De locos y de santos
Cuántas veces no habrás contemplado tu propio cuerpo en la cama, a plena madrugada, sintiendo suave a los bordes que te rodean, virando sin ver a quienes dormitan en la penumbra, para estar en la acera, sobrecogido ante las calles desoladas, y regresarte al lecho sin decir una sola palabra.
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