Ataque aéreo
Los violines rasgan el aire, las flautas lo deshilachan, mientras que el arpa lo importuna. Las trompetas lo irritan y no es menor la agresión del piano.
El director muestra su inexplicable enfado con la batuta y la melena danzantes.
Por contra, y quizá para compensarlo, el público ni respira.
El director muestra su inexplicable enfado con la batuta y la melena danzantes.
Por contra, y quizá para compensarlo, el público ni respira.
Me tienes leyendo y releyendo tu relato. Intentando unir el título con el texto. El Director está desesperado por lo mal que tocan los componentes de la orquesta, pero ¿tocan mal y el público calla porque hay un ataque aéreo? Intrigante. Un abrazo Carmelo.
ResponderEliminarUn ataque aéreo lo desbarata todo, fundamentalmente la música, con el estruendo de los aviones y las bombas. La música no amansa las fieras aéreas y los instrumentistas tratan de imperar con sus notas discordantes por arriba de los desagradables ruidos provinientes del cielo. Cabe la interpretación de que sean los instrumentistas, con sus desatinos, sin necesidad de ataque aéreo, que es el que ellos se traen entre manos, los que irritan al director y silencian al público.
ResponderEliminarSea como fuere, me gusta mucho tu propuesta.
Un abrazo grande.
Queridos Aurora y Eduardo, acabo de abrir este espacio y no me esperaba, dadas las fechas, vuestras rápidas y esforzadas intervenciones, que agradezco mucho.
EliminarEl micro en la intención del autor, que no excluye por supuesto la de cada uno/a de los/las lector@s, es más inocente, algo poética al menos en la intención.
Algunos instrumentos, no sólo los de viento, "atacan" al aire, cada uno a su manera. El director, se suma con su gesticulación aparatosa a dicho "ataque". El aire se siente "atacado". Únicamente el público...
Acaso he hecho lo que nunca se ha de hacer: explicar una ficción. Vaya eso como un jugueteo mental propio de esta etapa vacacional. Por decir algo.
El aire que soporta respiraciones agitadas de personas en tensión, calmas tensas, emisiones continuas e invisibles de telefonía, radio y televisión, hasta jadeos, es medio de transmisión de todo lo que los seres humanos, esas criaturas tan inquietas, se placen en expulsar. Un concierto de música se compone de las vibraciones de muchos instrumentos distintos bajo una sola dirección. Cuando intérpretes y director logran ser uno, el conjunto inunda el ambiente. Es lógico que el público, por respeto y entrega, ni respire para no perturbar esa amalgama mágica.
ResponderEliminarReconozco que el título me hizo dudar si había alguna relación con un bombardeo, pero al leer tu comentario anterior se ha disipado, pero no del todo, porque sí que la hay: la música clásica, que a menudo identificamos con un remanso de paz, puede ser también un auténtico fuego graneado, notas pensadas para ser lanzadas con furia e interpretadas con ardor, hasta casi cortar la respiración en un sobresalto continuo.
Algo tiene de motivador tu relato, porque ganas me han entrado de escuchar música, Beethoven, por ejemplo, mejor que la canción del verano (que no sé cuál es) si será.
Un abrazo, Marcelo
Ángel, eres un ángel. Gracias.Tu comentario abre zonas de exploración nuevas.
EliminarNo lo tomes a mal, pero el nombre que al final me asignas (je,je) resulta que tiene exactamente las mismas letras que el mío, ni una más ni una menos. Me parece divertido.
Un abrazo!
Mil perdones, Carmelo. No soy muy futbolero, pero se ve que se ha colado en mi subconsciente un jugador de la selección de Brasil y del Real Madrid. El deporte rey es el que manda, nos guste o no. Gracias por no tomártelo a mal.
EliminarMaravilloso!
ResponderEliminarLoli, tu sintético y generoso comentario me sabe a un do de pecho. ¡Pla, pla, pla!
EliminarBuen relato Carmelo, original y como ves abierto a la interpretación personal, a mi supongo que serán por las fechas me ha venido a la cabeza el sonido de tropetilla de los mosquitos en el silencio de la noche, jajaja
ResponderEliminarUn saludo.
José Antonio, los mosquitos con su zumbido incansable, eso sí que es música y hasta runrún de avión de bombardeo.
EliminarUn saludo!
Sería precioso, si no fuera por el horror que encubre.
ResponderEliminarUna buena metáfora...musical de "resplandor y sonido"
Suerte y saludos virtuales.
María Jesús, tu interpretación enriquece la mía. Gracias.
EliminarUn caluroso (je,je) saludo!
