Mack the dead
Mack paga cada noche la deuda que contrajo con un diablo amante del jazz. Las notas salen de su trompeta haciendo malabares con las melodías, mientras los hilos del pentagrama lo mantienen con vida hasta que la luna se traga el embrujo, justo en el momento que cae el telón.
Escrito por Pablo Núñez - Twitter
Suena un compás misterioso a lo largo de todo este relato que destila amor por el jazz y admiración por sus músicos siempre con un pie en el abismo al que aboca el infierno de la inspiración. Múltiples lecturas estratifican tu magnífico relato, remitiéndonos al pacto de Fausto con Metistófeles, pero también a aquel maravilloso cuento de Cortázar, El perseguidor, que se me antoja que bien tu protagonista pudiera pudiera ser la encarnación fantasmal de Jhonny, aunque este tuyo sea trompetista, y aquel tocara el saxo.
ResponderEliminarUna atmósfera de extrañeza y misterio donde la luna mueve hilos demoníacos y el narrador, un tal Pablo Núñez, nos imbuye en los ambientes míticos del jazz con notas narrativas que suenan como un brillante solo de trompeta a la luz de cincuenta palabras.
Monstruo más que monstruo, ahora te voy a leer con jazz de fondo, para que tu magia me llene todo el día.
Un abrazoooo, grande, grande, Pablo.
lo estoy leyendo de nuevo https://www.youtube.com/watch?v=zqNTltOGh5c
EliminarSo What? y el amigo Miles Davis. Ese no estaba endemoniado sino tocado por los dioses.
EliminarGracias por el regalo.
Después de degustar el vídeo que me deja, déjeme contarle que yo nací hace cientos de años. En el lecho de muerte hice un pacto con el diablo para que me dejase vivir y, desde entonces, he vagado por el mundo disfrutando de la vida pero, a la vez, pagando mi deuda. El primer oficio que me obligó a hacer fue el de Inquisidor en Sevilla. Luego vinieron mas que os iré desvelando. El de Jazzman es el último, el que más disfruto, pero cuando el embrujo cae, al igual que el telón, mi alma queda dormida hasta la siguiente función.
EliminarVivo en el sótano de un club de Jazz, dentro de un ataúd.
No le invito a mi casa porque no íbamos a caber los dos, aunque sí a escucharme. El club de jazz está junto al Guadalquivir, se llama "The dead jazzmen club".
Le espero.
Siempre intui que los músicos de jazz debían estar poseídos por algún espíritu o que debían tener tratos con el demonio.Solo así se entiende su música, su improvisación, esas notas que al que las escucha también le subyugan
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu relato ( no tanto como el jazz...pero ahí vamos xD)
Saludos
Todos estamos poseídos por el demonio, al igual que los bluesmen, pero ellos tienen trato con un diablillo llamado Robert Johnson, que antes que diablo fue músico.
EliminarLe voy a dejar una canción que me dedicaron antes de llamarme "The dead", para que usted se acerque al jazz, pero, tenga cuidado, no se deje embrujar.
https://youtu.be/wYaEVSjg5BE
Mack
Qué preciosidad de relato. No puedo separarlo del autor, por eso me imagino la escena con el reflejo de la luna sobre las aguas del Guadalquivir y con Cary Grant sentado en una mesa apartada, deleitándose con las notas de la trompeta... Y de fondo, yo propongo a don Jorge Pardo (mecachis, toca el saxo): https://www.youtube.com/watch?v=itkM7mjNrgA
ResponderEliminarNo sé qué te habías propuesto transmitir con este micro, pero a mí me llega magia, misterio, elegancia y belleza.
A sus pies.
Querida Rich, permítame que la llame así, si a usted le transmite magia, misterio, elegancia y belleza yo no soy quien para contradecirla.
EliminarEse Jorge Pardo también está endemoniado, lo sé de muy buena tinta. Lleva años conmigo vagando por estas tierras del diablo. Fue compañero mío en Londres cuando nos convertimos en verdugos. Le perdí el rastro al hacerme autónomo y convertirme en Jack el destripador. Me alegra mucho saber que es un genio. Quizá una noche podamos tocar juntos solo para usted. Iremos ensayando.
https://youtu.be/qQokuy5RMA8
Mis saludos.
Mack.
