Encuentro en el Paraíso
El apéndice que, momentos antes, colgaba despendolado entre las piernas de la criatura cuando la observaba oculta, se armó desafiante ante mi mera presencia desnuda.
Hallándome indefensa, me acometió con ímpetu, y tras breve batalla, declinó su empeño.
Imprudente de mí, le ofrecí la manzana y se armó de nuevo...
Hallándome indefensa, me acometió con ímpetu, y tras breve batalla, declinó su empeño.
Imprudente de mí, le ofrecí la manzana y se armó de nuevo...
Hola, Manuel, monarca de las cincuenta palabras.
ResponderEliminarAcudes a la intertextualidad, para demostrarnos que también por aquí sale tu piragua a flote. Has querido situar la peripecia en el Paraíso, en la interminable fuente para saciar la sed, literaria, que es el Génesis, y, sin nombrarlos, como es lo suyo, te has traído de la mano a Adán y a Eva. Ese mandato divino. el de creced y multiplicaos, sabemos ahora justo en qué lugar y momento se perpetró. Y de la mano de la manzana, o sea, de la tentación. Óscar Wilde sostenía que no había mejor manera de vencer la tentación que ceder a ella. La serpiente dio a probar la manzana a Eva y esta se la ofreció al primer hombre, una criatura de desempeño sexual normalito que cobró una inusitada vitalidad, como si en lugar de la manzana hubiese ingerido la célebre pastilla zazul, un "viagrazo" de mucho cuidado.
El título es magnífico y los tres puntos suspensivos del final bien puden convertir el texto en circular, pues pudiera acontecer un nuevo rearme del varón obtenido el címax. Seguro que Adán se encontraba en el Paraíso, así las cosas y Eva en términos muy parecidos.
Un texto soberbio, redondo, como tuyo que es, de cabo a rabo (con perdón)y escrito de maravilla.
Mi más muy mayor enhorabuena se impone, así como un abrazo profundo y entrañable que te llegue allí donde te encuentres disfrutando dele estío.
Querido, Eduardo, qué alegría veraniega encontrarme con tu comentario. Si te digo tanto o más placer que el de publicar el relato. Claro que si no se diera uno, no sería posible el otro. Pero, es un gran placer leer tu comentario, rico rico y bien enfocado, y después departir de nuevo pareceres. Al encuentro de las palabras les pasa como a las olas de mar, que entre la que va y la que viene, se produce ese rompimiento de espumas que es lo que hace verdaderamente bello a la planicie azul del mar, que de otro forma si no, tal vez quedaría en anodina superficie. Pero afortunadamente, están flujo y reflujo para crear la dinámica. Y así me gusta a mí. Que haya mar de fondo. Cuando tu comentario me llega, sé que voy a navegar un rato a gusto. Al hilo de tus palabras suelto mi sedal y dejo que sea tu estela la que guíe la mía.
ResponderEliminarTu ojo sabio sabe ver y eso es también un gusto. Pero además, tu ser es generoso, así que ve aquello que distingue al relato y lo hace mejor. Mis pretensiones no van mucho más allá que las de hacer un relatillo con cierto picante y, espero, que haya resultado elegante y no demasiado ramplón. Me faltaba en mi paleta un relato un poquito subido de tono y con esa intertextualidad que tú señalas, que les da cierto toque de prestancia.
El gozo supremo del ser está en el aprendizaje. Somos seres esponja que necesitamos absorber todo aquello que nos complementa. Y la palabras son seguramente, solas, reunidas en poemas, en textos breves, en libros... piezas de ese monumental rompecabezas que es el ser humano, tan simple como cualquier individuo en su versión primaria, y tan complejo como lo es él mismo en su dimensión sagrada. Espejos deformantes. Plenitud insaciada.
Después del trabajo hecho, parafrasearemos al buen Gonzalo de Berceo: escribí un cincuenta...bien merezco una buena jarra de cerveza fría....¡Sea por ello!
Mi más fuerte abrazo para ti, Eduardo, que disfrutes de las vacaciones.
