La búsqueda
Todos los días viene algún policía pidiéndome la documentación. Les digo lo que busco y que no encuentro ninguno. Entonces se van, pensativos. Así pues, de momento puedo seguir viviendo en esta tinaja con la lámpara encendida. Aunque temblando, porque al ser griego me pueden aplicar la ley de extranjería.
Si el sabio Diógenes viviese hoy día se encontraría con una realidad muy dura. La prueba de que sus ideas, aplicadas a su forma de vida, son algo auténtico e intemporal, es que, en la interesante actualización de tu relato, hace pensar a esos funcionarios de la autoridad, que podrían detenerle en aplicación estricta de alguna ley, pero prefieren dejarle libre. Hacer pensar, en un mundo que no parece saber adónde va, no es poca cosa. Esa búsqueda suya es una tarea ardua en todas las épocas, es lógico que no encuentre ningún hombre en verdad virtuoso.
ResponderEliminarNo es necesario inventar siempre personajes nuevos, los hay bien fascinantes, que merecen la pena recordarse y ser contrastados con estos tiempos locos, que son los nuestros.
Un abrazo, Pepe
El concepto de la banalización de todo, que nos parece actual, resulta que viene de muy antiguo. Diógenes es más conocido por el tema de la acumulación de basuras que por su búsqueda del hombre justo. Gracias por tus sabias palabras, ángel. Abrazos.
EliminarEl hombre de la lámpara, el descomunal Diógenes, el capitán de los cínicos, de los que llevaban vidas de perro, el que le dijo, nada más y nada menos que a Alejandro El Magno, cuando le ofreció lo que quisiese, que se apartara que le estaba quitando el sol.
ResponderEliminarMe trae tu texto el recuerdo de Georges Moustaki con su Le mèteque, el meteco, el extranjero con pinta de judío errante y páter griego. Y la ley, no siempre justa: la hay nula de pleno Derecho.
Un soberbio microcuento, el tuyo, que me merece la más muy mayor enhorabuena.
Un abrazo grande.
Tremenda cuestión, la ley y la justicia, podríamos discutirlo y no llegar a ningún lado. Pero filosofar es bueno, yo diría que necesario, y más en estos días en que la sociedad está más preocupada por si entra o no la pelotita. Muchas gracias por tu comentario, Eduardo. Abrazos.
EliminarMe has hecho trabajar y por eso ya me gusta. Soberbio. Un beso.
ResponderEliminar¿Trabajar? Pues sí que lo siento, habrá sido en negro, sin contrato, en contra de mis principios! Si ha sido una búsqueda literaria por encontrar al protagonista del relato, entonces me doy por satisfecho y te agradezco el detalle. Besos y abrazos, Maite.
EliminarSigue el filósofo sin encontrar al hombre justo. Si no pudo hacerlo en su época, muy difícil lo tiene en la nuestra. Los atropellos a la ética y a la justicia más elementales no son tan siquiera motivo de vergüenza personal o social. Ya puede andarse con cuidado, en esta nueva Europa los griegos han perdido su prestigio.
ResponderEliminarMe ha encantado la actualización del personaje, Pep. Una abraçada.
Moltes gràcies, Carmen. Si ya era difícil en Grecia en aquellos tiempos, imagínate en España en la actualidad. Y si además se dedica a la política y tiene que ser nuestro guía y el ejemplo a seguir... En fin, ánimo y adelante! Abraçades.
EliminarPeculiar y controvertido personaje tanto en su tiempo como si lo trajésemos al presente. Es cierto que ahora nos sorprendería apenas cinco minutos pues casualmente estamos en una etapa "cínica" como su escuela y tb "curados de espanto".
ResponderEliminarMuy sugerente tu relato.
Abraçada.
Efectivamente la escuela cínica es la gran triunfadora de todas las filosofías. Es utópico buscar un hombre justo, nadie se lo plantea. Todo es fachada y marketing. Pero a mí me gusta recordar a los clásicos e imaginar sus vidas actualizadas. Gracias, Isidro por pasarte por aquí. Abraçades.
EliminarDelicioso sentido del humor que da la vuelta al clásico genio de la lámpara. Un placer de lectura.
ResponderEliminarSaludos y suerte