Amadeus
Debido a la infernal tormenta de nieve, nadie se atrevió a ir al cementerio. El cortejo fúnebre lo formaron los enterradores y un perrito blanco. Mientras inhumaban a aquel difunto cuya música ya se expandía por las avenidas de la eternidad, el silbido del viento sonaba como un estremecedor réquiem.
La música del austriaco irrepetible la tenemos, él se encargó de hacerla inmortal. La escena recreada de su último adiós, sin los honores que le hubieran correspondido, la conservamos en la retina por la película del mismo título que tu relato. Faltaba una descripción en cincuenta palabras para que el conjunto se completara, palabras sencillas que confirmasen que alguien tan genial tuvo un final casi en el olvido, en una fosa común, sin ni siquiera un féretro, lo que contrasta con su legado eterno. La naturaleza, con ese viento silbante, sí que supo hacerle el homenaje que merecía, acorde con su genialidad.
ResponderEliminarBuen relato y buen homenaje, Enrique
Un abrazo grande
Qué cosas, Austria dio a Mozart y dio a Hitler. Son de esas paradojas de la vida que te dejan descolocado. En lo que me atañe, Mozart forma junto con Bach y Beethoven algo así como la Santísima Trinidad de la música, aunque hay muchísimos otros músicos que me gustan, pero a esos tres los pongo a la cabeza de todos.
EliminarDel entierro de Mozart hay más de una versión, como de tantos otros asuntos históricos, pero lo que sí es cierto es que no tuvo, ni mucho menos, un entierro acorde a su grandeza que, en justicia, tendría que haber superado al multitudinario que tuvo, por ejemplo, Victor Hugo.
Pero la vida es un encadenamiento de circunstancias que nunca sabemos a lo que van a conducir, y la justicia no es algo que se prodigue en esta vida ni en este planeta.
La película de Milos Forman también la he tenido presente a la hora de escribir el microcuento, aunque no me gustó mucho el papel que hizo Tom Hulce, aunque quizá se debiera al individuo que lo dobló con esa risa un tanto ridícula.
Muchas gracias por tu comentario, Ángel, un abrazo grande de vuelta.
Enrique, tu micro recoge la injusticia de un final muy triste que no se merecía Mozart. Una figura como la suya merecía otra despedida acorde con la grandeza de la música que nos ha legado. Tu micro puede considerarse un pequeño homenaje a este genio universal. Recibe un fuerte abrazo. Gloria Arcos
ResponderEliminarNormalmente, a la mayoría de los genios no se les hace justicia en vida, Mozart no fue una excepción, aparte de que morir a los 35 años es como para despotricar contra el destino.
EliminarCabe preguntarse qué maravillas musicales nos hubiese legado de haber vivido treinta años más, o sea, que hubiese llegado a los 65, edad en la que hoy casi se es un joven. Aun así, ¡nos ha dejado tanto y tan bueno! Eso sí que es tener superpoderes y no lo de Superman.
Muchas gracias, Gloria por tu comentario. Un abrazo fuerte de vuelta.
Muy buen, micro, que poético y que real, en las cincuenta palabras nos dices quien es y ademàs tiene unas bellas metáforas.Un saludo.
ResponderEliminarOjalá hubiese solamente una chispita de la milagrosa música de Mozart en mis pobres palabras, pero me temo que se han quedado muy escasas para lo que merece el genio de Salzburgo.
EliminarSea como fuere, me he ido con la imaginación a ese día tristísimo de su entierro y he dejado que una tormenta musical me impregnase.
Muchas gracias por tu comentario, Luis, un abrazo.
Nos traes un micro de grandes contrastes para evocar el humilde entierro de este genio de la música. La escena está pintada en blanco y negro -el blanco de la nieve y del perrito y el negro del cortejo fúnebre-, sobre el silencio de tan pobre sepelio destaca el sonido del viento, convertido en réquiem para quien nos dejó esta última obra inmortal. Y el mayor contrapunto se establece entre ese silencio y soledad frente a la prolífica obra musical, que perdura por toda la eternidad, y el reconocimiento que lo ha elevado a la categoría de mito universal.
ResponderEliminarLa narración nos lleva de inmediato a la película de Milos Forman pero, aun no conociéndola, podríamos visualizar la escena y oír su banda sonora.
No le hicieron justicia sus coetáneos en la hora final. Es uno más de los lamentables errores que se cometen con las grandes figuras de la Historia. Pero la eternidad le abrió sus puertas para siempre. La música de Mozart es paradigma de lo mejor que puede ofrecer el ser humano.
