JFK
Sus enemigos eran muchos y poderosos y deseaban su muerte. Incapaz de soportarlo, aquel 22 de noviembre de 1963, en Dallas, aceptó su fatal destino. Y, junto a su esposa Jacqueline, representó lo mejor que pudo el papel de ser el cuarto presidente de los Estados Unidos que moría asesinado.
Hola, Enrique, príncipe de la elocuencia, amigo mío.
ResponderEliminarEsas iniciales del título de tu texto solo podían pertenecerle a él. Al más destacado de la saga de los Kennedy. Me encanta tu microcuento porque rebosa, ami entender fina ironía por sus cuatro puntos cardinales puntos cardinales. Y es una vuelta de tuerca a la psicología de un personaje, formidable. Desde luego, en todo político hay un actor consumado. Tu John Fitzgerald lo evidencia de manera indudable; y con seguridad era un augur, entre sus muchas capacidades, que sabía que iba a terminar muriendo extemporáneamente, de manera que por qué no aceptar lo que el fatum, su destino le reservaba representando de la mejor manera posible tal rol, plegándose al magnicidio. El inicio del relato muestra una tesis plausible sobre la causa verdadera de su muerte. Esa presión diaria puede precipitar la asunción de la muerte, liberadora de cualquier síntoma de lo humano. Detentar tanto poder no puede ser muy divertido. Vivir con ese poder y las contras que suscita, tampoco.
Mi más muy mayor enhorabuena y un abrazo inmenso.
Sobre John Fiztgerald Kennedy se han escrito bibliotecas enteras y también ha dado mucho juego en el cine, documentales, tertulias, etcétera. Es un personaje central en la historia del siglo XX, en su momento, su muerte conmovió a gran parte del mundo y supuso como una pérdida de la inocencia; luego, con el paso del tiempo, su figura se ha ido desmitificando y podría decirse que tiene más oscuros que claros, algo que, indefectiblemente, creo que le ocurre a todo aquel que se embarca en la vida política y llega a lo más alto.
EliminarSin duda, Kennedy fue un gran actor, le acompañaba el físico y su estilo nunca antes se había visto, era como el símbolo de la modernidad, del cambio de los tiempos, del inicio del camino hacia un mundo mejor, pero durante su mandato estalló la crisis de los misiles que estuvo a punto de provocar una guerra nuclear.
Pero con todo ello, queda el misterio íntimo que cada cual se lleva a la tumba, y más en su caso; queda aún el misterio de su muerte, rodeado de secretos, de conspiraciones, con ese golpe de efecto de la muerte de Oswald –su supuesto asesino- en la cárcel al poco de ser detenido, en fin, que haría falta un nuevo Tostói para narrar esa epopeya que fue su presidencia.
Lo que sí sorprende, como en el caso de Julio César -quizá los dos magnicidios más famosos de la historia-, es las pocas precauciones que tomó para protegerse, así que, en este humilde microcuento, he optado por pensar que, en vez de creerse un dios inmortal, era un hombre agobiado por sus responsabilidades y el odio de tantos poderosos, y se entregó con fatalismo a su destino, cal igual que hacen esos soldados que se abandonan a la muerte incapaces de soportar los horrores de la guerra.
Muchas gracias, Eduardo, por tu generoso y enriquecedor comentario, y por tus amables palabras. Te devuelvo ese inmenso abrazo y te expreso mis mejores deseos para ti y tus seres queridos.
El cine se inventó en otro continente, pero qué duda cabe que el Séptimo Arte tiene su desarrollo máximo en EEUU. Allí, ser protagonista de una historia no es cualquier cosa, quien tiene ese papel sabe de antemano que los ojos de millones de personas a lo largo de todo el mundo estarán pendientes de su actuación.
ResponderEliminarLo malo de esa escena concreta a la que alude tu relato es que solo admitió una toma, pero, pese a su tragedia o precisamente por ella, debió de rozar una rara perfección y sorprender a la mayoría, a juzgar por los ríos de tinta, cientos de imágenes e hipótesis infinitas acerca de los motivos que, desde entonces, no han parado de sucederse. No es igual un homicidio que otro, pocos tuvieron tanta repercusión como el suyo.
