El hada y la bestia (Tríhada III)
El orco bizqueó ante la pequeña criatura alada que yacía sobre el hielo. Acercando su inmundo hocico, le infundió calor con su aliento de cloaca. Despertada del mortal letargo, el hada se iluminó ante la tierna mirada del engendro. Sin dudarlo, le entregó su varita mágica; es decir, su corazón.
El contraste entre un ser bello y delicado y un engendro, con todas las papeletas, este último, para ser malvado y repelente, se rompe con una actitud sensible y caritativa que nadie espera. La bestia también tenía su corazoncito de serie, gracias a él, ahora tiene dos.
ResponderEliminarYa sabemos que todo tiene un fin, pero algunas cosas quisiéramos que no se terminasen. Felicidades por esta trilogía, con episodios que, pienso, se pueden leer independientes, pero comparten una conexión.
Un abrazo, Manuel
Debajo de la bestia muge la ternura de un alma sensible y el hada tiene la virtud de ver lo invisible. Para ella las etiquetas no son algo más allá de lo que es el color de un pétalo. La verdadera flor de cada ser está en el corazón que lo habita.
EliminarComo bien dices, ahora el orco tiene dos corazones y se sabe mágico: su aliento de cloaca salvó la vida a otro ser. Después de esto la vida deber verse con otra perspectiva mucha más alegre y optimista. Siempre es buen momento para cambiar. Y si es con amor, mucho mejor (disculpa el ripio, son simplones, pero me encantan).
Siempre es un placer recibir tus comentarios llenos de tacto y acierto, Ángel. Tú, como el hada, también tienes tu varita mágica de escribir que no deja de darte alegrías. Que sigan multiplicándose. Un fuerte abrazo.
Y el orco, que era un poco bruto, sacó punta a la varita y escribió con ella los cuentos que, desde entonces, el mar le susurra a un pirata del norte. Él los resume y cada mes, sólo con 50 palabras, consigue que los corazones de sus lectores palpiten para él un mensaje en morse: ¡Bravo!
ResponderEliminarNo sé yo si seremos dualidad de seres en lo más profundo. Si en alguna parte nos habita un orco oscuro, que brilla alguna vez gracias a la magia de las hadas que residen igualmente en los salones luminosos de nuestros vericuetos interiores. A veces se aman y a veces, se matan. Como ocurre a diario en el mundo ese que dicen que existe fuera de esta página y al que cada vez me da más pereza volver cuando entro aquí a leer y a comentar.
EliminarGracias por poner a tus palabras ese acento tan bonito y decirme lo que me has dicho con una historia tan hermosa. Como sabia que eres, lo has adivinado: el orco y yo somos viejos amigos y mi letras le deben mucho, tanto, tanto, como al hada. Un abrazo grande, Patricia.
Sinceramente creo que tu trilogía es la más mágica que ha aparecido en esta comunidad. Como colofón, un canto a la belleza interior, la que importa, con un final precioso que nos da en el centro de la varita mágica de tu hada.
ResponderEliminarPrecioso. Estoy de acuerdo con el gran Ángel en que quisiéramos que algunas cosas no terminasen, como esta trilogía.
Eres muy grande, amigo Manuel.
Un abrazo para ti y un beso para tu hada 🧚♀️.
Pablo
¡Oh, Pablo, amigo, me emocionas con tus palabras! Si he logrado concitar un poco de esa magia interior, que tan acertadamente traes a colación, me siento gratificado. Escribir estas pequeñas historias me ha hecho disfrutar de lo lindo y, también, la acogida que les habéis dado. Empezando por ti y por Patricia, que me hicistéis vibrar con vuestros comentarios al primer relato.
EliminarLa grandeza que me ves, es aprendida de personas generosas como tú. No sé cuánta magia personal poseo, pero sé reflejar como un espejo la que veo en los demás.
Muchas, muchas gracias. Un abrazo mágico, Pablo.
Manuel, en tu relato veo la invitación a contraponer, a contrastar belleza y fealdad, lo luminoso y lo oscuro, lo alado y lo pesado. El mal es feo, oscuro y de una pesadez insoportable.