Felicidades, Enrique, por este hermoso homenaje. Un fuerte abrazo.
De entrada decir que hay varias versiones del entierro de Mozart, y que quizá, en algunas, se cargaron las tintas para resaltar más las injusticias cometidas contra él, pero un microcuento, un cuento o una novela son obras de ficción y a su autor debe permitírsele alguna licencia.
EliminarLo que sí es cierto es que tan grandísimo genio musical ni recibió el reconocimiento que merecía ni fue tratado acorde a su importancia, algo por lo demás muy usual entre los humanos, tan cicateros a la hora de reconocer el mérito de los otros, tan obtusos para apreciar la grandeza.
En fin, puede que todas esas carencias puedan ser corregidas en un futuro con algún chute biológico, o con algún chip; Nietzsche decía que el hombre tenía que ser superado, y abogaba por la aparición del superhombre, aunque, quizá, lo que salve a la raza humana sea la aparición de la supermujer.
Mientras tanto, como consuelo, nos queda la música de Mozart, y no sólo la suya, pues como también dijo Nietzsche, sin la música la vida sería un error y, en ciertas situaciones, lo es hasta con música, y me vienen a la cabeza las orquestas formadas por judíos en los campos de concentración nazis. Que en esas terribles circunstancias sonasen las mejores piezas musicales le lleva a uno a perplejidades irresolubles.
Muchas gracias por tu comentario, Carmen, y con estas pobres cincuenta palabras sólo he querido traer a nuestra página a ese inmenso genio musical que, en mi caso, y sin ser para nada un entendido en música, tantas horas de emoción me ha proporcionado.
Un fuerte abrazo de vuelta.
Enrique, me encanta Mozart, su réquiem y la magia con la que has envuelto el día de su sepelio.
ResponderEliminarLo has descrito tan bien, con un punto poético, acorde a las melodías del finado, que he visto a la perfección la fotografía del momento. Me has hecho partícipe de ese sepelio.
Maravilloso, Enrique. Un microcuento que brilla y destaca.
Un abrazo.
Pablo
Pablo, si he conseguido un poco de eso que dices me doy por más que satisfecho. Desde luego, ese sepelio parece más sacado de una novela de Victor Hugo o de Alejandro Dumas que de la realidad.
EliminarEl que el día de su entierro fuese un día infernal, climatológicamente hablando, el que nadie tuviese los arrestos para acompañar al cortejo fúnebre al cementerio, la presencia de ese perrito blanco, la inhumación en una tumba comunitaria, de tal forma, que más adelante resultó imposible encontrar sus restos para haberlos honrado como se merecían, son todos elementos novelísticos que, a veces, la realidad introduce en nuestras vidas, quizá para, como se decía Romeo, darnos a entender que somos juguetes del destino.
Muchas gracias, Pablo, por tu comentario. Un abrazo.
Hola, Enrique, amigo.
ResponderEliminarLa vida y la muerte suelen ser ingratas, aunque son naturales. La injusticia, sin embargo, hiere en lo más profundo de la sensibilidad. Y esa injusticia —que consiste en el ninguneo de los genios por parte del aparato administrativo, el sistema, por denominarlo de alguna forma, reconocible, y a veces también y por desgracia demasiadas, por el público en general— es abominable. Mozart es uno de los grandísimos de la música de todos los tiempos. Y, bueno, pues sus exequias no fueron casi ni comparables a favor con las de un perro callejero. El perrito blanco pone un contrapunto tierno a semejante pecado por omisión. La infernal nevada fue un pretexto: quien siente de verdad acude a despedir a quien quiere o admira en su transito al otro lado, aunque caigan chuzos de punta. En contraprestación, tuvo ese réquiem musical de la mano del viento. La música es el lenguaje de los dioses (Óscar Wilde dijo que nos hace sentir nostalgia de un pasado que no hemos vivido) y don W. Amadeus fue un Dios de la música. Tú le rindes tributo y un homenaje bien sentido, que quien sabe si no le llega a ÉL. El texto es rico literariamente hablando y está escrito de una manera formidable. No se puede pedir ni dar más. Mi más muy mayor enhorabuena, entonces y un abrazo muy grande y muy sentido.