A partir de un suceso por todos conocido, has hecho buena la filosofía de "El gran teatro del mundo", de Calderón, según la cual todos representamos un papel en una gran obra, solo que la mayor parte del tiempo no somos conscientes de ello, no como tu protagonista, que se mentalizó para representar aquello a lo que parecía destinado y, en lugar de eludirlo, lo interpretó con la mayor dignidad que pudo, obteniendo a cambio una repercusión única, cuyos ecos nunca se apagan.
Una idea original y bien llevada, que nos habla de la soledad del poder, donde no todo son ventajas, como pudiera parecernos desde fuera, en el que las presiones externas y enemistades creadas pueden tener las peores consecuencias.
Un abrazo, Enrique
Tras estos atinados y magníficos comentarios poco más puedo añadir. Solo que, aunque pueda ser injusto, algunos políticos (y, por supuesto, también JFK, por lo poco que sé de su vida) podrían considerarse como pertenecientes a una estirpe de actores, dispuestos, por naturaleza y sin ponerse colorados, a cambiar de cara y de opinión, como si cada poco tiempo tuvieran que representar un nuevo papel en una nueva (más bien, vieja) representación, con la que tener entretenidos a su audiencia. Suerte, Enrique. Un abrazo.
ResponderEliminarLo que dices acerca de la representación de los políticos es absolutamente cierto: todos representan un papel. Quizá piensen que, en definitiva, en sociedad, todos representamos diferentes papeles.
EliminarSi bien eso es cierto, hay algunos que su grado de representación llega tan lejos que llegar a creerse sus propios papeles, como parece que les pasó a Johnny Weissmüller con Tarzán, y a Bela Lugosi con Drácula, que al final de sus vidas creían ser el personaje que tantas veces representaron, y eso les debe ocurrir a muchos políticos; por no hablar ya de los dictadores, cuyos delirios llegan a tales extremos que causan tragedias enormes a la humanidad.
Por eso, como decía Bernard Shaw, a los políticos y a los pañales han de cambiarse a menudo... y por los mismos motivos.
Muchas gracias por tu comentario, Jesús, un abrazo.
Sí el hombre más poderoso de la tierra no pudo controlar su destino -a manos de intereses totalitarios y dogmáticos-, da vértigo pensar hasta qué punto el resto de mortales, normalmente con menos criterio que el que nos reconocemos y fácilmente manejables, somos acomodados en un redil político.
ResponderEliminarAunque, por otra parte, el papel lo bordó. Como tú esta aproximación a la figura de JFK.
Un abrazo, Enrique
La reflexión que haces con respecto a nuestro destino en este mundo es muy pertinente, destino que, en definitiva, es equiparable al de una débil paja en la furiosa corriente del río de los acontecimientos, y sólo hay que leer algo de historia para saberlo.
EliminarPor poner un ejemplo, puede resultar muy significativo el caso de Víctor Kemplerer, un judío que escribió unos interesantísimos Diarios sobre la odisea que pasó para sobrevivir en la Alemania nazi, algo que, casi contra todas las probabilidades, consiguió; mientras que, el hombre más poderoso de ese país, Adolf Hitler, acabó sucumbiendo víctima del horror y la locura que él mismo, apoyado por tantos otros, puso en marcha.
En un principio, las apuestas a que el primero sobreviviese y el segundo no podrían haber estado en torno a uno sobre un millón, por decir algo, y eso no fue óbice para que ocurriese.
En cuanto a lo manejables que somos y el desconocimiento sobre cómo actuaríamos en situaciones extremas, estoy totalmente de acuerdo contigo. Mejor que no tengamos que pasar por tales pruebas.
Muchas gracias por tu comentario, Antonio. Un abrazo.
Tienes razón con respecto a lo del cine, no en vano llegó a llamarse a Hollywood la meca del cine y, desde luego, hay que agradecerles a los estadounidenses tantas y tan buenas películas con las que nos hemos formado y hemos disfrutado.
ResponderEliminarY sobre el protagonista de mi microcuento han hecho más de una, a mí la que más impacto me causó fue la que he escogido para título de estas cincuenta palabras, es decir, JFK de Oliver Stone.