ResponderEliminarPero no menos interesante es la sugerencia que dejas caer de que esas realidades contrapuestas, en principio repelentes, que se repelen, en el encuentro azaroso, llegan a veces a producir efectos sorprendentes, inesperados, mágicos. Siempre de lo positivo y superior sobre la otra parte.
Distancias en principio, insalvables que si algo es capaz de romper es el amor. Y una vez producido ese amor del hada y del orco, se funden y ya son uno.
.-...--..- ----.-....- Lo que traducido del lenguaje cordial que nos sugiere Patricia, vendría a significar: ¡En-ho-ra-bue-na! Por este y los otros dos, claro.
Tu manera de acercarse a los relatos, Carmelo, es espectacular, que diría un comentarista radiofónico. Mi relato en tus palabras, gana enteros. Lo que dices que está, es cierto que está, pero uno, como autor, no es siempre conscientes de los aspectos que resalta el lector. Cosa que me maravilla, pues enriquece de tal manera el texto que, en cierta forma, es como si se reescribiera.
EliminarAsí es, estamos hechos de esencias contrapuestas y, aunque los simplistas explican el mundo con etiquetas para favorecer la determinación, somos muchos más ricos, paradójicos y contradictorios de lo que nos quieren hacer suponer. Del antagonismo de las fuerzas internas que nos gobiernan deben provenir nuestra afán por las letras, que no es otro que el de explicarnos a nosotros mismos esas interacciones, a veces dulces, a veces violentas que nos abordan.
Somos feos, muy feos, pero al mismo tiempo, hermosos y mágicos, pero también, atroces, faltos de tacto, irrespetuosos con los más débiles. De pronto todo se invierte y se adjuntan extremos y sin saber por qué, el yihadista se hace amigo del policía que lo vigilaba. ¿Qué hay de uno en el otro?¿Qué del hada en el orco, y viceversa? El amor, que es grande y profundo, debe conocer las respuestas, pero no yo. Yo escribo mis antojos, pero tú Carmelo, los sabes leer. Ves, dos extremos más que se tocan: lector-escritor. Creo que nos queda cuerda para rato.
Un placer contar con tus palabras. Un fuerte abrazo.
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ResponderEliminarEl corazón que encierra una apariencia bestial puede encontrarse atrapado en un pantano de ternura, donde lo brutal se vuelve inconcebible y la fealdad sólo un mal envoltorio de un regalo inolvidable, como esta historia; intensa y hermosa.
ResponderEliminarGracias por dejarnos tu varita mágica en esta trilogía de ensueño.
Un abrazo, Manuel.
La varita mágica del corazón. No sólo existe en los cuentos. Aunque es un tema un poco edulcorado y sensiblero tocado por quienes quieren hacer del tema un asunto de papel couché, el amor es la única arma revolucionaria que no mata, sino que mejora y sana a quienes se ven envueltos en la contienda. He visto pequeños seres mágicos (mis alumnos) cambiar su registros escolares de la noche a la mañana (sentido figurado de a lo largo del curso) con tan sólo insuflarles aliento de maestro (que en principio, es el ogro para todo escolar). Así que no me queda otra que creer en la magia. Si no fuera por esto, aún me quedaría una opción más: tus palabras. Son prueba evidente de que la magia existe y los magos, Antonio, también. Gracias por traer siempre tus palabras a este rincón. Haces grandes las mías.
EliminarTu trilogía es preciosa Manuel. Cada uno de los tres relatos tiene algo enternecedor. La parte dos será por mi estado me encantó me pareció mágica Y ésta coincido con mis compañeros, en lo de la yuxtaposición de belleza y fealdad, muerte y vida, cuyo nexo de unión es la ternura que comienza con ese alito que devuelve a la vida al ser mágico y que la enamora para siempre. Lo dicho tu trilogía de hadas destila ternura y te hechiza desde las primeras frases Se nota que la has hecho con cariño. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias, Raquel. Aquí la magia la pones tú en tu estado de luz. Qué bello momento compartir contigo mis relatos, porque nada más mágico puede suceder que portar vida en el seno propio. Qué mágico poder pensar que a través de ti, tu retoño en cierta manera recibirá la caricia de ternura con la que están escritos estos relatos.
EliminarTe deseo un feliz embarazo y cuando llegue el gran momento, háznoslo saber. Va a ser un motivo de felicidad para todos. Un fuerte abrazo para los dos.
