Escritor accidental
Le quedaba poco dinero para terminar el mes. Su abogado le habló de una zanja en la que podría tropezar y romperse otro hueso. Fue hacia allí. Tras pasar por el hospital, el eficaz letrado, de nuevo, se ocuparía de lograr del ayuntamiento la mejor indemnización. Él, solo de escribir.
Menudo par de estafadores, los de tu relato Angel. Una historia llena de humor. Si hasta este punto puede llegar un escritor, no le arriendo la ganancia. Un abrazo, me has alegrado la tarde con tu relato.
ResponderEliminarUn escritor lo que quiere es dedicarse a tiempo completo a su pasión. En este caso, llega al punto de vivir de la estafa y de quebrantarse el cuerpo. Ya se sabe que la gente de las letras es un poco especial.
EliminarMuchas gracias, Carmen.
Un abrazo
Ya lo decía la Sra. Woolf, una habitación propia... aunque sea en el hospital. Todo vale por amor al arte, y desplegar la imaginación es la mayor de las artes.
ResponderEliminarTú de accidental no tienes nada, pero ahí van mis aplausos y mis abrazotes, mago de las palabras.
La gente que ama el arte es capaz de cualquier sacrificio y, algunos, hasta de rozar la estafa. La sra. Wolf sabía muy bien lo que se decía.
EliminarMuchas gracias y muchos abrazos
Si es para escribir, se le perdona. Ya lo dice Patricia, mejor dicho Wirginia Woolf, Patricia nos lo recuerda, "una habitación propia". Un beso.
ResponderEliminarCreo que todos los que andamos por aquí nos solidarizamos con el personaje, casi hasta nos duelen a nosotros sus huecos rotos.
EliminarGracias, Maite
Un beso
Hola, Ángel,
ResponderEliminarcolosal escritor y hermenuta, y gran a amigo mío.
Hay que ver lo que aprietan los finales de mes y a este quebranta huesos propios, de lo lindo. Ponga un letrado en su vida, pues dicho y hecho. A tropezar en la zanja, producirse la fractura de algún hueso (deseable no conminuta) y a percibir la correspondiente indemnización del sufrido ayuntamiento, que también somos todos. A este pájaro terminarán por no consolidarle las fracturas ni con el empleo de hidroxiapatita. El señor letrado tampoco tiene desperdicio, como tu texto todo él. La picaresca, tan española (y universal) puesta en danza por un artista de la escritura, tú. Ojalá nunca te aprieten los finales de mes. El todo sea por la escritura vuelto cómica peripecia, con su toque vitriólico. Podías haberlo titulado Vaya par de pájaros. Pero tu título es mejor, escritor accidental, y accidentado por sí propio. El final es atómico.
Mi más muy mayor enhorabuena y un abrazo bien fuerte.
El arte es lo mejor que ha dado el hombre, consagrarse a cualquiera de sus facetas se cuenta entre lo más sublime que existe. Pero conlleva un problema asociado: no siempre se puede vivir de él y el temido final de mes no perdona a nadie.
EliminarEl protagonista hubiese querido ser beneficiario de una subvención o de una beca, tener un mecenas que garantizase su subsistencia mientras él se dedicaba a lo suyo, pero lo material y lo espiritual no suelen casar bien. En fin, todo sea por el arte.
Agradezco mucho tus amables palabras, amigo Eduardo, así da gusto escribir.
Otro abrazo muy grande para ti
Ángel, en una localidad cualquiera en la que el ayuntamiento no emprende obras públicas, seguro que va a resentirse la cultura. Esta conexión hasta tu micro no era evidente. Así que, o el concejal de zanjas, parcheos y arreglitos en las vías y plazas activa lo suyo o bien que deje paso libre al concejal de cultura para que subvencione a quien o quienes corresponda. Y es que el escritor necesita vivir y esto pasa por dos cosas: tropezar y escribir (a poder ser escribir sin tropezar, más que nada con las uves y las haches). En este orden.
ResponderEliminarMuy divertido y como la vida misma.
Un abrazo!
Mejor sería que el concejal de cultura subvencionase, pero como eso no es nada fácil, siempre queda la otra opción, que nunca falta, porque todas las ciudades están afectadas de forma constante de zanjas y agujeros varios, necesarios, sin duda, pero también molestos.
EliminarMe alegro de que hayas visto el humor y, al mismo tiempo, la triste realidad de los creadores que traté de reflejar.
Muchas gracias y un abrazo, Carmelo
Lo primero, pedirte disculpas por no anunciarlo aún en redes sociales, pero he estado de viaje y se me ha ido el santo al cielo, pero lo publico enseguida.