Manuel, interesante. Has "engendrado" un relato diferente a la vez que esencial en tanto que remite a los orígenes de la especie humana y plantea un asunto central en ella si los hay. Voy con mi manera de interpretarlo.
ResponderEliminarEl Paraíso no es un escenario anodino, inerte. Para nada insípido de puro inocentón. Es el lugar de los encuentros definitivos y que traen cola para la humanidad en su conjunto. Ese es el mito.
Primero tenemos la desnudez de Eva que a él no podía dejarle indiferente. No podía y no debía. ¿Por qué podría poder eso? ¿Por qué debería dejarle impasible? No. Luego el detallazo de la manzana gentilmente ofrecida; la amabilidad y el amor se retroalimentan. Desnudez y manzana, dos llamadas bien aptas para movilizar el instinto. Un instinto que crece desde los viejos tiempos y habita en la almendra de lo que después se le llamó amor. Que evolucionó hasta dar en las distintas versiones y modalidades actuales del mismo, del amor.
Así que veo en tu jugoso micro una referencia al AMOR, del primigenio a todos los demás. Y al mismo tiempo me digo si acaso el amor, de la pareja en particular, no tiene algo de combate (en el buen sentido, claro), sea que se escenifique en el Paraíso o fuera de él. Y me place pensar que sí, que acaso sea y haya de ser así.
Como bien sueles decir tú, Manuel, esto y un fuerte y estival abrazo!
Hay encuentros y encuentros, Carmelo. En éste, como bien dices, la Humanidad se jugaba ni más ni menos que todos los milenios transcurridos, que son muchos y cada vez más, pues no paran los científicos de descubrir antecedentes del homo precedente al homo anterior. Un día de estos darán con la manzana mordida y fosilizada y el análisis del ADN comprobará cuán importante fue el mordisco ofrecido. Y del hecho al Amor sólo hay un trecho. Totalmente de acuerdo contigo. La llamada al combate a la que haces referencia, es pura dinámica de atracción entre contrarios, la tensión entre los extremos que genera la energía necesaria para la renovación del cosmos y de la vida. Esa tensión vital tan mal entendida por nuestro sistema actual de consumo, que nos hace creer que vivir y evolucionar es tener, consumir y acumular. Malamente, como dice la canción. Es mucho más vivir compartir la manzana con la otra o el otro, sea cual fuere su sexo, y que se arme lo que se ha de armar entre los dos, que el futuro está en juego como al principio de aquel encuentro que nos ha traído a ambos a esta reunión de letras.
EliminarCarmelo, gracias por tus jugosas palabras, que como ves, me han dado cuerda y me he pasado un buen rato en responderlas. Y como digo, esto y un fuerte abrazo veraniego.
Me encanta tu nueva versión del equívoco con el que empezó todo. ¡Qué difícil es esquivar el pecado!
ResponderEliminarEl secreto se revela al final. Buen microrrelato intertextual, Manuel.
Un saludo.
Gracias, Josep María, ese pecado puso la sal, la pimienta y los quebraderos de cabeza en el mundo mundial, pero... qué sabroso debió ser aquel primer bocado, como sigue siendo el primer bocado de todo aquello que por primera vez abordamos...aquel beso primero, aquel poema, aquella canción, el primer baile, la primera victoria, la primera vil traición...en la tabula rasa previa a cada experiencia o aprendizaje, hay escondido un vibrante encuentro con el descubrimiento que nunca nos deja indiferentes. ¡Que se lo digan a la manzana!
EliminarEsto y un abrazo, Josep María, para tu verano.
El Génesis es uno de esos textos fundacionales ineludibles, sobre todo para la religión y la literatura occidental, indudablemente, es una obra maestra, así lo reconocen, no diré todos, porque como decía de Gaulle respecto a los franceses, a todos no los conozco, pero, por lo poco que sé, sí la mayoría de los críticos y estudiosos.