Hermosa tú trilogía Manuel, llena de lirísmo y compuesta con toda una sinfonía de efectos mágicos. Me gusta ese modo que tienes de transportarnos a una realidad soñada, donde parecen del todo reales, orcos, hadas y un maravilloso país donde los sueños son reales. Con tanta ternura, con tanta delicadeza en el tratamiento de tus personajes, haes conseguido llegar a nuestros corazones. Sigue así, amigo Manuel. Un abrazo cariñoso.
ResponderEliminarMuchas gracias por tan precioso comentario, Carmen. La ternura me ha llevado de la mano en esta serie. Abrir el corazón blanco a la pluma es un ejercicio de ilusionismo que nos acerca al niño que fuimos y que, en cierta medida en todos los que escribimos, aún sigue siendo. Hay que dar rienda suelta a la magia que contenemos y soltar tantas ataduras que la relegan. Por principio, somos seres de luz.
EliminarUn abrazo lleno de cariño, Carmen.
Poéticas antítesis se suceden en tu micro, Manuel: el orco y el hada, el engendro y la criatura alada, la fealdad y la belleza. De todas ellas surge la magia de la ternura y el obsequio de la belleza interior. Ese corazón es el que nos has ido regalando en esta maravilla de trilogía fantástica.
ResponderEliminarEnhorabuena y besos.
Hola, Carmen, qué gusto encontrarme con tus palabras. Como dices, es la ternura la que cose el roto que media entre esas antítesis. Qué bello se ve todo y cómo fluye el río del amor cuando nos ponemos las mágicas gafas de la belleza interior. A todos, todos los seres, se les gana por el corazón.
EliminarMuchísimas gracias por tan hermosas palabras. Magia me traes. Un abrazo fuerte, Carmen.
Hola, Manuel, monarca de las cincuenta palabras, mi gran amigo, Mi Manuel Bocanegra.
ResponderEliminarPensaba, hasta ahora mismo, que el mundo se regía por un principio dual: la tierra, el mar; el sol, la luna; la actividad, el reposo... Pero hete aquí que no: el orbe obedece a los sentimientos despertados por una trilogía, que es una y trina, una tierna trinidad mágica. Tres microcuentos de lujo. La eterna discusión sobre dónde radica la belleza, la has iluminado claramente, valga la redundancia. Un ser de aspecto repulsivo puede tener un corazón de oro que consiga hechizar a un hada, cautivada por las inmejorables intenciones de "don engendro". Quién es capaz de resistirse a una mirada tierna. La ternura al poder. La ternura lo puede todo. Ya es, hasta sin desplegar su virtualidadd operativa, una muy bella palabra. Entre las más bellas, porque suele ser el preludio del amor. Esos prolegómenos en los que nos vaciamos de afecto al sentir que el trance amoroso nos rinde. El hada se desprende de lo mejor de sí: su magia, su varita mágica para dársela al orco. Qué alegría tan grande al comprobar que los polos opuestos se atraen recíprocamente. Son los tuyos tres regalos para releer y nunca olvidar. Con este humilde comentario, renuevo el fortísimo apego que te tengo, a qué disimular. No dejes de escribir nunca para que jamás dejemos de deleitarnos con una prosa que, por sus alcances, incurre en poética de una forma manifiesta. Que viva tu poesía y que vivas tú para que el gozo puro anide en nuestros corazones.
Un abrazo inmenso que vuele supersónico hasta Sevilla, tío grande.
Amigo Eduardo, siempre acuden tus palabras calurosas en avispero de afectos a mi rincón, revolotean entre las mías y las hacen mejores, puesto que vienen cargadas de afecto y reconocimiento a mi relato y a mi persona. Tu disección del relato resalta sus líneas estructurales, basada en esas antítesis que la poesía del amor consigue reunir bajo su ala. Con solo ternura podría el mundo girar más compasivamente, detener el giro vertiginoso de destrucción que arrastra a las otras especies y, como en el relato, enamorarnos unos de otros en hermandad solidaria. Cada discurso genera un mundo alrededor ¿quién entonará el de la ternura? De momento, el orco y el hada han firmado un armisticio; más, han inaugurado un tiempo nuevo donde la verdad de los seres fluye desde su interior, y esa es la única ley verdadera que rige.