Vaya, vaya. Ya no tanto vivir para la música o para inventarla sobre la marcha como en el jazz. Sino vivirla. De tal modo que dé vidilla y, aquí viene lo sorprendente, dé la vida. Literalmente en el micro.
ResponderEliminarBuen homenaje a la música jazz y sus intérpretes más entregados.
Si algo apasiona con locura, se está dispuesto a dar todo el tiempo, o sea, la vida por ello. Se ve que algo de esto le ha pasado al bueno de Mack, hasta el instante fatal en que ha de interrumpir su música y con ella... su vida.
Relato sublime, Pablo.
Un abrazo.
Una música que le devuelve a la vida, el jazz que le apuntala con la cadencia de una melodía que lo llevará de vuelta a la garganta de la luna y un escritor que nos invita a contemplar la escena mientras suenan sus palabras.
ResponderEliminarUna maravilla suave y rotunda, Pablo. Un relato que rompe sus límites y te salpica hasta la médula.
Felicidades.
Al leerlo, me vino una melodía de un trompetista quebrado por fuera pero de terciopelo sonoro por dentro. Aquí te la dejo: https://www.youtube.com/watch?v=H6mfWun73vI
Un gran abrazo.
El jazz y siempre el jazz, una música que engendra pasiones por sí misma, me ha gustado mucho Pablo, casi se escucha la respiración del personaje y la increíble música que le quita la vida. Un hermoso relato, lleno de distinta perspectivas, que anima a escuchar la música en una noche oscura, o con una luna, pendiente del cielo, como una nota más de trompeta. Abrazos, Pablo.
ResponderEliminarMuy buena idea, Pablo, asociar el poder de atracción del jazz a las artes diabólicas de un ángel caído. Estupendo.
ResponderEliminarSaludos
Un artista vende su alma al diablo a cambio de poder interpretar cada noche melodías cuya ejecución están fuera del alcance de los vivos. El jazz, la noche y el arte se encuentran tan relacionados que no pueden existir de forma individual, solo se conciben juntos.
ResponderEliminarMack, el muerto, resucita cada noche para hacer que los mortales se sientan más vivos.
Otro buen homenaje por tu parte a un arte y a unos artistas que, en el límite de la cordura y la racionalidad, a horas inhóspitas, ofrecen obras irrepetibles, como cada minuto que pasa.
Un abrazo, Pablo
Un pacto con el diablo, el amor al jazz, una vida que renace con la música nocturna y se apaga cada amanecer, el embrujo de la luna y los misteriosos hilos del pentagrama.
ResponderEliminarToda una declaración de amor por esta música y un rendido homenaje, Pablo.
Estupendo cincuenta. Un fuerte abrazo.
Poco más puedo comentar, ya te han dicho todos. La descripción es muy buena, la sientes. Un beso.
ResponderEliminarMe emociona. Enhorabuena por tu relato. Nos leemos cincuentena. Bsss
ResponderEliminarHe visto caer el telón. Buenísimo micro. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Pablo.
ResponderEliminarBuen título que azota la curiosidad lectora: Mack el muerto. El jazz es a la música como el verso libre es a la poesía. No es de extrañar que al diablo le guste esta música improvisada, espontánea pero cargada de rigores sobre la marcha. En jazz no vale cualquier cosa. La trompeta es al jazz lo que las estrellas al firmamento. Todo el que se siente arista, es decir, todo aquel que trabaje con las manos, el cerebro y, sobre todo con el corazón, todo ello al mismo tiempo, sabe que muere cada vez que desenvuelve su don, uno para ejercitar con nocturnidad pero sin premeditación ni alevosía, a lo que salga según y conforme vaya pautando la inspiración, esa pulsión inefable. La luna suele ser testigo de los prodigios, y la música jazz es uno de las más descomunales maravillas, haciendo del pentagrama una cartografía mágica, colorida, vitalista. Todo eso cede cuando cae el telón, seguramente a las tantas hasta que surge un nuevo renacimiento y una nueva muerte inmediata trompeta en mano. Es el tuyo un micro descriptivo que nos mete casi a empujones en ese local nocturno. La caída del telón, el cierre por antonomasia, le viene que ni pintado al texto. Un muy buen relato, amigo Pablo.
Un abrazo entrañable.