Desde luego, en el asesinato de Kennedy hay todos los elementos de una gran tragedia, y la crudeza de las imágenes que se ven en la película de Zapruder le encogen a uno el corazón. Aun hoy, después de tantos ríos de tinta –como bien dices- que han corrido sobre este crucial hecho, hay quizá más preguntas que respuestas, algo que suele ocurrir en muchas parcelas de vida: se responden preguntas y surgen otras nuevas.
En cuanto a lo del gran teatro del mundo de Calderón de la Barca, parece ser que el emperador Augusto, en su lecho de muerte, dijo: “La comedia ha terminado, aplaudid”. Anécdota que, como dicen los italianos: “Se non è vero, è ben trovato”. O sea, aunque no sea cierta resulta verosímil.
Así que parece que uno de los hombres más poderosos de todas las épocas, mucho antes de que Calderón escribiese su obra, consideró la vida como un teatro y ya vemos que muchas veces es así, y lo malo es que esas tragedias, comedias y tragicomedias que se representan en los escenarios de este mundo son, mayormente, espantosas y pésimas.
En cuanto a la soledad del poder, no entiendo cómo tantas personas luchan denodadamente por alcanzarlo, pues hay que ser casi una estatua para que sus mordeduras no te dejen como un eccehomo, un poco de experiencia tengo al respecto.
Muchas gracias, Ángel por tu generoso e inteligente comentario, un placer leer cuanto escribes. Un fuerte abrazo de vuelta.
El hombre más poderoso dd la tierra se enfrentó a su destino como un héroe de tragedia griega y supo representar muy bien ese papel. No en vano presidía el país de la meca del cine. Las imágenes grabadas recuerdan más a la ficción cinematográfica que al reportaje. Las escenas del magnicidio conmovieron al mundo. Las oscuras causas del asesinato lo convirtieron casi en una leyenda, aunque sepamos que el personaje, como todo poderoso, también tenía sus sombras.
ResponderEliminarFelicidades por este magnífico micro-filme, Enrique. Un fuerte abrazo.
En la tragedia griega intervenían los dioses, estos movían los hilos no sé si entre bambalinas o desde el patio de butacas, pero los personajes de esos tremendos episodios se quejaban de ser su juguete, de verse manejados por seres más poderosos.
EliminarCreo que con sus mitos y sus historias, que luego sirvieron para alimentar su extraordinaria literatura, los griegos ya adivinaron aquello que siglos más tarde vino a decir Freud, sobre que el ego no es el dueño de su propia casa.
Por eso, pienso que hay que tener un extraordinario cuidado con uno mismo pues, a nada que te descuides, te la lías, te boicoteas, actúas contra tus propios intereses. Asunto que me deja perplejo.
Por tanto, cuando uno está muy arriba, cuando se endiosa, puede caer en la estupidez absoluta, y creo que tanto Kennedy como Julio César, debido a esa ceguera, acudieron como corderos a su propio matadero, o bien por fatalismo, en el caso del primero, o bien por endiosamiento en el caso del segundo.
Muchas gracias por tu comentario, Carmen. Un abrazo.
Hace unos días he visto una buena peli sobre el tema, Parkland,(hospital donde murió) que nos acerca a la conmoción emocional que causó en las personas cercanas que presenciaron el asesinato y a los que atendieron a sus últimos momentos de vida.
ResponderEliminarDetrás de este asesinato se mueven los hilos de un poder omnívoro al que tu relato hace referencia, pues, nos invitas a pensar que hasta el propio presidente fue un títere de estos manejos en la sombra que le llevan hasta interpretar su propio personaje en su asesinato.
Ejercicio de ficción que crea un juego de espejos entre realidad y especulación literaria aliñada con la leyenda magnificada de todo lo que ocurre en la gran potencia que sigue siendo EEUU.
Sabes, como nadie, tocar el lado oscuro-literario de personajes con trascendencia histórica y literaria. En este caso, hechos de magnitud reciente nos hacen cavilar bajo tu pluma.
Contrastando lo visto en la peli y lo leído en tu relato, me das pávulo para entretenerme con cavilaciones y disquisiciones por un buen rato.
Un ralatazo marca EA, por si quedara duda. Esto y un fuerte abrazo, Enrique.
perdón, que se me ha colado una v: pábulo
EliminarHe visto la película que comentas, la cual analiza el asesinato de Kennedy desde una perspectiva novedosa que nos muestra en toda su crudeza el horror de cualquier muerte.