EliminarRecibo tu abrazo y tu afecto y tus palabras como un regalo. Sólo que las recibo en Irún, donde vivo ahora, buen amigo. Aquí donde el monte y la bruma han sellado un pacto de convivencia para perpetuar una primavera húmeda. Entre esas nieblas, bajo el chirimiri, el hada y el orco se aman bajo las hayas. Y yo escribo breves historias que esperan un lector benevolente y sabio, como tú, que le presten alas.
Gracias por tus palabras y por tu cariño. El mío te alcanzará también al final de estos renglones con un fuerte y sentido abrazo.
Oh! Si es que no hay nada como dar sin esperar recibir nada a cambio. Me gusta ese hada que sabe reconocer lo que de verdad importa.
ResponderEliminarMucha suerte.
Hada sabia la que mira y ve lo que de verdad importa. Gracias, Paloma, un abrazo.
EliminarBonita revisión de "La bella y la bestia" con una de tus hadas de protagonista. (Me encanta: "TríHada" - agrupando la trilogía!)
ResponderEliminarA pesar del horco bizco, el inmundo hocico, el aliento de cloaca y el engendro, a pesar de todo esto, nos dejas un 50 lleno de poesía aportada por las delicadas palabras escogidas y por ese hada protragonista, que nos roba el corazón que luego da al orco.
¡Bien por el triunfo del amor! Y es que el calor sale del interior.
Un beso.
Cuando el amor campa a sus anchas y nuestro pecho respira al unísono con otro pecho que respira por nosotros, cuán hermoso es. Bellas y bestias jalonan las grandes historias de amor de la literatura. Entre ambos polos se genera una atracción irresistible de la cual la vida no cesa de poner ejemplos.
EliminarMuchas gracias, M. Carme, por tan bello comentario. Dejemos siempre hablar primero a nuestro interior. Un beso.
En una primera lectura, tu microcuento me ha traído a la memoria el extraordinario filme de Guillermo del Toro, La forma del agua -que obtuvo el Oscar a la mejor película en el 2016-, en lo que se refiere a esos amores desiguales, ya tratados también en el cine en películas como La bella y la bestia o King Kong. Aunque en la película de del Toro la distancia que separa a los amantes es menor que en las otras dos película citadas.
ResponderEliminarEn tu microcuento sucede lo contrario que en La forma del agua, donde es el ser más ‘bello’, o normal, el que se apiada del ser más ‘feo’, o anormal para el mundo al que se ha sido llevado a la fuerza.
Por otro lado, has unido dos mundos fantásticos, el de Tolkien y el inefable de las hadas, tan ligado a nuestras fantasías infantiles, aunque las hadas también son personajes del universo de Tolkien, y podría ser dentro de ese mundo donde se desarrollase la historia, pero yo prefiero imaginarme que se imbrican los dos mundos citados, que el orco pasa a un mundo infantil de hadas, gnomos, elfos, enanos y otros seres fantásticos, y es allí donde insufla vigor al hada y es premiado por ello con su amor en ese mundo feliz al que nos trasladábamos en la infancia con nuestra imaginación.
Por otra parte, he recordado también esa obra maestra absoluta que es El sueño de una noche de verano, o de San Juan, que traducen otros, de Shakespeare, con la burla de Oberón a su esposa Titania –rey y reina de las hadas, respectivamente- al hacer que se enamore del simple Bottom, al que antes ha convertido en un asno. Con lo que se da también esa disparidad en el amor entre dos seres antagónicos.
Y cómo no, algo que está en tu microcuento y que es absolutamente necesario para las relaciones humanas: la compasión. El ayudar a los demás en caso de necesidad.
En La forma del agua es la limpiadora muda la que se compadece del ‘monstruo’, en tu microcuento es el orco el que, a pesar de su fiero aspecto, siente en su corazón que tiene que ayudar a ese ser frágil y hermoso a recuperar el hálito vital, y ahí me he acordado también de Víctor Hugo y la compasión que siente la bella gitana Esmeralda por el monstruoso Quasimodo en la novela del francés Nuestra Señora de París.
En fin, Manuel, que has redondeado de forma magistral esta fantástica –en dos de los sentidos de la palabra- tríada, y por ello te felicito y te aplaudo. Además, te mando un fuerte abrazo.
