El perdón
Me lo repetiste mil veces, pero yo seguía sin creerte. Tu teoría cristiana del arrepentimiento que lleva siempre al perdón, defendido con vehemencia en el púlpito, no parecía tener sentido para aquella mujer que miraba con odio, arrodillada en el reclinatorio, al hombre con sangre caliente aflorando en sus manos.
Que los sacerdotes son hombre estás comprobado, que son de manos largas y calientes, muchas veces. Por qué no permitirles a todos el matrimonio. El perdón es muy humano, pero llega a cansar a quien lo otorga cuando no conduce a una rectificación en la conducta del perdonado. Puede conducir al odio, el reveso del amor. Es una cuestión que traes porque sigue ahí, candente. Me gusta mucho tu propuesta.
ResponderEliminarY feliz desenvolvimiento para "Los abrazos líquidos", ese poemario que va a ser todo un bombazo.
Un beso muy grande, amiga, que te llegue intacto, vía Madrid, a tus galaicos lares.
Querido Eduardo, el tema de la vocación en el sacerdocio y de que, como bien dices, sean hombres, con sentimientos y deseos como los demás, siempre me ha hecho pensar. En el cine y la literatura se ha tratado ese conflicto interno de los sacerdotes, su sufrimiento por seguir la norma y no faltar a su fe.
EliminarRespecto a "Los abrazos líquidos" tengo que decir que lo prologará un enorme poeta y maravilloso microrrelatista, que quizás conozcas... Sus iniciales son E.M.Z. Más pistas no puedo darte. GRACIAS, AMIGO, POR TU APOYO.
El sentido del perdón cristiano se antoja algo diferente a eso de "hago lo que quiero, aun a sabiendas de que está mal y hago daño, que luego me perdonarán". Esa mirada de odio es comprensible hacia quien predica una cosa y practica otra, sin ningún respeto al prójimo.
ResponderEliminarUn tema interesante el que plantea tu relato, contado con la elegancia que tú sabes imprimirle.
Un abrazo, María José
Muchas gracias, querido Ángel, a mí siempre me ha crispado el hecho de que se pida perdón, sin sinceridad a la hora de tener el gesto. Ya no lo digo solamente por el tema religioso; cualquier acto de nuestra vida, en el que el arrepentimiento sea del todo fingido, me parece deleznable.
EliminarOtro abrazo grande para ti.
Corre mucha banalidad en torno al perdón.
ResponderEliminarPara los católicos practicantes el perdón se convierte en un trámite automático, demasiado fácil de gestionar, en consecuencia devaluado. Una absolución mecánica en un confesionario cualquiera.
Pero perdonar es un sentimiento muy profundo y complejo. Para empezar, uno no tiene la obligación - para ser considerado buena persona - de perdonar ni tampoco el derecho a que le perdonen. No es eso.
Tu relato, María, es muy oportuno y bien planteado. Nos lleva a repensar un asunto que, me temo, todavía está muy verde en la mayoría de las cabezas y en los medios de comunicación se frivoliza con él.
Gracias, María, y un saludo.
Totalmente de acuerdo contigo, Carmelo. Lo has expresado genial. Ese perdón automático al que te refieres es todo lo contrario de lo que debería ser. En nuestra vida diaria no perdonamos tan fácilmente a los que nos hacen daño; al contrario, en demasiadas ocasiones no llegamos a hacerlo nunca, a pesar de que caigamos en la injusticia o intolerancia.
EliminarUn abrazo grande y gracias.
María José, como siempre un placer leer y en algunas ocasiones también escuchar tus relatos.
ResponderEliminarY hablando del perdón, creo que habría que practicarlo más, aunque fuese de manera egoísta, pues es un bien muy preciado para el bienestar y la salud mental.
Como no....siempre me haces pensar con tus escritos. Gracias y un beso.
Muchas gracias, Pili, por tu amable comentario. Lo de deleitarse
ResponderEliminarcon los escritos es un placer mutuo. Me gustan mucho tus relatos y estoy segura de que te encantará el mundo de los micros. Besos.
El perdón nunca puede ser una coartada de la maldad. Divino o humano, tiene que ser a corazón abierto. Excelente, María José. Un abrazo.
ResponderEliminarSalvador, eres un poco exagerado, jajaja, pero gracias por tu amabilidad.
ResponderEliminarOtro abrazo grande para ti.