Metamorfosis
La impunidad que le otorgaba la máscara había finalizado. La iniquidad de sus rasgos desapareció junto al maquillaje por el orificio del lavabo. La toalla arrancó cualquier vestigio de criminalidad de su rostro. Cambió sus estrechos ropajes por una amplia túnica. El carnaval acabó.
Sonrió levemente. Ahora comenzaba la cuaresma.
Sonrió levemente. Ahora comenzaba la cuaresma.
Hola, Salvador.
ResponderEliminarUn delincuente que aprovecha las fechas claves. La de los carnavales, que le han brindado impunidad tras la máscara. Luego viene la cuaresma, y se presume que él no va a abstenerse de comer carne y derivados, proteínas y sexualidad. Intuimos qué tropelía se fragua en la mente del personaje, del vil polimórfico, tornadizo, versátil para el daño. Y qué es lo que no haría el día de San Valentín... Buen texto. Enhorabuena y un abrazo.
Has escogido un buen símbolo (la mascara). Ella lo cubre todo. Corrupción, fraudes y hasta desapariciones misteriosas. Luego, vendrá
ResponderEliminarel camino de la absolución e impunidad.
Suerte y saludos, Salvador.
Salvador, esta "metamorfosis" entre el carnaval y la cuaresma está muy bien contada. Desmenuzas perfectamente como cambia de atuendo y toma otra vestimenta. Yo interpreto que tu protagonista se vale del carnaval para hacer aquello que su verdadero ser le impide "moralmente" ya que pienso que tu protagonista es un sacerdote o cura o alguien relacionado con la iglesia. Esa sonrisa final lo delata.
ResponderEliminarMe ha gustado ,Salvador.
Un abrazo.
Yo lo veo más como una metáfora de la condición humana: en cada uno de nosotros cohabita el bien y el mal y sólo nos atrevemos a dar rienda suelta a este último tras una máscara.
ResponderEliminarLa hipocresía al poder.
Saludos
...quise decir "cohabitan"
EliminarParece que, al final, el hábito sí hace al monje. Quizá somos los ropajes que nos ponemos, nos adaptamos al disfraz más apropiado en cada ocasión, pasando de la violencia depravada a lo más espiritual y sutil. La versatilidad es una virtud, sin duda, pero también lo es la coherencia, que en este caso parece brillar por su ausencia. Como alguien dijo alguna vez, no es posible servir a dos señores.
ResponderEliminarUn abrazo, Salva
La naturaleza y la máscara. Planteas el doble juego que casi todos los seres llevamos en la vida real,pero incorporando unos aspectos singulares en este personaje cuyo desdoblamiento de rol y personalidad nos lleva al lado oscuro de la vida.
ResponderEliminarIntenso e inquietante a la vez. Un abrazo, Salvador.
Si es que la vida es un carnaval donde algunos enmascaran su verdadera personalidad. La de lobos con piel de cordero que he visto en mi caminar por estos mundos de Dios!!!!
ResponderEliminarMicro interesante y bueno, muy bueno, Salvador
Esa dualidad entre el ser y la máscara dan pie a una historia de criminalidad carnavalesca. Tu protagonista ha desatado sus instintos depravados protegido por la máscara. Ahora comienza la cuaresma y se metamorfosea para seguir el ciclo dd la vida, seguro de su impunidad. Tú micro, cargado de simbolismo, es una crítica a la hipocresía y a la corrupción.
ResponderEliminarMuy intenso y muy bueno, Salvador. Besos.
A través de tu relato creo ver por primera vez la paradoja que esconde este juego de los disfraces: bajo la máscara, al esconder nuestra identidad, hacemos impunemente aquello que tenemos prohibido, y al recuperar nuestro aspecto habitual adquirimos otro disfraz con el que ocultamos, en este caso, nuestra perversidad. Sumamente interesante tu relato, con el que además denuncias una de las caras mas despreciables de la corrupción humana.
ResponderEliminarEnhorabuena, Salvador.
Un abrazo.