Enrique, cuando leo tu comentario, me voy a mi relato y le digo al oído esas referencias que engalanan tu discurso y por un momento, parece que contuviera sustancia para ir más allá de las cincuenta palabras preceptivas.
EliminarCada una de las citas pone un lazo feliz, que tanto el orco como el hada te agradecen. Como autor, me pongo palomita, miro por la ventana y recito lentamente, paladeando esos nombres ilustres, inmortales que traes a este rincón: Guillermo del Toro, Tolkien, Shakespeare, Víctor Hugo...
Disfrutar de tus comentarios, te lo he dicho en muchas ocasiones, es un regalo, pero no por dicho, dejaré de decirlo. Gracias por compartir tu sapiencia y tu extenso conocimiento de la literatura y otras artes afines, para enriquecer la modesta lectura que uno ofrece; por bien que trate de componerla con gusto y le dedique tiempo a su cuidado, tu generosidad supera con mucho el premio que suponga su lectura. Muchas gracias. Un fuerte abrazo, Enrique.
Qué bello micro! Me encanta! Sensible y con mensaje. Felicitaciones y suerte.
ResponderEliminarSaludos,
Gracias, Dakotta, es un placer saber que lo disfrutas. Un abrazo.
EliminarEl amor triunfa, y con eso ya me ha enamorado la trilogía (y que hay hadas). Los demás ya te han comentado y poco más puedo aportar. Un beso.
ResponderEliminarEl triunfo del amor, que decía más arriba M Carme, que además es título de una obra de teatro de Mariveaux, siempre nos abre una puerta a la esperanza y nos llena de ilusión.
EliminarMuchas gracias, Maite, por tu visita. Un beso.
¡Qué maravilla, Manuel! Toda tu "tríhada" esta llena de magia, sutileza, encanto, exquisitez, hechizo..., pero su culminación con el poder absoluto del amor arrancando con esa excelente primera frase me ha fascinado. A partir de este momento Manuel Bocanegra para mí estará ligado para siempre a esa imagen del orco que bizqueó ante la pequeña criatura alada que yacía sobre el hielo. Un beso grande y enhorabuena por esta maravilla.
ResponderEliminarMe dejas bizqueando y suspenso en la bella energía de tus palabras. Te digo, Matrioska, que has tocado la fibra de hada que todo engendro guarda en su corazoncito de piedra pómez. Me alegra mucho compartir todos esos calificativos contigo, porque mientras la he escrito, me he ido sintiendo atrapado de ese influjo que crean a veces las palabras y te transportan de su mano a esa parte de ti que sólo se revela a través de ellas. La magia del amor y las palabras, nos asistan en este viaje de alas a través del tiempo.
ResponderEliminarMuchas gracias. Un beso grande, Matrioska
¡Qué belleza de narración!. Está llena de magia y trasluce el alma noble de quien lo escribe.
ResponderEliminarMis mejores deseos para este increíble micro, Manuel.
Saludos virtuales.
Muchas gracias, Mª Jesús, te agradezco tus palabras hacia el relato y la consideración hacia quien lo escribe.
EliminarUn abrazo. Suerte.
Tierno y hermoso relato, Manuel, con un título muy ilustrativo dado el paralelismo que establece con una conocida historia. Dicen que es muy importante la elección de los verbos a la hora de escribir, y creo que tu texto se podía poner como ejemplo en los mejores manuales, aunque no solo por esa circunstancia. Magnífica trilogía, maestro. Cuánta imaginación tienes y qué rematadamente bien escribes.
ResponderEliminarEnhorabuena y un abrazo.
Gracias, Enrique, qué comentario más salao. Ya sabes, lo que te cuento siempre, con los pocos mimbres narrativos con los que cuento, limo con esmero las palabras cuando me pongo. Con las mágicas, además, es muy agradecido, el polvillo que sueltan coloca un poco y se pasa uno un rato en un más allá cercano que es muy disfrutón. Pero para disfrute, tus palabras; por venir de quien vienen, y por la simpatía que arrastran... la misma que te comparto.
ResponderEliminarMuchas gracias por pasarte. Cada comentario trae consigo un empujoncito para el próximo, lo que agradezco, pues cada vez se me hace más caro escribirlos.
Un abrazo fuerte, Enrique.