Sietemesino
Llevaba días vigilando. Observó que, con puntualidad británica, comían y salían al jardín a tomar el café. También vio que esperaban descendencia. Faltó dos días, pero constató aliviado que seguían su rutina. Entró por el botín, el llanto inesperado de un bebé precedió al ladrido. El fiel guardián fue letal.
Un ladrón muy observador, pero no lo bastante para tener en cuenta todos los factores posibles. No contó con la naturaleza que, sabia, a veces se adelanta; ni con la naturaleza de guardián del mejor amigo del hombre (y del bebé).
ResponderEliminarUn abrazo, Yoya
Chucho y bebé al alimón.
ResponderEliminarAl parecer, tal como nos lo cuentas, Yoya, el bebé, aunque sietemesino, poseía un sexto sentido para captar peligros. Pues se dice que fue el llanto del bebé que precedió al ladrido y no al revés.
Esto tb. podría explicarse atendiendo a que el perro priorizó la atención y vigilancia del interior, donde el bebé era una especie de cachorrillo para él y su nuevo amigo, sobre las amenazas provenientes del exterior. Pero eso para nada le impidió al perro estar en su papel: ni se le aplacó el olfato, ni el instinto ni el filo de sus colmillos. Letal, se dice.
En efecto, Yoya, un perro y un bebé es un combinado que siempre funciona. Desde luego, es así en tu micro.
Un cordial saludo.
Muy observador y calculador el ladrón, pero la naturaleza se impone. El bebé nace dos meses antes y su llanto inesperado alerta al perro, ese guardián tan eficiente.
ResponderEliminarMuy bueno, Yoya. Besos.
Una narración cautivadora. Suerte. Un abrazo.
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