El encuentro
Al final, de tanto buscar con el candil prestado, encontró Diógenes a un hombre justo en un cruce de caminos casi a las afueras de la ciudad. Ni siquiera hablaron. Cruzaron sus miradas durante unos segundos, se comprendieron mutuamente y cada uno siguió su camino sin volver la vista atrás.
Qué pasaría si en lugar de limitarse a esas miradas trataran de intercambiar alguna palabra. Dicen que la cara (o la mirada) es el reflejo del alma, pero ¿es siempre así? ¿Con una "simple" mirada nos creemos capaces de comprender al otro? Yo me quedo con las preguntas que podemos hacernos tras la lectura de tu texto. Buena historia. suerte, Daniel. Saludos.
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Me fascina el personaje de Diógenes así que como homenaje quise dejarlo a la misma altura del hombre honesto porque representa que él mismo también lo era. Entre iguales no hace falta decir mucho. Un saludo amigo.
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