ResponderEliminarTu Cincuenta me ha recordado una obra de Mark Twain titulada El diario de Adán y Eva, en el que el escritor estadounidense, que tenía un agudo sentido de la ironía, le saca todo el partido a esa situación de sorpresa e inocencia que supone la vida en común entre la primera mujer y el primer hombre.
Twain escribió la obra un año después de la muerte de su mujer, y en ella puede leerse esta frase: “Dondequiera que ella estuviese, allí estaba el Edén”. De lo cual, puede deducirse que el mayor castigo que Dios podría haberle hecho al hombre hubiese sido quitarle a la mujer que, según el relato bíblico, le había dado quitándole una costilla, y aquí no puedo por menos de acordarme de esa magnífica película titulada La costilla de Adán.
La frase de Twain, también me recuerda aquella de Antonio Machado: “Dicen que el hombre no es hombre mientras no oye su nombre de labios de una mujer”. O sea, que las mujeres son lo mejor de la vida como abuelas, madres, hermanas, esposas, amigas... El que legiones de cenutrios y malvados no las amen y las correspondan como se merecen es como para cortarles ese apéndice del que hablas en tu microcuento.
En cuanto al enfoque que le has dado a la historia, me gusta mucho, y creo que el relato de la llamada caída, aparte de esta tuya tan original y desprejuiciada, puede tener muchas variaciones.
Al misterio del erotismo y del amor llevamos toda nuestra historia intelectiva dándole vueltas sin llegar nunca a su meollo, sin saciarnos nunca de las historias de amor, quizá el secreto de todo estuviese en esa manzana, pero de ella ya no queda ni rastro, a no ser en los textos, como en este tuyo que la has vuelto a traer a colación; presentándonos a esos llamados nuestros primeros padres desnudos de cuerpo y de alma, y perplejos ante el misterio de estar vivos y de tener que desarrollar sus existencias dentro de esos mundos, difíciles a veces, y embriagadores otras, de las pasiones, los deseos, los sentimientos, los pensamientos... ¡A ver quién es el chef que hace un buen guiso con todo eso!
Enhorabuena, Manuel por este gran microcuento que me ha traído a la cabeza tantas cosas subyugantes e inspiradoras, tus cincuenta palabras han desencadenado en mí un torrente de recuerdos e ideas.
Una abrazo fuerte y a seguir disfrutando de este raro verano entre lluvioso en un principio, y tórrido ahora, aunque supongo que Irún dará más respiros no ya que el sur, también que la meseta.
Amigo, Enrique, qué gozada de comentario. Por las referencias literarias y por el desarrollo jugoso que le das al río de tus palabras. Ese caudal de lecturas que te acompañan más que envidia para este lector de poca monta que soy yo, es un acicate, una fuente, una referencia.
ResponderEliminarMe encanta el despliegue versado que haces sobre la figura de la mujer. Coincido plenamente contigo. Cuán necesario es que esta sociedad dé un papel relevante no sólo a sus mentes tan despiertas, sino a su sentido común, a su sensibilidad y a su manera de entender el mundo. Ejemplos hay a miles que donde ellas pueden empeñar sus impulsos crecen otros mundos al amparo del abrigo de lo femenino. Aunque haya individuas de calibre tan áspero y carácter tan masculino que afeen con su hacer esto que digo. Pero por una de ellas, un ciento de miles de hombres empañando el que debiera ser el proceder sereno y justo de las sociedades avanzadas.
El micro se lanza con cierto desparpajo sobre el mito de la creación para ponerle chispa de amor y eros a un café descafeinado que nos sirvieron en bandeja de pecado. Afortunadamente, algo parece cambiar, pero no lo suficiente. Las escuelas no educan para la sexualidad, tan relevante y, sin embargo, enseñan religión adoctrinante. ¿Cómo digerir estas contradicciones? El guiso del que hablas no hay chef que le meta mano porque prometen revolucionar la cocina y luego, piensan más en los votantes que en los fogones.
Creo que mal que bien, he cumplido con las letras de cara a los rigores del verano. Porque siempre algo ligero, un poco picante si quieres, e intertextualizado, se deja leer con cierto agrado.