Sensorial y efectivo tu nuevo micro, Pablo. Me has hecho disfrutar de la música. Se nota que lo sientes vivamente.
ResponderEliminarSaludos virtuales
Deleitar a los vivos y a su espíritu vendiendo su alma. Música y muerte en un bucle de armonía sin fin. Genial, Pablo. Un abrazo.
ResponderEliminarPablo las deudas que se contraen con el diablo el conveniente pagarlas, por muy amante del Jazz que sea, pues si no las pagas, te serán reclamadas con creces "en el momento que cae el telón."
ResponderEliminarLo que desde luego no cae en ningún momento es el embrujo de tu relato, que nos lleva a gozar y sufrir al mismo tiempo con cada nota de Mack
Vivir y sentir la música (sea jazz o no) es un placer que lamentablemente hay personas que pasan por la vida sin saborearlo. ¡Qué pena! Aquellos que sí disfrutan ese placer y además no sólo lo escuchan (la música) sino que lo producen, el gozo llega a tales extremos, que vender el alma al diablo se convierte en un final deseable y tentador.
ResponderEliminarHay muchos músicos, de quizás más débil voluntad, que sucumben como Fausto, a esas dichas. Tiempo habrá de pagar las deudas o si no, Dios proveerá!
Si el músico tiene cierta gracia andaluza, dirá "Que me quiten lo bailao"
Evocador relato, amigo Paul. un abrazo.
Pablo, es este microcuento transitas por el lado oscuro, ese que tanto te gusta -¿y a quién no?, pues en esos mundos todo sucede en la tinta y el papel, aunque ahora se hayan sumado también las pantallas a ese aquelarre de la imaginación-, además, metes el jazz, música que, por lo que sé, también te encanta.
ResponderEliminarMack, rima con Jack, a quien también dedicaste un microcuento, y puedo imaginarme al macabro Destripador asistiendo a una de las actuaciones de ese Mack, aunque sea algo anacrónico, pero en literatura no cuentan las leyes del tiempo y del espacio.
Y también me imagino ese garito lleno de vampiros, como en la película Abierto hasta el amanecer, para escuchar la prodigiosa música que Mack hace con la trompeta, un émulo de Louis Amstrong -en Burgos había una discoteca con ese nombre en la que siempre ponían su canción It’s a wonderful day-, o de Miles Davis, sin duda, como habéis dicho algo más arriba.
Pero también está el tema del pacto con el diablo, la vieja historia del doctor Fausto, muy tratada tanto en la literatura como en la música. Siendo el más importante el que escribió Goethe, libro en el que el genio alemán trabajó hasta en sus últimos años. Como anécdota curiosa, tanto Thomas Mann, como su hijo Klaus Mann, le dedicaron sendas novelas, el primero Doctor Faustus, y el segundo Mefisto.
Así que cuando cae el telón de tus cincuenta palabras a uno le queda en la mente una atmósfera de música y de literatura que debe digerir muy lentamente, pues es grande su densidad y su riqueza, y muchos son los caminos que quedan expeditos para aventurarse en ellos.
Un abrazo.
Me encuentro estos días algo enfermo y me cuesta iros contestando como os merecéis, pero en cuanto pase la mala racha, tendréis cada uno la respuesta de Mack. Ahora tiene bajado el telón y está hecho un guiñapo el pobre.
ResponderEliminarDe momento os agradezco como siempre cada una de vuestras lecturas y comentarios.
Sois grandes.
Paul the sick
Al parecer, a tu personaje —intenso y con solera, como todos los tuyos— lo mantienen en movimiento a modo de marioneta esos hilos donde cual golondrinas (;-)) descansan las notas, y que el aire que sale de su boca lo insufla el mismo Satanás o quizá su subalterno Mefistófeles; pero ambos efectos vienen a ser un “mantente mientras cobro” o “mientras toco” en este caso, porque apenas duran acabar la actuación. No sé si él lo hace de buen grado, aunque quiero pensar que de paso que paga su deuda —seguramente contraída en favor de lograr el éxito— disfrutará de algo que sin duda marcó su existencia.
ResponderEliminarNuevo gran relato salido del molde “Núñez”, para enmarcar y colgar en una sala de jazz.
Enhorabuena y un fuerte abrazo.