Añoranzas
La imaginé dándome la merienda desde el asiento que ocupaba en el fondo del vagón de ese renqueante tren que transitaba por aquellos parajes que se me antojaban tan conocidos. Pero no, realmente lo que me decía esa mujer era que despertara de una vez y dejara de llamarla madre.
Hola, Rafael. Qué duro no haber tenido madre o haberla perdido
ResponderEliminarQué crudo el ejercicio de a añoranza. Para el protagonista en forma de sueño o de cabezada en un asiento del vagón de un renqueante tren. Qué duro no haber tenido madre o haberla perdido en la niñez o adolescencia, por el detalle de la merienda.
narrado de modo indirecto es el tuyo un texto magnífico, a mi entender, que merece mis máximos parabienes.
Un abrazo grande, amigo, y un verano muy feliz.
Todos tenemos puntos débiles y carencias, por más que queramos disimularlas. A menudo solemos conseguirlo, pero el subconsciente no sabe de fingimientos, siempre es sincero y directo, especialista en sacar de dentro lo más recóndito. Esa señora del tren podría haber adoptado a tu protagonista, quizá con ello hubieran ganado los dos, pero no estaba por suceder y todo quedó en espejismo, en sueño de una noche de verano, tal vez.
ResponderEliminarUn abrazo y buen verano, precisamente, Rafael
Debe ser horrible sentirse huérfano y aferrarse a cualquiera imaginándosela.
ResponderEliminarLo has descrito con una fuerza que llega al corazón.
Suerte y saludos, Rafael.