Los siglos pasan pero las conductas humanas apenas si se modifican y, como decía Hamlet en su famoso monólogo, en este mundo toca sufrir las injusticias de los opresores, el desprecio de los soberbios y muchos otros males que el príncipe de Dinamarca va enumerando –por cierto, sin la calavera en la mano, como es la creencia común-, y eso parece cambiar poco o nada, y no hay criatura con un mínimo de sensibilidad que no haya tenido que sufrir ultrajes de cualquier rastacuero, y no ya en situaciones de subordinación, como puede ser en el trabajo, también en simples situaciones cotidianas, como cuando un chulo se te cuela en una cola, y al reprochárselo se muestra amenazante; o cuando un gañán te arrolla al ir a subir a un autobús para ver si puede coger un asiento libre, por poner dos pequeños botones de muestra de mi propia cosecha.
EliminarY dices muy bien acerca de ese abandono del genio el día de su entierro, la poca sensibilidad de sus deudos, todo eso duele como para gritar: ¡Pero qué mundo es este!
Un mundo extraño, desde luego, donde hay bellezas extraordinarias y horrores pavorosos; si fuese un guiso, es como si le hubiesen echado los ingredientes más contrapuestos para que saliese algo incomible. Por suerte, es posible aislar ciertas ‘tajadas’ para degustarlas aparte. Si no fuese así, esto sería ya la antesala del infierno.
Muchas gracias, Eduardo, por tu extenso comentario y por esa estupenda frase de don Óscar, quien también sufrió lo suyo por su genialidad y su perseguida sexualidad en la época en que vivió. Y muchas gracias por ese abrazo grande y sentido que te devuelvo con los mismos deseos.
Tú micro es una pequeña obra de arte Me encanta la imagen de la nieve y del cortejo fúnebre las dobles lecturas y como encadenas la música de réquiem con el viento, la soledad y el frío.
ResponderEliminarUn abrazo Enrique
Mozart merecería una pluma mucho más avezada que la mía para rendirle un homenaje, pero como sólo me tenía a mí mismo pues me he tenido que conformar con lo que había dentro de mi magín, que no es mucho. De todas formas, las penosas y novelescas circunstancias de la muerte del genio de Salzburgo, más la inspiración de su música me sirvieron para imaginar ese infausto día de su entierro, además de la celebérrima película de Milos Forman.
EliminarMuchas gracias, Raquel, por tu comentario. Un abrazo de vuelta.
Dicen que la inmortalidad, el talento y el esplendor acompañaron a ese ataúd hasta su fosa, pero que una vez dentro, decidieron quedarse.
ResponderEliminarConsigues un fantástico contraste entre la mundana ceremonia del fin de una vida más y el sublime legado de la genialidad hecha carne.
Una gozada, Enrique. Felicidades.
Un fuerte abrazo.
Una perfecta sinfonía de vacío, soledad, olvido, nada y un perrito blanco de testigo.
ResponderEliminarMagnifico lenguaje escogido para describirlo. Emocionante, Enrique.
Saludos.
Bien podría haber sido enterrado esta misma primavera y solo el perrito blanco y, probablemente tú, hubierais asistido. Con el relato, de hecho, ya estás en aquel momento bajo el paraguas de ese réquiem que bien se basta para hacerle inmortal.
ResponderEliminarTus relatos homenaje son una delicia. Conjugan la esencia que confiere la justa información, la sentimentalidad necesaria para que tenga cierto perfume emotivo, y un enfoque acertado y sensible que encuadra una escena sublime a vista de pájaro sobre la intensa vida de un genio inconmensurable.
Como ando poco librado de tiempo, me fío a las apreciaciones de los amigos de cincuenta que me preceden en los comentarios, que aún sin haberlos leído, sé cuánto matiz rico habrán dejado sobre este jugoso relato.
Como se expande esa música que impregna tu relato, deja, Enrique, que mi aprecio por tus letras y mi aplauso haga un contrapunto al final de la lectura y suene su entrechocar entusiasmado.
Y, vaya también, desde mi palco de lector, un abrazo fuerte a ese gran microrrelatista que eres, Enrique.
Enrique, un relato en el cual con tus letras fotografías de forma excelente el entierro de Mozart. La frase final me parece fantástica, nos haces escuchar la música del viento.
ResponderEliminarUn abrazo enorme.
Magnífico microrelato, por el fondo y la forma.¡ De libro!. Y ese homenaje al cine, tan presente en muchos de tus micros.
ResponderEliminarEnhorabuena y un saludo.
Después de lo mucho y bueno que te han dicho, solo puedo corroborar todo, aparte de decir que he disfrutado verdaderamente con su lectura y relectura. Me parece de una enorme belleza, y pienso que la descripción que haces del hecho produce una genuina rabia, diría que sobre todo por comprobar una vez más los límites que puede alcanzar la necedad humana. Me ha encantado.
ResponderEliminarEnhorabuena, Tocayo, y un abrazo.