Toque de difuntos
Las campanadas de la iglesia se escucharon pausadamente, con una lentitud dramática que cargó el ambiente de incertidumbre y temor. Anunciaban, seguro, un nuevo muerto en la aldea. Todos acudieron a comprobar quién era. Y se toparon con Anacleto, el sacristán, en pleno reportaje para National Geographic. Casi lo matan.
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ResponderEliminarEstoy seguro de que este relato te ha surgido en alguno de tus menesteres repicando las campanas. Ensordecido por el tañido de las mismas vuela mejor la imaginación.
ResponderEliminarEnhorabuena Juan Badaya.
En un campanario deben pasar muchas cosas más, me gusta imaginármelas. Algún día hasta podremos encontrar a Quasimodo. ¿Te animas?
EliminarMe gusta el final, sorprende y te roba una sonrisa. Un beso.
ResponderEliminarGracias. Hasta yo mismo me he reído escribiéndolo.
EliminarEstupendo micro resuelto con mucho humor. Me he imaginado a más de un aldeano castizo corriendo apresurado hacia la plaza de la Iglesia con la mano en el pecho para encontrarse con un grupo de personas en pantalones cortos, cámaras y artilugios varios en mano grabando. Y luego dos meses de cometarios más en la tasca «también a Anacleto se le podría haber ocurrido llamar a Misa». Muy cómico el final, me ha encantado, enhorabuena.
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