Magia al amanecer
El hermoso y gallardo sapo, con su afinado croar, su mirada lasciva y su apuesta pose de príncipe azul, se dejó atrapar por la joven doncella de atuendo dominical.
Tras un largo beso, lo acostó bajo su almohada y, dormida, esperó al alba.
Cuando despertó, el sapo todavía estaba allí.
Tras un largo beso, lo acostó bajo su almohada y, dormida, esperó al alba.
Cuando despertó, el sapo todavía estaba allí.
Ay, que me temo lo peor. ¿No lo escacharía y por eso no se transformó?
ResponderEliminarMe apunto para hacerle el boca a boca. Pero si se despierta y se transforma, el príncipe para mí, ojo.
Danos noticias, Isidro.
Y buen verano. Abrazos.
Amiga Patri, según noticias de última hora, el sapo sigue de batracio y la doncella igual de ingenua que siempre por muy de domingo que se nos vista. Ergo, te puedes ir de vacaciones tranquila que aún no se divisan príncipes azules por el horizonte.
EliminarMuchas gracias por leer y comentar. Un abrazo.
Otra versión del sapo, que esta temporada asalta la página, con una mirada propia, que produce una sonrisa.
ResponderEliminarSaludos virtuales, Isidro.
Sí, otra versión del sapo. Quizás por la época del año, hubiera sido mejor la versión del "Sapo cancionero" Sapo cancionero que en una estrofa dice:
EliminarCanta tu canción,
Que la vida es triste,
Si no la vivimos con una ilusión.
¡No me des ideas! jejeje.
Muchas gracias, María Jesús. Un fuerte abrazo.
Doble pirueta intertextual, amigo Isidro. Me has hecho reír de verdad. Quedan abiertas todas las interrogantes acerca del sapo y la doncella. A pesar del largo beso no hay transformación. Alguna vez tenía que fallar el invento como todo termina por fallar en la vida. La magia ha sido a la inversa y el sapo queda tal cual, de príncipe ni por asomo. Menos mal que no se transformó en dinosaurio. Un texto magnífico y soberbiamente escrito.
ResponderEliminarUn abrazo grande, Isidro, y un verano la mar de feliz.
No es bueno fiarse de los típicos tópicos ni creerse los cuentos de infancia porque los cuentos cuentos son. Pero si es verdad que te aportan ideas que puedes poner del derecho o del revés, bocarriba o bocabajo y si se duda, siempre puedes consultar la Fundéu.
EliminarLo de Monterroso y su dinosaurio, además de encantarme, es que me venía como anillo al dedo.
Mil gracias, Edu, por tus siempre generosos comentarios. Un fuerte abrazo.
Qué gracioso, Isidro. Pobre sapo atrapado bajo la almohada.
ResponderEliminarLa verdad es que no hubo feeling en esta ocasión.
EliminarPero bueno, batracios hay muchos, domingos también y princesas... bueno, doncellas... bueno... también hay muchas, en los cuentos, relatos y otras artes de la ficción.
Isidro, ¿y si la magia no se halla en el amanecer sino en la mirada?
ResponderEliminarLa sapa. La sapa tenía toda la razón. Donde esté un sapo sapo, de los de verdad, de los de toda la vida, que se quiten los príncipes y demás extravagantes transformaciones.
¡Ay!, sapito mío, no te escondas de mí debajo de la almohada. Mírame.
Firmado: Tu sapa que te quiere como la trucha al trucho, más aún, como la sapa al sapo.
Un cordial saludo!
Lo de la magia en la mirada deberías habérselo dicho antes a la doncella de domingo.
EliminarEstoy de acuerdo contigo en lo de los sapos de antes. ¡Dónde va a parar!
Muchas gracias, Carmelo, por tu gentil comentario.
Un fuerte abrazo.
Al final no hay más cera que la que arde; los cuentos, cuentos son y en su espacio se quedan aunque a veces quisiéramos habitar en ellos. Por muchas tonterías que diga y haga retroceder el mundo, Trump sigue en la Casa Blanca, igual que el dinosaurio, lo mismo que los obstinados michelines aunque uno trate de cuidarse un poco. Ante una realidad que no se puede cambiar a nuestro antojo, no queda otra que convivir con ella. Cabe dentro de lo posible que entre la princesa y el batracio nazca una amistad sana, sincera y platónica (a la fuerza, claro). Puedo ponerte mi ejemplo: yo tengo una canaria con la que me llevo estupendamente, me saluda cuando me ve, yo contesto con un silbidito y le pongo una hojita de lechuga. Hay muchas relaciones posibles.
ResponderEliminarMuy divertido, muy realista y muy tuyo, Isidro.
Un abrazaco de verano, amigo
En efecto, la realidad y la cantidad de cera para arder son tangibles pero sabes que bien merce la pena aderezar la existencia con unas, al menos, gotas de ilusión o litros o a raudales. Ya lo dice la canción del Sapo Cancionero, como le he dicho a Mª Jesús.
