¡Hambre!
—¡Quiero merendar magdalenas con chocolate!
—Cuando lleguemos a casa.
—¡No, ahora! Me apetecen ahora.
—A mí me apetecen muchas cosas y me aguanto.
—Pero yo tengo hambre.
—No puedes tener hambre, hace poco que has comido...
—En la próxima parada saque la plataforma para la silla de ruedas por favor.
—Cuando lleguemos a casa.
—¡No, ahora! Me apetecen ahora.
—A mí me apetecen muchas cosas y me aguanto.
—Pero yo tengo hambre.
—No puedes tener hambre, hace poco que has comido...
—En la próxima parada saque la plataforma para la silla de ruedas por favor.
Hola, María Luisa.
ResponderEliminarSin leerlo, ya te digo que un texto dialogado es de los más difíciles. El hambre no conoce de límites. De la comida a la merienda se da un lapso temporal a veces insoportable cuando el estómago vacío ya hace de las suyas. No era un capricho lo de ese niño o niña discapacitado. Esperemos que en la próxima parada del autobús haya próxima una pastelería o una cafetería o un bar. Seguro que sí. Buen texto. Un beso y feliz todo para ti siempre.
Un diálogo aparentemente trivial entre dos personajes... hasta llegar a esa frase final que sitúa al lector en un plano más profundo: las limitaciones que supone la discapacidad. Entonces, toma cobra pleno sentido aquello que pronuncia uno de ellos: "A mí me apetecen muchas cosas y me aguanto".
ResponderEliminarMuy buen micro; sencillo en apariencia, profundo en su mensaje. Enhorabuena.
Disculpa por error redactor: he puesto dos verbos "toma cobra" (sobra el "toma").
EliminarEn el diálogo aborreces al personaje infantil(?), malcriado e inaguantable. Pero todo cambia con esa última frase que golpea con la fuerza de lo inesperado. Muy buen relato, Mª Luisa. Abrazos.
ResponderEliminarGracias por vuestros comentarios, pero siento deciros que no habéis entendido el micro. Solo Pepe pone interrogantes...
ResponderEliminarlas sillitas de niños suben y bajan bien del autobús. Solo ponen la plataforma a las sillas de ruedas, que utilizan los mayores empujadas por los que los cuidan. Es una conversación verídica que escuché un día en el autobús. Al micro le falta el tono del hombre sentado en la silla y el de la mujer, posiblemente su esposa.
M. Luisa, por los diálogos parece que se trata de una conversación de un niño caprichoso con su madre, pero tu última frase da un giro a la historia y nos desvelas que se trata de un adulto. ¡Hay adultos que son peores que los niños, sobre todo cuando se padece alguna enfermedad como demencia senil.
ResponderEliminarMuy buen relato. Mucha suerte.
Besos apretados.
Da para poner la imaginación un niño caprichoso, un enfermo caprichoso, un niño con obesidad mórbida, un discapacitado..., pero de verdad que siempre niño. Menuda diferencia entre la realidad y lo que leemos. Un beso.
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