De vuelta
Don Melquíades solía hablar de muertos vivientes antes de la hora de acostarse; era su tema preferido. Ni a la Directora ni al personal auxiliar les hacía la más mínima gracia, pero lo permitían por lo mucho que divertía a los residentes del geriátrico. En especial al grupo de centenarios.
Casi hablaba de ellos mismos...
ResponderEliminarUn saludo, Rafa.
No cabe duda de que se identificaban con los personajes.
EliminarGracias, María.
Un beso.
Hola, Rafael.
ResponderEliminarA esos como no les caiga una bomba... Es un texto con un humor muy fino. Con una sorna muy guapa. Me he tenido que reír, a ver que vida, la de los centenarios, quiero decir.
Mi más muy mayor enhorabuena, un abrazo grande y feliz verano.
Parece que los centenarios se reían de sí mismos. Como debe ser.
EliminarGracias, Eduardo.
Mis mejores deseos de descanso y disfrute. Fuerte abrazo.
Los "centenarios", palabreja que se decía con sorpresa, con gracia, con envidia... En breve será tan común que los raros serán los del personal auxiliar. Es incluso posible que el propio director de la residencia, sea centenario con ganas de, por fin, adquirir esos mesecillos más que le hacen falta para poder jubilarse de una, de una vez.
ResponderEliminarVivir para ver!
Un abrazo, padrino. Espero que nos sigamos leyendo por mucho tiempo. Aunque sea en el geriátrico.
... de la residencia sea....
ResponderEliminarQue nos vayan reservando plaza en el grupo de Centenarios, que vamos a revolucionar el geriátrico con nuestros relatos y tus canciones.
EliminarGracias, ahijado. Un fuerte abrazo.
Pues no me extraña que estén de vuelta de todo, con lo que seguramente habrán pasado durante todo su vida. De una situación, para muchos puede que acongojante (pensar en dejar pasar el resto de tu vida en un asilo), sacas un relato "respetuoso" y con un toque humorístico de agradecer. "A pesar" de ello, su lectura me da para reflexionar, entre otras cosas, en el aumento del número de personas que llegan a los cien años; en si es preferible vivir menos, pero con "mejor" calidad de vida; en si habrá lugares y personas para atendernos cuando alcancemos la senectud; ¿qué pasa con la gente que no tiene familiares que puedan atenderlos? o, si los tienen, estos (más bien, estas) ¿no pueden tener su vida? ¿Por qué es más caro y más difícil entrar a "vivir" en un geriátrico que en el Ritz? Bueno, aunque creo que estoy saliéndome de madre, esto, y más, me hecho pensar la lectura de tu relato. Saludos y suerte.
ResponderEliminarHola, Jesús. Sí, resulta inevitable pensar en cómo será nuestra vejez si finalmente terminamos en uno de esos geriátricos, por eso he querido imaginar una escena divertida porque para las otras no hace falta imaginación.
EliminarGracias, amigo.
Un abrazo.
Sin duda, hay que reírse hasta de un@ mism@, que ya se encarga la vida y algunas personas de borrarnos la sonrisa...
ResponderEliminarCon una amplia sonrisa te felicito por tu original micro, tejido con el humor inteligente -y nada facilón- que te caracteriza.
Un abrazo de anónima admiradora ;)
Cualquier situación, por triste que parezca, permite una mirada humorística que la alivie. Además de ser higiénico y saludable.
EliminarGracias por tus halagos.
Lástima que al ser anónima no pueda presumir de admiradora.
Un abrazo.
Ironía sin arrugas para unos longevos protagonistas que asumen que su vida se apaga. Como se suele decir, que les quiten lo bailao. Muy bueno, Rafa. Un abrazo.
ResponderEliminarCuando se fusiona ficción y realidad el resultado suele ser cómico.
EliminarGracias, salvador.
Un abrazo.
Seguramente el solo concepto de "muertos vivientes" ya les hacía gracia. Apuesto a que don Melquiades si no era centenario también poco le faltaba.
ResponderEliminarMe ha gustado y divertido mucho, Rafa.
Un abrazo.
Probablemente se sentían identificados con ellos.
EliminarFeliz de que te hay divertido.
Un abrazo, Enrique.
Más vale tarde que nunca y acabo de leer tu relato. Curiosamente, tengo uno con alguna semejanza, solo que el tuyo es, como no podía ser de otra forma, mucho más divertido.
ResponderEliminarAbrazos, Rafa
Quiá, yo como don Melquíades solo divierto a centenarios.
EliminarUn abrazo, Ángel.