El punto exacto
Saltó con decisión de su camastro. Se puso unos pantalones raídos y miró a su alrededor... No encontraba la camiseta. Introdujo sus pies en las viejas botas y salió al campo. Anduvo errante durante varias horas. El sol comenzaba a asomar por el horizonte. Se detuvo. Allí plantaría sus sueños.
Qué bonito, Salvador. Tu personaje debe ser el último héroe romántico, ¿verdad? Ahora, adelante, hasta encontrar la señal, y, sin miedo, clavar la bandera. ¡Aquí!
ResponderEliminarHace mucho que no saco mi sombrero de plumas. Pero, hoy, por ti, lo he sacado del baúl y con el te hago una reverencia con doble de rizo.
Un abrazo.
Eternamente agradecido por este gesto, Maestra
EliminarEn el anterior relato, una doncella que llora por su amor, el tuyo un hombre que se asegura sus sueños, ¿se encontrarán los dos?
ResponderEliminarMuy bueno. Un beso.
Se encuentren o no... lo habrán vivido, Maite. Muchas gracias.
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