Retrocuento de la lechera
—Tranquilo, no te impacientes, aún tengo que conocer a tu padre, que empecemos a salir, que se declare, que estemos de acuerdo en la casa, los muebles y las cortinas, que nos casemos y que decidamos tenerte —le dijo al bebé, ansioso por agarrarse al pezón para succionar su alimento.
Hola, Rafael, maestro, amigo.
ResponderEliminarUtilizas como nadie la técnica de la inversión, haciéndole un guiño a la historia clásica. Esta madre soltera le viene al bebé con sus cuitas cuando a él o a ella lo que le apetece es dar cumplido trámite al hambre que lo enardece y espolea a prenderse al pezón.
Es un texto maravilloso que merece mi más muy mayor enhorabuena junto con un abrazo muy prieto.
Amigo Eduardo, gracias por tu siempre preciso y generoso análisis.
EliminarVaya un retroprieto abrazo.
Todo está en el aire, pero la necesidad de una criatura y el hambre no entienden de sutilezas, ni del complicado mundo de los humanos. Esta mujer parece haber empezado la casa por el tejado, dando por hecho algo que no siempre se consigue: encontrar la manera de edificar paredes y construir cimientos.
ResponderEliminarRelato imaginativo, con aires de fábula y retranca fina.
Un abrazo, Rafa
Gracias, Ángel. He tratado de jugar con la fantasía trastocando el orden temporal y esto es lo que salió.
EliminarUn abrazo fuerte.
Rafa, me ha gustado.
ResponderEliminarAl bebé que no le vengan con cuentos ni retrocuentos (feliz hallazgo el del título). Todavía menos si son de la lechera, no está para retrancas. Tiene hambre.
El cuento que a él le interesa y le urge fluye por el pezón de la madre, no lo escucha sino que lo saborea. Y no lee el retrocuento no tanto porque no sepa hacerlo, sino porque está ocupado o desea estarlo en otra tarea y ansia más urgentes, que es la de ponerse a succionar como un loco.
Como, además, este bebé que has "parido", Rafa, nació sabiendo el principio matemático de que el orden de los factores no altera el producto, pues eso, le da igual. Se entiende su impaciencia.
Un cordial saludo.
Gracias, Carmelo, por tu comentario. El contrapunto del raciocinio de una madre ante las necesidades básicas de un bebé que, por estar por venir, debería comportarse de forma más paciente.
EliminarUn abrazo.
Me gusta mucho el planteamiento "meta-retro-cuento", porque además de lo original de la estructura, está escrito con ese sabio, aunque aparentemente fácil (y nada más lejano), lenguaje y con tu clásica ración de gotas de humor.
ResponderEliminarChâpeau, padrino!
Gracias, Isidro. eres el mejor de mis ahijados y el único que me lee.
EliminarAbrazos.
Una gozada leer tu relato Rafa, para no variar.
ResponderEliminarUn beso :-)
La gozada es tenerte de lectora.
EliminarUn beso, Paloma.
Una original manera de narrarlo. Me ha gustado. Un beso.
ResponderEliminarCelebro que aprecies originalidad en esta otra versión del célebre cuento.
EliminarGracias, Maite.
Un beso.
Si es que esta juventud, no tiene ya ni gota de paciencia, tanta pantallita... ;-)
ResponderEliminarUn petó Rafa
Carme.
La impaciencia les hace pretender saltarse todos los pasos clásicos.
EliminarMolts petonets, Carme.
Por algún lado que ahora no sé cuál es dejé a medias un comentario sobre tu microcuento, me he vuelto medio loco -y dado que el otro medio ya lo estaba creo que lo mío no va a tener remedio- pero no lo he encontrado.
ResponderEliminarY es que, o uno ya tiene el disco duro muy lleno de datos, o estas memorias humanas, con el paso del tiempo, no sirven para casi nada; lo cual, por desgracia, suele acercarse bastante a la verdad, así que tocaremos madera para que no suframos ninguna de esas terribles enfermedades que afectan al corazón de la vida.
En fin, no me queda más remedio que comentarlo otra vez. De entrada, me parece muy ingenioso ese juego que haces con el tiempo, ese ser que desde el futuro está intentando nacer y, sobre todo, hacer lo que hacen todos los bebés cuando nacen: agarrarse a ese pezón de la madre que es la fuente de toda vida y de todo conocimiento vital.
Por otro lado, esa futura madre, desde su presente, trata de justificarse y calmar la ansiedad de ese futuro ser, pues tiene que recorrer un muy largo camino que la llevará hasta su nacimiento, comenzando por conocer al futuro padre de ese bebé, quizá un Terminator en ciernes.
Cabría ver también en todo ello una crítica social sobre lo difícil que les resulta hoy a los jóvenes planificar su futuro, poner esos primeros ladrillos de la emancipación, la cual, empieza por encontrar un trabajo que no sea para un par de meses, y unos sueldos que no sean submileuristas, así que los niños tienen que esperar cada vez más tiempo para nacer, pues como bien dice tu protagonista, hacen falta muebles, cortinas, una casa...
Muy buen microcuento, Rafa –no en vano estás entre los ocho finalistas del mes-, en tu línea de ver las cosas desde otra perspectiva y con una fina ironía.
Un abrazo.
Menos mal que los pequeños despistes -yo también los tengo a decenas a diario- no merman tu capacidad de reflexión y análisis, extrayendo de cada cuento mucha más esencia de la que el propio autor podría haber pretendido de forma consciente.
EliminarSiempre es un placer recibir tus comentarios.
Un fuerte abrazo, Enrique.