Fondo de armario
La escafandra es para sacarte a flote. La pamela, para abanicarte la solemnidad. El birrete, para gaudearnos igitur. La boina, hasta las orejas, para no escuchar la risa de la helada. El turbante, para cabalgar sobre la arena. La chistera, para caernos dentro. Y la gorra, para pedirte la voluntad.
Divertido, Patricia, tu paseo externo, tan creativo, por la cabeza, las cabezas.
ResponderEliminarEl escrito posee la magia de la chistera que mencionas, en la que el lector se ve atrapado. Ese ritmo, esa guasa, esas bien elegidas palabras. Me siento un poco conejo allá dentro.
Ahora bien, aunque no se pueda restar mérito a este ejercicio literario en toda regla, adivino que vas a tener un problema con la gallina, la tuya quiero decir. Puede que la arme con protestas de alto vuelo y plumaje por la inexplicable razón (y desaire) de no haberla traído a este sarao. Tal vez poniéndole a su vez a ella, durante unos días, un panamá podría apaciguarse. Ya nos contarás.
!Esta vez, con la enhorabuena, un beso!
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ResponderEliminarEse fondo de armario tiene el complemento más adecuado para el momento preciso. No solo sirve a su dueña o dueño para dejar de ahogarse o no caer en la arrogancia, sino que también se aprecia que, con una generosidad que le honra, brinda este material a alguien a quien aprecia y que, como ella o él (yo me inclino porque es ella), lo necesita.
ResponderEliminarDiferente y original, lleno de simpatía y creatividad, como alguien que yo me sé.
Abrazos grandes
Hola, Patricia.
ResponderEliminarEl fondo de armario tiene fondo en realidad, su vastedad es infinitamente mágica, sorprendente. Como tu arte literario y tu inteligencia y tu corazón. So capa del título van desfilando todo tipo de tocados para la cabeza. El primero de los tocados enlaza con el último y nos invita a una relectura del texto, deleitosa y reflexiva. Es un descomunal microcuento que merece mi más muy mayor enhorabuena y, para ti,
un beso muy grande.
Al aire la bandera pirata de mi navío y el tricornio por la borda... ¡por mi gato de nueve colas que sois el trapío mismo de la imaginación!
ResponderEliminarAnte vos, me quito el sombrero, señora Richmond.
ResponderEliminar(¡qué alegria, qué placer, compartir día para publicar nuestras 50palabras!)
Como se dice por aquí por el sur: ¡un relato de sombrero!
ResponderEliminarExcelente, vaya. Agarro uno de tu cubrecabezas de ese fondo de armario para hacerte una reverencia.
Un besazo.
Pablo
Y si vale mi voluntad, llena tendrás esa gorra...��������
ResponderEliminarCarmelo, Ángel, Eduardo, Manuel, Luis, Pablo y Rafa, muchas gracias por vuestras cariñosas palabras. Ya conocéis mi fondo, no hay más ni hay menos. Curiosamente, sois siete, como las piezas de mi colección. Así que os las adjudico por orden de llegada y os invito a que las lancéis al aire y brindemos este engendro de relato al calorcico que ya nos agobia.
ResponderEliminarUn beso para cada uno.
Patricia, según la distribución que haces, me asignas la escafandra. En mi mano está qué hacer con ella, si sumergirme
Eliminaren las aguas o viajar por el espacio.
Pero no me puedo quitar de la cabeza, sí, de la cabeza, qué diablos hace esa escafandra en el armario de una escritora de tierra adentro. Objeción puramente retórica sabiendo de tu afición por los piratas (y demás), señores de los mares, y por la luna y demás habitantes del espacio sideral.
Te dirás, ¡cómo anda el patio Serapio! Y con razón.
Te devuelvo el beso, mi beso.
Freud ya definió al niño como un ser perverso polimorfo, así que si tiene algo de razón, a lo que somos de mayores no sé cómo lo calificaría, creo que le faltarían palabras que empezasen por p.