ResponderEliminarLo segundo, felicitarte por llegar a los cincuenta de cincuenta con cincuenta verdaderas obras de arte.
Lo tercero: gran relato. Muy ingenioso. De los que te deja a medias, con sentimientos contrapuestos. Ante el pícaro abogado haces que lo miremos frunciendo el ceño, al pensar que es un aprovechado de la vida. Sin embargo, esa mirada pasa a ser de ternura al saber a lo que se dedica tu protagonista. Eres un mago de las letras. Consigues sacar unas historias magníficas y originales. Me encanta tu magia, Angel.
A por otros cincuenta.
Un abrazo.
Pablo
No tienes que disculparte conmigo, Pablo, al contrario, somos los demás y yo el primero quienes tenemos que agradecer tu generosidad. En mi caso, además, puedo decir que desde que tuve la suerte de conocerte, además de amistad, has aportado mucho a mí vida.
EliminarA los aprovechados les miramos con cierto recelo, aunque si todo es en beneficio de un esforzado artista, perdonamos lo que haga falta.
Por ti sé que ya llevo cincuenta en cincuenta. Como bien dices, a por otros cincuenta más.
Gracias por todo y un abrazo fuerte, Pablo, no cambies nunca.
Gran relato, Ángel. Perfecto para una celebración tan especial como llegar a los 50, cifra mágica en esta ínsula literaria. Buen momento para repasar toda tu participación y reconocer que eres un grande entre los grandes. Felicidades!
ResponderEliminarEscribimos y, como digo yo, enredamos, aprendemos, lo hacemos lo mejor que podemos, pero, sobre todo, disfrutamos. Cuando quieres darte cuenta has llegado a 50 de 50. Y ahí seguimos.
EliminarMuchas gracias, Pepe. Un abrazo
No sé quién anda más desesperado, si el escritor por no llegar a fin de mes o el letrado por cobrar la minuta.
ResponderEliminarAunque al menos, el primero tendrá vacaciones pagadas (y drogas legales je je je)
Divertido micro. Y felicidades por esas cincuenta pequeñas obras de arte.
Saludos, Angel.
María Galerna
W
Tanto el uno como el otro viven del engaño, aunque el precio a pagar (nada es gratis, al final) es del escritor, que cada vez estará más quebrantado. Un par de tipos de lo más curioso.
EliminarMuchas gracias, María
Un abrazo
Es tan bueno tu relato que parece de ficción, siendo que es una realidad cotidiana y antigua, tanto que los hay auténticos profesionales del derecho que se dedican a ello, obteniendo "pingües beneficios" (que diría Luis Schez. Polak "Tip")
ResponderEliminarTambién están los auténticos profesionales de víctima que se dedican a explotar su fingida condición sufridora. Y es que la Picaresca española ni se erradicó en el XVII, ni se erradicará en el XXI y sgtes.
Genialmente ideado y contado. Como siempre, amigo Ángel.
Dos abrazacos.
Algunos se proponen vivir sin trabajar, a base de triquiñuelas, dejando la moralidad a un lado y retorciendo el sistema a su favor. Lo curioso es que lo consiguen. Como bien dices, viene de antaño. El lazarillo de Tormes no es, precisamente, un best-seller actual (tu libro sí, amigo). Vivimos en un país de personas ingeniosas en muchos aspectos, también en el de la picardía.
EliminarMuchos gracias, Isidro
Otros dos abrazacos de vuelta
A veces, algunas palabras, en sus polisemias, dicen grandes verdades, como ocurre en el título de tu microcuento.
ResponderEliminarUn hecho accidental puede cambiar el rumbo de nuestra vida, y en el asunto al que se refiere tu historia, se ha dado en muchos casos de personas que tras sufrir un accidente que los redujo a la inmovilidad, descubrieron en esa tesitura una vocación a la que quizá no se hubiesen dedicado nunca de no haber sufrido tal accidente.
Un caso paradigmático es el de San Ignacio de Loyola, que era soldado, y durante una convalecencia debido a las heridas que había sufrido en combate, leyó la vida de Cristo y las vidas de los santos –libros que le proporcionó su hermana-, y eso cambió radicalmente el rumbo de su vida, llegando a convertirse en el fundador de la Compañía de Jesús.
El caso del protagonista de tu microcuento es más pedestre, y bastante más generalizado en todas las profesiones, llegando muchos a ser, conscientemente, émulos de aquel enfermo imaginario de Moliere, para eludir durante temporadas más o menos largas sus obligaciones laborales.