ResponderEliminarPara quienes lo vivieron de cerca ese sería un acontecimiento crucial en sus vidas, lo fue para muchísima gente, entre la que me incluyo, pues, aunque solo era un niño, recuerdo la tristeza universal que provocó el magnicidio de uno de los iconos del siglo XX, de esos que cumplieron el consejo de esa famosa frase que –lo veo ahora en Google- se decía en la película Llamad a cualquier puerta: “Vive deprisa, muere joven y deja un bonito cadáver”. A la que podría sumarse su amante Marilyn Monroe.
En cuanto al poder, debe de ser algo siniestro y terrible, quizá quien mejor supo bucear en esos pozos de pestilencia fue Shakespeare en sus tragedias, por eso, los dictadores acaban convirtiéndose en unos seres demoníacos que causan unos males terribles, pues no se fían de nadie, quizá uno de los mejores ejemplos de esa actitud fue Stalin, que siguió el consejo el consejo que Trasíbulo le dio al tirano Periandro, acerca de que eliminase a todo aquel que pudiera hacerle sombra, con un gesto que suponía cortar las espigas que sobresalían en un campo de trigo, lo cuenta Heródoto en sus Historias.
Así que, como bien sabemos por todo lo que la presidencia de Kennedy y su trágico fin han generado, hay mucho sobre lo que cavilar, ya que la historia nunca está escrita del todo, ni es una ciencia exacta, ni, a mi entender, tiene un fin, como pretendía Hegel y su seguidor Marx, dando pie a utopías sobre las que Goya ya dijo que producen monstruos, y los del siglo XX, sobre todo, se han llevado millones de vidas por delante.
Muchas gracias por tu generoso e inteligente comentario, Manuel. Ahí va de vuelta mi abrazo.
Aún recuerdo el día que asesinaron a JFK y las imágenes en blanco y negro de la televisión (recién estrenada en casa) y lamentar aquella muerte que yo no sabía bien por qué (6 años) pero a mi abuela y a mi madre, les daba mucha pena. Siempre me interesó el tema, leí cuanto caía en mi mano incluso el tocho (un poco pesado) de Stephen King "22/11/63". Por cierto, ayer leí la más estúpida teoría del asesinato: Jaqueline Kennedy como autora del dispar mortal con un arma corta que portaba y que luego arrojó desde el descapotable. Yo, leyéndolo, no sabía si reir o llorar, porque la autora de la teoría, ¡se lo cree de verdad! "Pabernosmatao"
ResponderEliminarComo esta esta historia me gusta, también me gusta tu relato.
Un fuerte abrazo.
El que ese recuerdo se grabara en nuestra mentes infantiles evidencia la conmoción que causó a nivel mundial la noticia de JFK. En aquellos años, la figura de Kennedy creo que representaba la esperanza en un mundo mejor, que su apostura y su carisma, hacían creer a mucha gente que era uno de los mejores presidentes que había tenido Estados Unidos en toda su historia. Luego, con el paso del tiempo, vendría la desmitificación.
ResponderEliminarAparte de eso, lo sucedido parecía de película, y tenía un magnetismo –aún hoy en día lo tiene- que te deja entre horrorizado e hipnotizado.
En cuanto a la teoría absurda a la que te refieres, también he leído algo al respecto, aunque sólo unos titulares, pues no esta uno para perder el tiempo con estupideces. De todos formas, lo que indica es el interés que incluso hoy en día sigue despertando ese hecho, y es que, a pesar de toda la información que existe sobre él, lo rodea un gran enigma.
Muchas gracias, Isidro, por tu comentario. Un fuerte abrazo de vuelta.
Con tu relato aportas una visión bastante singular de lo sucedido aquel día de 1963, y lo haces dejando los hechos tal cual ocurrieron, pero proponiendo un cambio en la actitud ante ellos del protagonista. Fuese o no como dices, de lo que no cabe duda es de que en su pensamiento estaría a menudo la posibilidad de ser asesinado, y de manera más intensa en situaciones como la que supuso su fin. No obstante, a partir de ahora, cuando vea ese vídeo histórico, no solo recordaré tu relato, sino que miraré a la víctima de otro modo.
ResponderEliminarEnhorabuena y mucha suerte, Tocayo.
Un abrazo.