hora, :).
Saludos trasnochadores.
Una situación que nos hace pensar sobre la sinrazón del placer en la muerte. Creo que ya somos evolutivamente mayores para replantearnos nuestra relación con la naturaleza. Humor para la reflexión, Me ha gustado mucho, Enrique. Un abrazo.
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo contigo, Salvador; ese necesario cambio de actitud por nuestra parte respecto a los demás seres vivos solo puede nacer de ese replanteamiento que dices, así como de su difusión a través de la educación. Solo con que nadie encontrara placer causando sufrimiento ajeno ya habríamos dado un paso muy importante.
EliminarMe alegro de que te haya gustado.
Un abrazo.
El humor inteligente, tenga o no matices negros (como en este caso) es una faceta de la escritura sumamente difícil de ejecutar con maestría. Enhorabuena por conseguirlo.
ResponderEliminarUn atento saludo
No estaba muy seguro de que este relato pudiera funcionar, por lo que palabras como las tuyas, aunque eso de la maestría me quede muy grande, me resultan doblemente gratificantes.
EliminarMuchas gracias por todo y otro atento saludo para ti.
Me imagino a la cuñada Lupe, con espeso bigote jabalino, maneras bruscas al caminar, algo ancha de caderas y propensa al sudor de gota gorda y a empinar la bota para aplacar la sequedad de garganta que provoca imitar los gruñidos. Poco más o menos que una Maritornes al servicio de esta selecta y rancia cuna, que mata sus preocupaciones de clase con entretenimientos de caza mayor.
ResponderEliminarDivertido hasta la risa y punzante hasta la crítica velada, aunque mordaz, según me parece, aunque nunca se sabe la intención de un autor, pues los microrrelatos no son de nadie cuando se publican, salvo del lector, que bien o mal, les da su interpretación y los termina.
Un fuerte abrazo, Enrique.
Qué bueno. Tú es que de imaginación andas bien dotado, Manuel (a la vista está la fabulosa descripción que haces de Lupe), y la cosa es que me encanta que hayas comparado al personaje con ese otro que me gusta tanto, como entusiasta que soy del Quijote. Por lo demás, no creas que he intentado decir más de lo que cuento, aunque, como tú bien dices, cualquier hecho que se muestre a los demás, por muy simple que sea, suele dar más de sí de lo que sería de esperar.
EliminarMuchas gracias por este gran regalo de tu amabilidad y de tu ingenio.
Otro fuerte abrazo para ti.
Seguro que las cacerías familiares sin la cuñada Lupe como reclamo ya no serán las mismas, y antes de salir con la escopeta en la mano todos se cerciorarán de que el tío Luis lleve las gafas puestas. ¡Cómo debía de ser la cuñada Lupe para que el tío Luis, por muy cegato que estuviera, la confundiera con un jabalí! Simpático micro, Enrique, felicidades. Un gran beso.
ResponderEliminarMuy fina que digamos no era la muchacha (arriba el amigo Manuel ha hecho una fiel descripción de ella), aunque ya sabes lo que pasa con estas cosas, que se tiende a idealizar a los difuntos, y no son pocos los del pueblo que creen recordarla como una sílfide que imitaba el canto del ruiseñor.
EliminarMuchas gracias, Matri.
Otro gran beso para ti.
Creo que Lupe no solo imitaba a los verracos en sus gruñidos, también lo hacía en las reuniones familiares, y no estoy tan seguro de las dioptrías de Luis, una excelente coartada para deshacerse de la cuñada que solo era útil en los días de montería.
ResponderEliminarMuy buen relato, como todos los tuyos
Un abrazo
EliminarHay que reconocer que Lupe tenía unas costumbres que no podías ir con ella a muchos sitios si no era a cazar, pero también que era noble de entrañas y sencilla en sus gustos (se pasaba las tardes leyendo y comiendo bellotas). A saber lo que pasó, porque mi tío Luis, además de perder vista y memoria con los años, también se estaba volviendo un poco raro.
Muchas gracias, Irreverente Inadaptado. Miedo me da del día en que digas de soltar todo lo que llevas dentro, genio.
Otro abrazo para ti.
