Batalla final
Las hordas vociferantes marchaban compactas sembrando el pánico a todo el que osaba asomarse a hurtadillas. Sus caras pintadas y vestimentas denotaban que venían preparados para la lucha. Algunos defensores iniciaron una escaramuza, pero fueron sofocados a la entrada del campo de batalla. Al final nos ganaron 1 a 3.
Tal como se está poniendo el fútbol, con rivalidades nada sanas, con protagonismo de violentos y desahogo insano de frustraciones sociales, más se asemeja a una guerra interminable y, cada partido, a una batalla. Hay quien dice que es una vía de escape necesaria, otros no lo tenemos tan claro. Tu relato refleja un ambiente de tensión contenida que, al menos, no ha terminado mal, salvo por el resultado del perdedor, que siempre hay uno.
ResponderEliminarUn saludo, Javier
El ambiente de tensión lo viví en directo por las calles de Bilbao. Los vociferantes eran los seguidores del Spartak de Moscú antes de comenzar el partido de ida contra el Athletic en la Europa League.
EliminarGracias Ángel
Los has descrito de una manera perfecta, a veces son verdaderas hordas. Y no tengo nada en contra del futbol.
ResponderEliminarHola, Javier. Disculpa la tardanza en comentar. Me ha gustado mucho tu micro porque además de haberlo presenciado también y saber muy bien de que hablas, me ha hecho pensar. Me ha hecho pensar en la necesidad primitiva de guerrear entre nosotros. Desde que nos abríamos la cabeza unos a otros a pedradas allá por el Pleistoceno hasta hoy, la guerra ha evolucionado de manera espeluznante. En la era de los tiros disparados casi por ordenador al que le puedan esas ganas primitivas guerrear a la antigua en plan vikingo ansiando el Valhalla ya solo le queda el fútbol. ¿Y lo peor? no estoy muy segura de si eso es bueno, malo o simplemente aterrador.
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