La diáspora del puerro elegido
Se sentía especial: el padre labrador guiaba las aguas que regaban su sed y enviaba plaguicidas para aniquilar a sus enemigos.
Cierto día, sin más, fue arrancado del suelo y colocado en un camión de reparto internacional. En su hueco de huerto, el inescrutable labrador había plantado una lechuga romana.
Cierto día, sin más, fue arrancado del suelo y colocado en un camión de reparto internacional. En su hueco de huerto, el inescrutable labrador había plantado una lechuga romana.
Bueno, bueno, ahora toca relato vegetariano, que nos enseña que no hay más ciego que el que no quiere ver.
ResponderEliminarEste mundo está lleno de gente mirándose el ombligo sin darse cuenta que pasa a su alrededor. Eso o que he metido la pata hasta el fondo porque el relato va del exceso de confianza, jejeje
Muy buen relato de todas formas, como siempre, compañero.
Un abrazo.
Sempre me ha hecho gracia eso del 'pueblo elegido' por Dios. Un pueblo que ha pasado por multitud de penurias y condenado a vagar sin tierra durante gran parte de su historia. Pues menos mal que era el elegido...
EliminarSí, amigo mío, el relato va de ombligos y religión. Cuando algo nos sale bien, es por la gracia de Dios y cuando no, es que los caminos del señor son inescrutables...
Gracias por dejarme tu comentario y aprovecho para felicitarte por tu magnífico yoísmo. Este mes, tu relato me hace la mejor compañía.
Un abrazo.
Hola, Antonio, arbiter elegantiarum, caballero de la palabra en el pecho.
ResponderEliminarOtro texto formidable de tu variedad infinita. No hay tema que se te resista.
Sentirse especial es una cosa y serlo para alguien concreto es otra bien distinta. Sin razones, "sin más", como tú dices, el puerro del título es dispersado. Puesto en el mercado, objeto de compra y venta sin más.
Los labradores suelen ser tan inescrutables como las tormentas, ay las nubes, lo son con ellos, aunque suelan olfatearlas lo mismo que sabuesos. Y temerlas como a oscuras amenazas del cielo en que consisten.
Todo cede en el mundo, delenda est, todo cae o es arrancado y diseminado, esparcido, repartido. Vendido. cambiado por otra cosa.
Bueno, pues mi celebración más viva ante otro microrrelato de los buenos buenísimos.
Un abrazo a tu medida, o sea, inmenso, y feliz siempre.
El ombligo propio es un gran agujero negro con capacidad infinita para absorber las bondades divinas. Los derechos que nos colocamos por sentirnos especiales son tan intensos que hasta su pérdida la creemos fijada por algún designio, aunque sea inescrutable.
EliminarGracias por tus exageradas alabanzas, Eduardo, y aunque estos meses me hayan dejado apoltronado en la muda pereza, no dejo de leeros, de leerte, y admirar esa búsqueda de la libertad que rompe los márgenes de una vida impuesta.
Un abrazo.
Las historias las sustenta la pluma que las escribe. Da igual que el protagonista sea un rey o un humilde puerro que se siente tal. De tu mano los relatos se lanzan a una esfera poco común, pues vibra en ella la factura exquisita de la pluma y el la profundidad del tema, que como en el caso físico del puerro, presenta varias capas previas a su tierno corazón de hortaliza.
ResponderEliminarUn placer de verano y todo tiempo asistir al espectáculo de tus letras, Antonio. Y un abrazo grande te va con las de este comentario.
Gracias Manuel, por pararte a escribir este comentario que tanto te agradezco. Cosa que valoro aún más cuando yo no he sido capaz de desprenderme de la pereza que, como a la gran Rocío, llegó a mí este verano como una ola, y dedicarle a tu relato de este mes el comentario que merece su desparpajo, originalidad y buen hacer.
EliminarUn fuerte abrazo
Está claro que, aunque a veces alguien se pueda creer el centro del universo, nadie es imprescindible. Como ese puerro que acabará en un puchero, o en una crema con otros semejantes, engullido en su propio mundo.
ResponderEliminarExcelente, maestro Bolant, por contar una verdad universal a partir de un puerro, un labriego y un hueco en la tierra.
Un fuerte abrazo.
Pablo
Efectivamente, nadie es imprescindible, salvo para uno mismo. Gracias por tus palabras, Pablo, por leer y comentar esta pequeña fábula y sobre todo por escribir ese maravilloso y socarrón relato sobre el postureo con el que nos has obsequiado este mes de agosto.
EliminarUn fuerte abrazo para ti también.
Genial parodia del asunto, Antonio. Y nada mejor que el humor para desmontar mitos. Me asombra el modo en que has encajado todas las “piezas”, aparentando no estar contando nada trascendente, y cómo has rematado brillantemente la historia con esa lechuga romana. Desde luego que el Nuevo Testamento, con un personaje central muy mejorado en todos los aspectos, supuso una espectacular proyección internacional para esta religión que nos tocó en suerte al nacer.
