Al atardecer
Azim lloraba. Picado varias veces por las avispas, parecía un Ecce homo. Le veía corretear, como si las carreras aplacaran su dolor.
Al atardecer llegaron los aviones, dispuestos como avispas a acribillarnos. Padre no llegó aquella noche, tampoco las que siguieron. Frente al fogón nos acurrucábamos: mamá, Azim, y yo.
Al atardecer llegaron los aviones, dispuestos como avispas a acribillarnos. Padre no llegó aquella noche, tampoco las que siguieron. Frente al fogón nos acurrucábamos: mamá, Azim, y yo.
Me gusta mucho el relato Carmen, aunque ahora mismo no pillo la referencia de las avispas
ResponderEliminarUn abrazo
Los aviones prefieren la noche para sus incursiones, así tienen más posibilidades de encontrar defensas y población desprevenidas, además de causar mayor terror y daño, si cabe. Esos picotazos, como los de las avispas que sufre Azim, caen al azar. Una noche les toca a unos y otra a otros. Las tres personas de esa familia se acurrucan juntos, a la espera de que la desgracia, que ya se ha llevado al padre, no se cebe también con ellos.
ResponderEliminarUn relato que refleja bien la impotencia de los inocentes, que no entienden de política, estrategias ni conflictos, pero sufren las peores consecuencias, peones prescindibles a los que nadie tiene en cuenta.
Un abrazo, Carmen
Hola, Carmen.
ResponderEliminarMe encanta la construcción de tu texto. Al atardecer, cuando los ángeles se van al cielo. Buena anticipación la de las avispas, tan parecidas a esos siniestros aviones que siembran el terror en la noche. Y dan lugar a víctimas inocentes y a lo que queda de familias acurrucados frente a los fogones. Pues para que no se repita esto tampoco nunca jamás.
Mi más muy mayor enhorabuena.
Un beso grande.
Triste relato y aterradora la vida de los que viven bajo la tormenta de la guerra. Son los niños los que mas la sienten. Tu pequeña historia toca por desgracia una cercana realidad. Bien hilvanada la historia. Me ha gustado mucho Carmen. Abrazos.
ResponderEliminar😢 triste relato que retrata la crudeza de la guerra y de los inocentes que no saben el origen de su sufrimiento.
ResponderEliminarEl paralelismo que trazas con avispas y aviones haces que ese terror que sienten Azim y su familia quede perfectamente reflejado, pues si bien ninguno de nosotros (no, al menos yo) ha sufrido un bombardeo, sí que más de una vez me han picado avispas, y muchas de una vez. Alarmado, como en tu relato corre Azim, corría desesperado de dolor. Aunque no hay piel para ponerse en lugar de quienes tanto sufren. El terror de un bombardeo... no puedo ni imaginarlo.
ResponderEliminarUn buen relato que nos acerca al dolor de los más débiles. Un abrazo, Carmen.
Crudeza, es lo que he sentido. Muy bueno. Un beso.
ResponderEliminarAcertada analogía entre los picotazos de las avispas y los bombardeos aéreos; tan arbitrarios los unos como los otros, perversos los segundos, planificados desde los despachos del poder. Descargan sus letales aguijones sobre los inocentes y desamparados, dejando a la familia de Azim huérfana bajo el terror.
ResponderEliminarTu micro nos recuerda que no podemos cerrar los ojos ante el dolor ajeno, Carmen. Una denuncia siempre necesaria. Besos.