ResponderEliminarDe todas formas, Nabokov, entre otros, lo consideraba un charlatán, haciendo buena la frase de Woody Allen de que los intelectuales son como la mafia: se liquidan entre ellos.
Así que lo que yo veo en ese fondo de armario son algunas de las facetas de cualquier ser humano, unos más proteicos que otros, otros más poliédricos que algunos; con varias máscaras en sus armarios para representar los distintos papeles que sus existencias les exigen, y si, encima, alguno de ellos, duda en si salir del armario o quedarse en él, pues la situación ya se complica bastante más.
El personaje de tu microcuento en las cincuenta palabras de que dispone para expresarse, ya nos informa de varios de esos disfraces que utiliza sólo para cubrirse la cabeza, y sólo para relacionarse con un único personaje, a lo cual, si le unimos la multitud de combinaciones que podría hacer con otras vestimentas para las distintas partes de su cuerpo, y en sus relaciones con otras muchas personas, estaríamos en aquello de que sería legión, y quizá en alguna de sus representaciones hasta se paseara con una cabra.
Por otro lado, veo también en esta historia un rosario de actitudes, tanto las más excelsas como las más irrisorias, de esas que nos vemos obligados a adoptar mientras caminamos por la cuerda floja de la vida; cuerda de la que, a veces, nos caemos, y nos quedamos, durante unos segundos, llenos de perplejidad, inmóviles en el aire como esos personajes de los dibujos animados, antes de precipitarnos en el vacío.
En fin, al ser el octavo pasajero entre los comentaristas de tu microcuento, espero no haber sido un alien por las ideas que me han venido a la cabeza tras leerlo unas cuantas veces; si así fuera, no me quedaría más remedio que esconderme en el fondo del armario.
Sea como fuere, me ha encantado como siempre tu imaginación portentosa y tu delicada ironía.
Un abrazo, Patricia.
Todos tenemos cabeza, la diferencia entre unos y otros estriba en el símbolo con el que la cubrimos.
ResponderEliminarInteresante síntesis social digna de reflexión.
Besito virtual, Patri
Formas de vida bajo los sombreros. Sombreros que acompañan formas de vivir. La vida subrayada por lo superfluo y, finalmente, lo superfluo arrojando cargas de profundidad.
ResponderEliminarSi tuviera sombrero, me lo quitaba ante tu relato, Patricia.
¡Chapó!
Un abrazo bien refrescante.
Suerte los que tienen un techo portátil con que cubrirse la azotea para sacarles punta. Pero dime, Richmond, ¿y los que no? ¿Y los que, como mucho, nos la cubrimos con la bolsa de plástico cuando jarrea? :P
ResponderEliminarAhora en serio, fantástico micro, con esa facultad que tienes para dar una visión tan creativa de las cosas. Muchos besos y enhorabuena un mes más.
Queridos Enrique, María Jesús, Antonio y Matri, no os comáis la cabeza. Ni nos hace falta Freud, ni hay diferencias sociales ni cargas de profundidad. No os preocupéis que yo tengo sombreros para todos. En realidad los guardaba para el destinatario de mi relato, que ese sí que tiene guasa. Pero mientras tanto os los presto, que este cuentecillo no tiene más pretensión que arrancar sonrisas y reverencias postineras.
ResponderEliminarUn beso para cada uno.
Pues yo quiero una pamela, ja,ja,ja. No quiero ni saber lo qué se te ha ocurrido al leer esto, jajaja. Besos.
ResponderEliminarNo se lo cuentes a nadie... https://www.youtube.com/watch?v=kDR2fXoHdQw
EliminarMe gusta la boina y su uso, pero me quedo con la chistera!
ResponderEliminarY con tu gorra, nuestra voluntad: que sigamos leyendo esas palabras nacidas de tu prodigiosa imaginación.
(y gracias también por traerme a este Joe Cocker que ahora está sonando de fondo ;-)
Un beso mañica!
Carme.