ResponderEliminarEnhorabuena por esta ingeniosa y originalísima propuesta y un fuerte abrazo.
Gracias Enrique. No fue un reto fácil, pero si te han encajado las piezas, puedo darme por muy satisfecho. Enhorabuena por tu sexagésimo relato, por esa maravillosa estela de historias tan bien contadas y repletas de originalidad y no poca brillantez, como ésta última, pedagógica y excelente, donde nos dejas un sútil 'canchondeo darwiniano'.
EliminarUn fuerte abrazo, compañero.
A veces es sano restar algo de trascendencia a los asuntos. Tomarse las cosas de forma demasiado literal puede ser caldo de cultivo de tragedias; algunas de las peores que se han escrito, por desgracia y como todos sabemos, las han sufrido pueblos inocentes y en masa, porque alguien creyó que eran distintos y dañinos. Un poco de sentido del humor, propio y ajeno, no debería sentar mal a nadie. En algún sitio leí que una buena parodia, lejos de ser una burla, es un homenaje. El día que todos los seres humanos nos creamos libres e iguales, no diferentes ni mejores o peores que otros, habremos avanzado de verdad.
ResponderEliminarUn abrazo, Antonio
Siempre he pensado que el más humano, en su sentido más amplio, de los sentidos es el del humor y nadie mejor que tú par apreciar esa vertiente. La libertad e igualdad que mencionas es una maravillosa quimera que, sinceramente, no sé si llegará algún día, y si lo hace, seguramente será porque hemos dejado de ser humanos para convertirnos en otra cosa.
EliminarGracias siempre por tus comentarios y reflexiones, por tu compañía, y enhorabuena por tu nueva perla de este mes, un excelente y ácido retrato de la incomunicación.
Un fuerte abrazo, Ángel.
En la moraleja que transmite tu microcuento, que es esa tan cotidiana de los que se creen imprescindibles y el centro del universo, y que por muy altos que estén o crean estar, no dejan de ser briznas en manos del destino, hay también un asunto de vital importancia y que daría para pensar y debatir a las mejores cabezas durante toda una vida, y es la del destino del pueblo judío.
ResponderEliminarAparte de eso, el tema mucho más profundo de tu microcuento es el de las religiones y, en particular, la de los judíos. Así puede verse en la palabra diáspora, en el juego de palabras entre pueblo elegido y puerro elegido y en la lechuga romana, pues fueron los romanos, bajo el mandato del emperador Tito, en los años 70 –73 de nuestra era, los que destruyeron el templo de Jerusalén y la fortaleza de Masada, y luego, el emperador Adriano, en el año 135, volvió a derrotar a los judíos, y les prohibió vivir en Jerusalén.
De entrada, me gustaría saber qué pasó en la historia de ese pueblo, en esa que cuenta el Antiguo Testamento y otros textos, para que se denominasen a sí mismos el pueblo elegido –del que no hay que olvidar que proceden los monoteísmos-, y para que lo hayan mantenido contra viento y marea, a lo largo de los siglos, con las terribles consecuencias que todos sabemos.
¿Fue todo el invento de cuatro mentes sibilinas o hubo algo más sobre lo que otros, que podrían llamarse iluminados, han especulado llegando a conclusiones como la de que las religiones provienen de la intervención de los extraterrestes en nuestro planeta?
Por supuesto, no tengo ni la más remota idea, pero ahí queda mi perplejidad. Luego está la aparición de Jesucristo, el Mesías al que su propio pueblo rechaza y que, sin embargo, triunfa en medio mundo.
A eso podría añadirse el antisemitismo, sobre el que no entiendo el porqué de ese odio infernal a los judíos, que llegó a su culmen con la solución final propuesta por Hitler, cuando, como suele ocurrir con todos los pueblos, no puede hacerse con ellos un todo uniforme e inamovible, por el contrario, la cultura occidental le debe muchísimo a sus mentes más preclaras.
En definitiva, como dije más arriba, un tema para toda una vida y para el futuro, pues con lo poco que cambian las cosas entre los seres humanos supongo que el tema judío será teniendo plena vigencia durante mucho tiempo.
Muy bueno tu microcuento en su doble vertiente, la exotérica y la esotérica. Un abrazo y feliz verano, amigo.
Como siempre los has clavado, Enrique, con tus datos y reflexiones has desgranado magistralmente la esencia de lo que contaba. Es impagable que, al pie del relato, figure este escrito tuyo repleto de erudición enriqueciéndolo exponencialmente. Muchísimas gracias, compañero. Qué suerte que tus ganas de escribir no se vean afectadas por la indolencia veraniega. Qué suerte habernos permitido disfrutar de la abrumadora belleza de las piedras de venecia.
EliminarUn fuerte abrazo.