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Sus temblorosas y arrugadas manos resultaban arcaicas para el mundo digital.
Creyéndose inservible, aguantó veinte minutos de rodillas con la cabeza dentro del horno. Nada, ni un leve mareo. Una luminosa "E" parpadeante y un molesto pitido confirmaron su obsolescencia. Dirigió sus trémulas piernas hacia el balcón. Sencilla apertura manual.
Creyéndose inservible, aguantó veinte minutos de rodillas con la cabeza dentro del horno. Nada, ni un leve mareo. Una luminosa "E" parpadeante y un molesto pitido confirmaron su obsolescencia. Dirigió sus trémulas piernas hacia el balcón. Sencilla apertura manual.
Tratado con sentido del humor, nos llevas a la realidad de los que cada día nos peleamos con este mundo digitalizado.
ResponderEliminarNada mejor que un método siempre fiable. La apertura manual xD.
Buen día, Álvaro.
Se supone que en cada época las técnicas varían, que lo lógico es ir con los tiempos. Sin embargo, cuando hay dudas, los métodos clásicos proporcionan los mismos resultados sin tanta complicación. En este caso, al menos, es más importante el objetivo que los medios.
ResponderEliminarUn título muy acorde con el contenido del relato. Un final proporcionado al carácter del personaje.
Un saludo, Álvaro
Un original vuelta de tuerca al argumento del suicidio.
ResponderEliminarUn saludo. Álvaro.
Hasta para el suicidio hay que recurrir al método analógico. Ya sabemos que el digital a veces falla.
ResponderEliminarUn micro irónico y humorístico, Álvaro. Abrazos.
...Y es que como lo tradicional, no hay nada. ¡Dónde va a parar!
ResponderEliminarUn abrazo
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
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