EliminarMil gracias, amigo Ángel, por tu generoso y entrañable comentario.
Dos fuertes abrazacos, como siempre.
Magia fresca trae tu relato con ese sapo tan campante y esa doncella de las de antes, ingenua, candorosa y soñadora. Además, relato con guiño divertido y refrescante. Un abrazo, Isidro.
ResponderEliminarMil gracias, Manuel por leer y comentar.
ResponderEliminarTe envío un fuerte abrazo por la red y espero que tengas tú también, un refrescante verano.
A lo mejor es que hay que dar más tiempo a un sapo para que se convierta en príncipe. O quizá habría que decirle a la doncella que siga buscando, que hay muchos ejemplares encantados (con el tiempo igual sacan sapos con un rasca en la espalda, ). Sea como sea, lo cierto es que la ilusión que mantuvo durante toda la noche no se la puede quitar nadie.
ResponderEliminarIngenioso y divertido y con múltiples lecturas además.
Enhorabuena y un fuerte abrazo, Isidro.
La mejor lectura que se puede sacar es que no te hagas muchas ilusiones y no esperes nada, porque, luego, la caída o la desilusión duele. Si nada esperas y algo obtienes, la alegría es mayúscula.
EliminarMuchas gracias por leer y comentar, amigo Quique.
Un fuerte abrazo.
Dicen que las parejas se basan en dos equivocaciones, el hombre piensa que ella no va a cambiar, y la mujer que él cambiará, y parece que ambos se equivocan.
ResponderEliminarPues eso es lo que parece que ocurre en esta historia, que el sapo no ha cambiado y me temo que la actitud de la joven doncella si que va a cambiar cuando se de cuenta de la realidad, de todas formas no se de donde viene el interés por tener otro príncipe mas, por muy azul que este sea, todos tienden a desteñir rápidamente y quedan de un gris insoportable, nada comparable con el maravilloso verde que recuerda al de la hierba fresca, la esmeralda, la albahaca, el romero... Verde que te quiero verde que diría Federico.
Quizá cuando amaneció el sapo debió decir que todo había sido un "sueño de tronos" y despedirse con un "Perdón y gracias".
Estupendo y divertido relato (Quizá menos para la doncella).
Un veraniego abrazo.
Qué bueno lo de las equivocaciones de las parejas! Es verdad!
EliminarTambién suelen prodigarse lo de los príncipes decolorados y que luego pasan a verdes. Yo, al menos, recuerdo algunos muy verderones ellos, oye.
Muchas gracias, Irreverente, por tu ameno comentario.
Un fuerte abrazo y buen verano.
En El Quijote hay doncellas, mozas del partido y semidoncellas. Tu protagonista de atuendo dominical debe de ser de estas últimas, por eso el príncipe le sale rana. Y qué pena que nos falte el dinosaurio, Isidro.
ResponderEliminarUn micro ingenioso y divertidísimo. Riámonos de las doncellas interesadas, los sapos engreídos y los príncipes de todo color.
Un fuerte abrazo y feliz verano.
Sí, riámonos de esos personjes, porque, como ha dicho Ángel, al final no hay más cera que la que arde.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu gentil comentario, querida amiga.
Un fuerte abrazo.
Hay amores que merecen palos, o el amor es ciego, son dos de los refranes que se podrían aplicar a tu historia. Pero bueno, estos amores de tu microcuento no serían nada extraños en el mundo clásico, sólo hay que leer Las metamorfosis de Ovidio, claro que en algunas de ellas andaba implicado el lascivo padre de los dioses, el cual, a lo largo de los siglos, ha tenido muchos imitadores y sigue teniéndolos, y no entraré en detalles
ResponderEliminarEn tu historia has mezclado dos mundos, el del cuento del sapo y la princesa de los hermanos Grimm, y el del famoso ¿nanocuento?, de Monterroso. Y ahí tenemos a los protagonistas: ese sapo sin complejos y orgulloso de su apostura y esa princesa con una forma especial de entender el amor.
La princesa se lleva a ese sapo a palacio y lo mete en su cama, y el sapo, sin duda, ufano por la conquista, permanece en ella y allí lo encuentra la princesa al amanecer bajo la almohada. “Y lo que opinen los demás está demás”, que diría Mecano.
También me viene a la cabeza ese chiste que decía: -¿Tú estas a favor de que se casen los curas? Y el aludido respondía: -Si se quieren pues que se casen.
Muy fresco, en el buen sentido de la palabra fresco, original y divertido tu microcuento, Isidro.
Un abrazo y feliz verano.
La ingenuidad de la joven doncella le condujo a albergar esperanzas de ensueño con sólo un sueño.
ResponderEliminar¡¿Qué esperaba?!
Muchas gracias, Enrique, por tu generoso comentario.
Un fuerte abrazo y feliz verano.