Llave maestra
No conseguía dar con la llave adecuada para poder abrir su corazón. Probó infructuosamente con varias de hierro, con otras de latón y hasta con alguna electrónica. Sin resultados satisfactorios. Pero, por fin, consiguió acertar con una muy fina, rectangular y de plástico que le habían dado en el banco.
Fino,ajustado y mordaz, el maestro, como siempre. Un abrazo, Rafa.
ResponderEliminarHola, Rafael, maestro, amigo.
EliminarPoderoso caballero es don don es don din don es don dinero. Al vil metal raramente se resiste algún corazón. Texto sarcástico: humor vitriólico. Y la chicha: real como la vida misma, Enhorabuena y un abrazo prieto muy prieto.
Manuel, Eduardo, gracias por vuestros comentarios. Algo de interés desinteresado siempre está cerca.
EliminarAbrazo apretao a los dos.
Sin ver la firma, sabía que este relato era tuyo, Rafa.
ResponderEliminarMe ha encantado, como casi todas tus historias.
Un fuerte abrazo, padrino.
Ahijado, siempre me precedes un par de pasos.
EliminarAbrazaco.
El vil metal, llave maestra que abre todas las puertas. Con independencia de su sexo, hay personas así, todos lo sabemos. Inquieta más pensar que todos somos así, si es cierto eso de que cada uno tiene un precio y no hay nadie que no acabe vendiéndose.
ResponderEliminarIncisivo y cachondo, marca de la casa.
Un abrazo, Rafa
Solo los muy baratos desconocemos nuestro precio. Por falta de ofertas, claro.
EliminarUn abrazo, amigo Ángel.
Siempre el dinero. Muy sarcástico. Un beso.
ResponderEliminarSiempre, aunque sea a crédito.
EliminarUn beso, Maite.
¡Buen relato, sí señor! Ya te he leído varias veces y siempre me gusta. Para abrir un corazón solo hace falta la llave adecuada...alguna habrá. Muy bueno.
ResponderEliminar¡Ya es suerte! No me leas más, no quiero decepcionarte.
EliminarGracias, Aurora.
Un beso.
Un relato mordaz, enarbolando el materialismo que impregna nuestra sociedad. Enhorabuena, Rafa. Un abrazo.
ResponderEliminarAlgún caso se da.
EliminarGracias, Salvador.
Abrazos.
Un micro de factura impecable.
ResponderEliminarAfortunadamente, no todos los corazones están en venta.
Saludos desinteresados
Gracias, Dakkotta.
EliminarNo por desinteresados son menos apreciados tus saludos.
Abrazos.
De tu microcuento se podría sacar algo así como una moraleja o un refrán que vendría a decir: dime con que llave se abre tu corazón y te diré quién eres.
ResponderEliminarDesgraciadamente, esa llave que nombras, y de la que casi todos solemos tener más de una en nuestras carteras, abre muchos corazones, y no sólo corazones; pero lo lacerante es que lo más sagrado que tiene el ser humano, su santuario más íntimo, pueda conseguirse no ya con los pesados doblones de antaño, sino con una pequeña tarjeta de plástico que hace que unas máquinas escupan billetes, y que permite pagar toda clase de objetos y caprichos, entre otras muchas cosas.
Mi anciana madre dice muchas veces: “¿Quién inventaría el dinero?” Creo que esa es una larga historia, pero como todos los inventos lo malo no son ellos en sí mismos, sino lo que nosotros, seres imperfectos y cuando no, retorcidos y malos, hacemos con ellos.
Por eso, la ironía, tanto con uno mismo como con los demás, es un lenitivo para esas tempestades que nos sacuden por dentro y que, a la más mínima, amenazan con desarbolar el barco de nuestra cordura, y tú, Rafa, la administras en sabias dosis.
Un abrazo, amigo.
Como siempre, tus sabias reflexiones superan en mucho las aspiraciones del relato. Y no precisamente porque puedas superar las cincuenta palabras.
EliminarGracias y un abrazo, Enrique.
Es increíble lo que una llave cutre de plástico puede provocar en el ánimo de según qué gente. ¿Todo el mundo tiene un precio? Me niego a creer que sí. Una vez más, un micro con ese humor tan incisivo y genial tuyo. ¡Felicidades, Rafa! Un beso.
ResponderEliminarGracias, Inma. Felicidades a tí que estás entre los mejores de marzo. Mucha suerte.
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