Claro está que siempre viene bien contar con un eficaz letrado que sepa ordeñar la vaca hasta la última gota de leche si fuera posible. Es más, en este caso, ganarle un pleito al ayuntamiento que, en muchos casos, se suma al grupo de sanguijuelas de las grandes empresas que nos chupan la sangre cada mes con sus recibos, los cuales engordan a la más mínima de forma sibilina, y nos esquilan con sus falsas ofertas y sus abusos, casi está justificado; y si a eso se añade que todo ese sacrificio lo hace para lograr tener tiempo libre y dedicarlo a la escritura, pues casi estoy a punto de aplaudirlos, tanto al abogado como al escritor.
Enhorabuena, Ángel, por estos cincuenta en Cincuenta y por todos tus éxitos literarios, pero sobre todo porque eres una gran persona, algo que, a no ser que a mis años ya me haya vuelto un tanto gagá y desvaríe, no veo que abunde, excepto en ínsulas extrañas como la de la familia de los microcuentistas.
Un abrazo fuerte.
Un suceso inesperado, en apariencia negativo, puede ser el revulsivo más eficaz y oportuno para dar un vuelco necesario a una vida. Confieso que desconocía esas circunstancias de San Ignacio de Loyola, pero tengo la fortuna de haberlas incorporado a mis modestos saberes gracias a ti. Buscar los entresijos para tratar de obtener el mayor beneficio posible con el menor esfuerzo, rozando eso que llaman legalidad, es una práctica habitual, como bien dices, en muchos ámbitos de la vida. En el caso de la pareja de compinches del relato, al menos, el tiempo libre obtenido al no tener que emplear apenas nada en ganarse la subsistencia se destina a una noble causa; la escritura lo es, al menos, para la mayoría de los que pululamos por aquí.
EliminarAl igual que tenemos un taller de coches de confianza, una frutería de preferencia, o un médico de cabecera, un abogado eficaz debería ser parte integrante de nuestras vidas, porque antes o después habremos de recurrir a sus servicios. La sociedad humana, llena de complejidades, así lo requiere.
Tú sí que eres una buena persona, Enrique, generoso y creativo.
Mil gracias y otro abrazo fuerte para ti
Bravo Angel. Al final escribir va a ser deporte de riesgo. Muchas felicidades por estos primeros cincuenta de cincuenta. Un abrazo
ResponderEliminarEscribir puede ser deporte de riesgo si lo que se pretende, a toda costa, es que se convierta en actividad principal a cualquier precio, vivir de ello cuando no todos pueden hacerlo.
EliminarMuchas gracias, Jero. Gracias por estar presente en estos primeros cincuenta de cincuenta que, entre otras satisfacciones y alegrías, me han dado la de conocerte.
Un abrazo
Si bien no aprobamos las estratagemas picarescas del abogado, simpatizamos de inmediato con el accidentado escritor. Que el ayuntamiento pague estos pequeños fraudes es un modo de subvencionar involuntariamente la cultura. Desdichada sociedad la que debe recurrir a tales artimañas para que sus escritores lleguen a fin de mes.
ResponderEliminarIngenioso, irónico y brillante micro, Ángel.
Enhorabuena por tus cincuenta y por todos tus éxitos. Un fuerte abrazo.
No parece una práctica muy ética la que han montado uno y otro, de la que ambos, a su manera se benefician. Aunque, como bien dices, es difícil no solidarizarse con el escritor, porque lo suyo es una buena causa y esforzada. Tener que emplear la mayor parte del tiempo de una vida en ganarse la subsistencia, haciendo algo que no es lo que se quisiera, es un verdadero castigo, será por eso que le perdonamos y hasta nos cae bien.
EliminarMuchas gracias, Carmen
Otro abrazo fuerte para ti
Seguro que si tu protagonista pudiese solo dedicarse a escribir y vivir del aire lo haría, pero siempre hay facturas que pagar y pocos son los que se pueden ganar las lentejas con esta clase de actividades. Más que estafar, tu protagonista sacrifica lo poco que tiene para subsistir. Un relato estupendo, Ángel, como todos los que nos regalas mes a mes, enhorabuena. Un beso grande y... ¡a por otros 50!
ResponderEliminarEs una lástima o, cuando menos triste, que no sea posible vivir de lo que se quiere, sino de lo que se puede, pero la realidad es así y no queda otra que adaptarse a ella, dando siempre las gracias, además, por poder ir saliendo del paso de una forma más o menos digna. El problema de este escritor accidental es que va a llegar un momento en el que ya no le quedará nada por romperse, aparte de que el pobre se va a quedar hecho un cromo. Todo sea por el arte.