La imagen arrebatada de un director de orquesta batuta en mano con cara de Beethoven ofuscado, ha sido siempre para mí imagen del genio puro. Tal vez porque dada mi poca virtud para el oficio de músico, admiro lo que considero una compleja capacidad, la de escribir e interpretar las emociones encerradas en una partitura. Sólo alcanzo, y de manera limitada, a sentir el aleteo de su vuelo en mi pecho, cuando alguien, como el director de tu relato, dirige el ataque aéreo y me quedo sin respiración.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu propuesta, además, porque guarda un ritmo ágil que acompaña con armonía a la narración.
No sé cómo serás con la batuta, pero "atacar" con la palabra nos deja en suspenso, así como sin aire, sentado expectante entre el público lector.
Un fuerte abrazo y que el verano tenga tempo de orquesta feliz para ti.
Manuel, no descubro aquí nada nuevo si digo que, entre otros, posees el don de la música. Está presente en tus escritos y en tus pinturas. El color de la música, el ritmo de las frases, el mensaje de los buenos cuadros... Vasos comunicantes.
EliminarLeer tu refinado (literaria y humanamente) comentario, tan amable como siempre, es como escuchar una canción escogida. Muchas gracias.
Yo tb. te deseo que este verano tenga para ti mucha luz, serenidad... y más ranas que mosquitos.
Un fuerte abrazo!
De entrada, diré que me parece sumamente original tu microcuento, además de un delicioso homenaje a la música.
ResponderEliminarDe entrada, el título nos hace ponernos en lo peor, en uno de esos horrores que no cesan desde que se inventaron los aviones para poder escabechar desde el aire a poblaciones indefensas, teniendo como culmen el espanto de Hiroshima y Nagasaki.
Pero no, respiremos, se trata del arte más sublime de todos, del que lo dice todo sin decir nada, del que nos revela aspectos desconocidos de nosotros, del que nos acompaña en las mejores y en las peores ocasiones de nuestras accidentadas existencias.
Y, aunque parezca obvio decirlo, la música necesita el aire para transmitirse, pues en el vacío reina el silencio. Así que a los instrumentos de la orquesta no les queda más remedio que emprender ese ataque aéreo, cada cual con las armas que le son más propicias; violines, arpa, flautas, trompetas, piano, cual temible escuadrilla, emprenden ese ataque que no cesará hasta que el director deje en reposo su batuta.
Además, quedan dos elementos indispensables para completar el cuadro, en primer lugar, el director, que, sin duda, se defiende de tan agresivo ataque y mueve su batuta como si intentase espantar moscas, o estuviese manteniendo a raya a un grupo de espadachines que intentan ensartarlo; en segundo lugar, el público asiste atónito y con en ánimo encogido a esa descomunal batalla aérea, visualizo la escena, oigo la música, y descubro que no se ve importunada ni por la menor de las tosecillas.
Habrá que esperar hasta el final para que ese público que hasta respira de forma restringida estalle en aplausos, algo que voy a hacer yo ahora mismo porque me ha gustado mucho tu microcuento, su humorismo, la imaginación que has puesto en él, el homenaje que le has hecho a la música y lo bien que has encajado todas las piezas.
Un abrazo, Carmelo.
Enrique, muchas gracias. Por tu magnífico comentario, tan sutil y cuidado literariamente.
EliminarMe invitas a volver a él, al micro del "ataque" al aire. Estoy contigo en que la música necesita del aire para producirse y tb. para transmitirse. En el caso, por ejemplo, del sonido de la trompeta (tan poderoso que cuentan que bastó para derribar las murallas de Jericó) el propio instrumentista toma el aire con su boca y, dosificándolo, lo lanza a través de la boquilla al instrumento, que debidamente transformado inicia su cabalgar por la pradera del aire, hasta llegar a los oídos de los melómanos asistentes al concierto. Entiendo que si la música es sublime, no es menos admirable la labor callada del aire.
Preciosas las alusiones que haces sobre los movimientos del director.vY tu alusión al final al público que aplaude. Ésta es la música que producen las manos al chocar entre sí, que tanto agrada oír a los músicos y no se cansan de escucharla complacidos. Siempre el aire, el bienestar del respirar al unísono de todos los asistentes, músicos y espectadores.
Recibe un fuerte abrazo!
Me gusta como generas expectativas ya desde el principio del relato. El texto fluye y tiene ritmo. El final abierto nos deja libertad como lectores para imaginarnos el clímax que se avecina. Un saludo, Carmelo.
ResponderEliminarJosep María, me alegro de que te haya gustado y te agradezco que lo digas.
EliminarSucede en éste como en otros micros míos que me tomo el gustazo de ser juguetón con las palabras, etcétera.
Como tal, el final abierto es un buen final, lo que significa que en realidad lo verdaderamente interesante vendría con las palabras nº 51, 52, 53... pero esto, claro, ya es cosa del lector.
Gracias de nuevo, y un abrazo.