Tus palabras me llenan siempre de alegría. Gracias, Enrique. Un abrazo fuerte y un verano pleno, pero que refresque.
Como yo no alcanzo el nivelazo exegético de los comentaristas (es cariñoso, que quede claro) precedentes, me voy por lo anecdótico (puede que demasiado, lo reconozco): me entusiasma el contraste en el uso de ciertas palabras de carácter mundano como "apéndice" o "despendolar", que me parecen la pera (o la manzana) en este contexto con otras un poco más "formales". Y esas imprudencia... no sé yo. Menudos antepasados hemos tenido, recién creados y ya dándole. Bueno, ya sin bromas; buen y divertido texto, manuel. Un abrazo y suerte.
ResponderEliminarJesús, me alegra un montón que señales esas palabras, porque del juego pendular de su propia estructura creo que nace cierta esencia (si es que el texto la tuviere) que le presta su gracia. Un apéndice despendolado es en sí mismo un contexto orgánico que clama contra el pudor... jajaj... como dices, menudos antepasados hemos tenido, y de aquellos barros estos lodos y, además, con este rijoso calor que nos invita a la desnudez.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, Jesús, una gozada tu visita.
En el episodio del Génesis, nos muestran una existencia donde el deseo, el erotismo y el placer son arrinconados por un concepto maniqueísta del bien y del mal. Tu relato terrenaliza la historia, y nos la regalas envuelta en cercanía y verdad. Genial y gracias, Manuel. Enhorabuena y un abrazo de verano.
ResponderEliminarSí, Salvador, nos contaron una historia envuelta en la epopeya del Edén perdido y resulta que en cada manzana y en cada encuentro el paraíso terrenal se manifiesta, breve y efímero, eso sí, como corresponde a nuestra naturaleza.
ResponderEliminarTus palabras traen sal hasta este rinconcillo de Cincuenta. Gracias por pasarte y dejar tu estela de luz.
Un abrazo también para ti. Buen verano!!
Tú sí que sabes contar el Génesis y cualquier cosa que te propongas. Mucho más realista que la versión que conocemos. Y dándole protagonismo a esa manzana, me pregunto si la de tu relato es antecedente de la que fulminó a Blancanieves y la más famosa de todas, en la actualidad, de un tal Steve Jobs.
ResponderEliminarEn todas las facetas destacas, amigo, y es un placer leerte.
Saludos y muy buenas vacaciones para ti y tu genial compañera.
Pablo
Gracias, Pablo, por ti y alguno tan animoso como tú va uno tomándole el pulso a esto de escribir microficción. De lo más acertado tu invocación a las distintas manzanas. No lo había pensado, pero es verdad que la manzana ha ido, de una y otra forma, configurando el mundo.
EliminarIgualmente, un fuerte abrazo para ti y tu maravillosa familia. ¡a sacarle el jugo a las vacaciones!
¡Qué placer de placeres! Leerte sí, ya sea en la Tierra como en el Paraíso. Siempre ofreciendo imágenes que se ven, se tocan y se huelen. Esa manzana despidiendo aroma fresco y sensual mordisco del deseo de cualquier mortal. Sólo con mencionarla, has removido nuestra imaginación, con las más apasionantes fantasías, en aquel jardín que algunos llamaron Edén.
ResponderEliminarFantástico, Manuel
Saludos veraniegos.
Gracias, Mª Jesús, por tu comentario tan alegre y positivo. Das en una clave de forma de ver los microrrelatos y es que, muchas veces, es la imagen la que me arrastra al texto. En este caso, totalmente, esa imagen un poco grotesca del simio desnudo haciendo cabriolas en el Paraíso, me llevó a la manzana y de ahí a este rincón, donde son celebradas siempre tus palabras.
EliminarQue siga el verano destellando bellos momentos para ti. Un abrazo.