EliminarMuchas gracias, Matri
Un beso grande
Qué ojo el tuyo, Ángel, para hallar el doblez que hace de la circunstancia particular pauta y reflexión sobre la generalidad. Este buen hombre de letras busca sustento en la pillería legal bien amparada, como tantos en este país de buscavidas que acaban confundiendo el hombro con la manga y lo que es de todos con lo suyo propio.
ResponderEliminarPor fundamentos y argumento, este relato es a la vez crónica de un tiempo y una crítica feliz, que no enjuicia, sino que subraya de forma sobresaliente aspectos que son consustanciales a la condición del momento que vivimos como sociedad.
Para disfrutarlo a sorbos, reflexionar, tomar nota y aprender a narrar, aunque sea como escritor circunstancial.
Un fuerte abrazo, Ángel.
No sé si es algo consustancial al ser humano, una tendencia genérica y universal, pero está claro que en este país en el que vivimos la picaresca y el apropiarse, como bien dices, de lo de todos como si fuera propio, es una práctica demasiado habitual. Nunca está bien generalizar, pero a veces esta actitud parece estar integrada en el ADN. En este caso concreto, creo que muchos disculparíamos o haríamos la vista gorda con la actividad de este hombre, en perfecta simbiosis con su abogado, lo que no quita para que el tiempo libre que busca sea para una actividad honorable.
EliminarSeguro que todos guardamos nuestros relatos, pero al mismo tiempo también deberíamos de hacer lo mismo con comentarios como los tuyos, que son para enmarcar.
Mil gracias y un abrazo fuerte, Manuel
Las ayudas oficiales al talento incipiente son paupérrimas o inexistentes. Incluso, los poderes públicos tiran de impuestos que sangran la cultura; patrimonio sobre el que crecen las civilizaciones. Por eso, me parece justa la pillería del escritor para sacar de lo público algo de dinero con el que seguir creando.
ResponderEliminarDe nuevo, con elegante acidez, construyes una buena historia, compleja, llena de matices y con una aparente sencillez que es toda una escuela.
Bienvenida esa redonda cifra de relatos llenos de calidad e ingenio que, conociendo al autor, seguro es sólo el primero de otros muchos grupos de cincuenta historias.
Enhorabuena, Querido Ángel, por este relato y por todos los anteriores. Pero sobre todo, gracias.
Un fuerte abrazo.
La intención es escribir otros cincuenta más y no parar después, mientras el tiempo y las circunstancias lo permitan (que lo permitan siempre), con el pensamiento siempre en aprender y disfrutar, algo que se logra en esta página, que siempre se consigue con tus letras, a las que no se les puede poner precio, de tanto como valen, igual que este comentario, que te agradezco muchísimo.
EliminarOtro abrazo fuerte para ti, Antonio
Cada día te superas. Felicidades por tus 50 micros en esta nuestra casa "Cincuenta Palabras". Un gran abrazo
ResponderEliminarQué bien lo has dicho: "Nuestra casa". No importa donde estemos (y tú estás bien lejos, aunque eso es como todo, según se mire), pero este espacio es un poco de todos, un verdadero refugio, mejor aún, un oasis.
EliminarMuchas gracias, Antonio. Otro abrazo grande para ti
Cuídate mucho y suerte con el nuevo libro
Ingenioso título para una historia en la que todo parece funcionar bien, pues comienza planteando un problema que acaba resolviendo, y en la que el tono empleado no da a entender otra cosa. Sin embargo, habla de picaresca y fraude, como también de desesperación y pasión, ambas tan fuertes como para llevar a su protagonista a cometer, repetidamente además, acciones tan desagradables como partirse un hueso por propia voluntad y a sangre fría. Gran relato, en definitiva, contado con la gran calidad narrativa que va ligada a cuantos llevan tu firma.
ResponderEliminarEnhorabuena, Ángel, y un abrazo.
El derecho a intentar ser feliz no se le puede negar a nadie. Para algunos pasa por dedicarse a una afición nada fácil, que requiere tiempo y dedicación y de la que no siempre, ni mucho menos, se puede vivir. Ante ese derecho a la dicha trastocado por la realidad poco puede hacerse, salvo optar por la resignación o por una medida desesperada, que traspasa la legalidad y conlleva un sacrificio físico añadido nada desdeñable.
EliminarTu comentario si que es grande, Enrique, igual que tú, lo mismo que este abrazo que te mando