Bajando la montaña
Partimos el camino desde la montaña, entrando por el bosque en penumbra. Una vez allí, las cosas se volvieron extrañas. Los ojos de mi amigo centelleaban en un extraño carmesí y parecía que sus caninos crecían sobresaliendo de su labio inferior.
—¡¿Qué haces?! Quítate... me haces cosquillas, mi cuello... ouch.
—¡¿Qué haces?! Quítate... me haces cosquillas, mi cuello... ouch.
¿No desconfío ni un poquito, cuando al conocerse lo primero que le preguntó fue su grupo sanguíneo?
ResponderEliminar(un collarín)
Gracias! Es divertido.
Un saludo.
Me encantan las descripciones y ese cierre con una nota de humor. Un beso.
ResponderEliminarEs lo que tiene la oscuridad, que no puedes fiarte, ya sea en la penumbra del bosque o a la vuelta de la esquina. Genial el final. Me ha hecho sonreír, te doy las gracias por eso. Un saludo.
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