Qué bueno, Manuel. Nos muestras el juego del amor en su versión primigenia, aunque apuntando ya unas maneras y un lenguaje (mudo) destinados a perdurar por siempre. En apariencia sencillas, tus frases, como en ti es habitual, están muy bien calculadas y llenas de un vocabulario que, además de dotar a la historia de sensualidad, dejan entrever la actitud de los personajes, aspecto en el que destacaría la picardía femenina contenida, a mi entender, en ese “Imprudente de mí”. Pero qué bien escribes.
ResponderEliminarEnhorabuena y un abrazo.
Señor, Mochón y maestro de la microliteratura, el verano le ha contagiado a usted un hiperbólico parecer sobre mis letras, que a mí (falso modesto donde los haya), me parece estupendo, y no sólo me agrada, sino que no pienso rebatir. Aunque quede claro que escribo con esmero, porque no sé otra forma de escribir. Por otro lado ha captado usted perfectamente esa picardía que quería subrayar.
EliminarDe aquí me voy a leer el suyo y a dar un repaso a las últimas publicaciones que el verano me escatima tiempo pausado para leer.
Esto y un abrazo para celebrar su comentario. Un verdadero placer, de verano, si usted quiere.
Un fuerte abrazo, Enrique.
Hola, Manuel. Fantástico relato, cosa normal viniendo de ti. Nunca he entendido el porqué del pecado original. Que se cargue a la humanidad con la culpa de lo que hicieron dos personas, como que no me cuadra. Eva, la tentación personificada, (tentada, a su vez por la serpiente) desencadenó lo acontecido en el jardín del Edén, y Adán, demasiado entregado a su papel de dócil y sumiso, aceptó. Pero en tu texto introduces matices de cosecha propia, que lo hacen simpático y agradable de leer.
ResponderEliminarDon Manuel, gracias por honrarnos con sus preciosas letras. Enhorabuena y mucha suerte. Feliz fin de verano.
Besillos.
Mª José, te asiste toda la razón, ¡vaya película la del pecado original! La cosa debió ser mucho más fácil, pero algún envidioso o amante despechado, contó el asunto tan farragosamente, que después de tanto tiempo, pretenden que sigamos cargando con el sexo como si un lastre o un fardo se tratara. Menos lobos, que diría caperucita. Me alegra mucho tu comentario, me sube los colores y los ánimos.
EliminarUn beso grande.
El comienzo de los tiempos, contado por la primera mujer, sitúa las cosas bajo un punto de vista objetivo y sensato, algo muy distinto a esta sociedad patriarcal, mal enfocada desde el inicio, que no ha sabido apreciar su verdadero potencial. Si en un principio hubiéramos hecho las cosas bien, eso que llamamos humanidad habría sido menos belicosa, más práctica y constructiva, dominada más por el cerebro que por el dichoso apéndice. Es fácil echar la culpa de todo a la manzana, al demonio, a la mujer, pero reescribir con ojos de hoy la historia que nos contaron pone las cosas en otra perspectiva mucho más amplia y justa. Si además se hace con humor fino, el resultado es este buen relato, ya desde el título.
ResponderEliminarNo puedo leer casi un mes entero de relatos en un par de días, pero el tuyo no he querido perdérmelo.
Abrazos, Manuel
Totalmente de acuerdo con tus reflexiones, Ángel, al respecto del cambio que se hubiera producido en el mundo si fuese posible un cambio de roles a escala planetaria, que permitiese dar otra perspectiva al enfoque de los asuntos y a la manera en que se abordan. Tiempos tóxicos nos rodean.
EliminarEn cuanto al micro, tu enfoque, tan acertado como siempre. Pretendía dar con un toque de humor, una visión picarona sobre el cambio de roles. Bien que tu generosidad le da un trasfondo más rico del que realmente tiene, pienso yo. Pero ahí está la madre del cordero que es el lector. El buen lector mejora lo que lee con su perspicaz visión. Y tú eres grande en ambos sentidos, en el del que lee y en el del que escribe.
Mucha ilusión me ha hecho leer tu comentario, pues ya sabía que no te sería fácil comentar este mes. Gracias por tu atención y claro, por tus preciadas palabras.
Esto y un fuerte abrazo, Ángel, que septiembre,me temo, te reclamará a sus menesteres.