Sí y no
Y se arrodilló ante un altar de flores rojas. Miró a la virgen y sonrió con desdén.
—Si tú supieras que me has fallado mil veces no te atreverías a volver jamás.
Camila caminó por la iglesia sin reparar en que al fondo se encontraba el sacerdote sonriendo con odio.
—Si tú supieras que me has fallado mil veces no te atreverías a volver jamás.
Camila caminó por la iglesia sin reparar en que al fondo se encontraba el sacerdote sonriendo con odio.
Hola, JM.
ResponderEliminarFlores rojas: pasión. Camila es nombre de flor. Una flor virgen a la que el sacerdote odia por no haber podido desflorarla. Así lo veo yo. Buen texto. Un abrazo.
Una escena brutal. Me has dejado sin aliento para seguir comentando.
ResponderEliminarBesito virtual, JM.
Los caminos del Señor son inescrutables, tan intrincados e incomprensibles como ese adjetivo parece indicar. Esta mujer se siente frustrada y ve tambalearse su fe al no hallar una respuesta fehaciente a sus plegarias y peticiones. Al final todo es cuestión de fe, pero algo tan etéreo es lógico que se encuentre en cuestión permanente. Quien tiene como oficio que le sustenta ser intermediario entre lo divino y lo humano es más lo segundo que lo primero y puede tener sentimientos negativos hacia quien se puede apartar del camino y ser, de alguna manera, su fracaso.
ResponderEliminarNo sé si habré acertado mucho, ya me dirás.
Un abrazo, JM.