Un relato muy divertido, aunque no para la pobre Lupe, que no debió prestarse a ser reclamo en cacerías con el tío Luis cerca. Mejor le habría ido como colaboradora de ambientación en documentales de la fauna ibérica.
ResponderEliminarRepito, muy divertido además de excelentemente contado.
Un abrazo, Enrique.
Seguramente nadie pensó en esa posibilidad que apuntas. Otro gallo le habría cantado. Habría sido tan fácil como preparar un currículum y entregarlo en el lugar adecuado. Aunque a mi cuñada era para verla en acción.
EliminarMuchas gracias, Antonio. Es una satisfacción el que haya hecho resultado divertido, pues ese era su único propósito.
Otro abrazo para ti.
La pobre Lupe prestaba a esta familia, tan aficionada a la caza del jabalí, un prodigioso servicio. No podemos más que imaginarla de modo caricaturesco. La comparación con la Maritornes de la venta que ha hecho Manuel no puede ser más acertada. Por otra parte, algo se traía entre manos con el tío Luis, porque te aseguro que un miope nunca olvida sus gafas.
ResponderEliminarUn micro divertido y agudo en su ironía, Enrique. Un fuerte abrazo.
Conforme he ido leyendo vuestros comentarios, diría que me he ido convirtiendo en el observador de una escena en la que los rasgos de los personajes, así como las razones que los mueven, escapan a mi control. La descripción de Lupe que ha hecho Manuel me gusta hasta el punto de no poder imaginármela ya de otro modo. En cuanto a mi tío Luis, solo puedo decir aquello de “¡Pero qué engañado me tenía!”, . Buena observación la tuya con lo de las gafas; tampoco un cojo podría olvidar su bastón.
EliminarMuchas gracias por todo, Carmen.
Otro fuerte abrazo para ti.
A mí tu microcuento me lleva directamente a Berlanga, en concreto, a La escopeta nacional, esto en el plano jocoso, y luego, en un plano ya más dramático y triste a Los santos inocentes, con el personaje de Alfredo Landa haciendo unas funciones, similares a las de Lupe, para su señorito; el cual, como sabemos, paga su chulería y despotismo a manos de Azarías, cuya frase, “milana bonita”, ha quedado en la memoria de todos los cinéfilos, de los hispanos al menos.
ResponderEliminarY lo que ocurre en tu historia pienso que amalgama un poco las dos historias, pues la pobre Lupe que no creo que colaborase de buen agrado –vaya usted a saber cómo la convencieron y hasta la chantajearon para que aquella habilidad suya de imitar perfectamente el gruñido de los jabalíes fuese aprovechada por su cuñado y su panda de amigos o amigotes cazadores- acaba perdiendo la vida a manos de ese tío Luis que donde ponía el ojo ponía la bala, cual un Buffalo Bill redivivo, aunque eso sí, para ello tenía que tener las gafas puestas.
Por otra parte, esos accidentes no suelen ser tan inusuales en las cacerías, conocemos más de un caso. Y como estoy en clave cinematográfica, he recordado también la película de Carlos Saura, La caza, en la que esa actividad que se proponen practicar los protagonistas del filme acaba en una tragedia en toda regla.
En definitiva, que dentro de ese humor negro de tu microcuento se esconden unas cuantas críticas, sobre todo al género masculino, tan aficionado siempre a esas demostraciones de falsa bizarría y de exceso de brutalidad.
Mis aplausos y mi enhorabuena por todo ello, tocayo. Un abrazo.
Magníficas películas las que citas y con las que enriqueces el contexto de la historia y proporcionas además alternativas para completar el trasfondo de la misma así como el retrato de los personajes. Yo imagino a Lupe como alguien que disfruta sintiéndose útil, pero que de ninguna manera habría aceptado colaborar obligada en esas cacerías de carácter familiar. Claro que de verse en las circunstancia de Paco, el Bajo, su voluntad , como la de aquel, se habría visto bastante más condicionada.
ResponderEliminarEncantado como siempre de recibir estos grandes en todos los sentidos comentarios tuyos, Tocayo.
Muchas gracias y un abrazo.