Las piedras de Venecia
Iba en un vaporetto junto a una bella y desconocida mujer oriental. El día era azul. Llegaron al bacino di San Marco, a la derecha quedaba La Salute, en frente, la isla de San Giorgio. Emocionado, exclamó: "Venice is wonderful!". Ella sonrió. Meses después, melancólico, aún recordaba il suo sorriso.
Enrique, en un vistazo algo rápido y tardío, descubro tu relato. Tengo la ventaja de conocer a su autor para saber que tras estas cincuenta palabras bien engarzadas y ese título no solo hay una buena historia, sino algo más que a mí se me escapaba y que una consulta ha confirmado y enriquecido. Tu autor, enamorado de la belleza artística de Venecia, no se da cuenta, hasta meses después, que aún le causó una impresión mayor esa mujer que estaba junto a él durante su visita. He vuelto a refrescar el interesante y curioso "Síndrome de Sthendal" y a conocer la existencia de "Las piedras de Venecia", de John Ruskin, que seguro que tú has leído y te ha gustado, lo cual es garantía de calidad, por lo que me lo apunto.
ResponderEliminarUn abrazo
En el microcuento he amalgamado varias cosas, el título, como bien has descubierto, se debe a una obra homónima de John Ruskin, la cual, para todo el que esté interesado o enamorado, como es mi caso, de Venecia, es absolutamente recomendable, aunque difícil de encontrar.
EliminarLuego, he echado mano de mis vivencias en la ciudad de los canales, en la que, si no me falla la memoria, y falla más que una escopeta de plomos, creo que he estado, al menos, cinco veces, tendría que mirar los albumes de fotos para corroborarlo.
El síndrome de Stendhal, y el de Balzac, y el de Flaubert, y no sé cuántos más, lo sentí sobre todo la primera vez que, recién llegado, con unos amigos, a la estación ferroviaria de Santa Lucía, nos montamos en un vaporetto y recorrimos el Gran Canal hasta llegar a la Plaza de San Marcos. Nada, en lo que a viajes turísticos se refiere, me ha impactado de igual manera en la vida. Me faltaban ojos para admirar tanta maravilla, me sentía como en un éxtasis.
A esa experiencia, que luego se repitió más veces, aunque no con la misma intensidad, he añadido el recuerdo de una mujer japonesa, que vi con unos amigos, en otra posterior visita, –entonces todas las turistas orientales lo eran, o eso creíamos- cuya belleza era extraordinaria. Tan turbados nos dejó que entramos dos veces en la misma pizzería, creyendo la segunda vez que entrábamos en una diferente. Póngase esto en el contexto de los años posteriores al franquismo cuando descubríamos que el mundo era mucho más maravilloso que nuestra malhadada piel de toro, y téngase en cuanta la circunstancia de que, por aquel entonces, mis amigos y yo éramos unos absolutos pardillos en todo.
Así que al personaje del microcuento le ha tocado encarnar todo eso, y creo que ha quedado un tanto herido ante ese misterio de la belleza, ante esos encuentros fugaces sobre los que solemos preguntarnos qué hubiese pasado si... Pero la vida no tiene más remedio que concretarse en un solo camino, aunque en ese camino puede haber multitud de buenas experiencias, también malas, por supuesto, pues ya se sabe que nos expulsaron del paraíso, y si no fue así la historia, pues lo parece.
Muchas gracias por tu comentario, Ángel, un abrazo fuerte.
Enrique, tu micro trasciende de las emociones artísticas a los sentimientos, y entre ellos al más sublime.
ResponderEliminarPor sí mismo el amor, cuando surge, es una emanación "sui generis" de belleza espiritual y cordial, incluso puede que sexual en ciernes. Es azuzada y se instala con especial refinamiento en escenarios de extraordinaria belleza monumental y paisajística como éste que con tanta exquisitez describes.
Si a la belleza, que se intuye, de la mujer allí vista de paso, impresión fugaz cual destello, se suma su exotismo y juventud... y - ¡ah! - la sonrisa que ella le dedica al hombre que hace el comentario que hace en tu micro, si todo esto se produce en la complicidad de un profundo placer artístico compartido, lo que parece demostrar la sonrisa de ella y su efecto en él, podría tratarse de una experiencia imborrable en la memoria. Que entonces la nostalgia (de él, de ella o de ambos) trataría de suplantarla, revivirla, hacer por recuperarla de algún modo, no extraña.
Enrique, yo le entiendo perfectamente a este hombre, vaya si le entiendo. Un abrazo!
La historia que he pergeñado, como ya he escrito en el comentario a Ángel, une dos experiencias distintas de mi vida, las cuales se las he endosado al protagonista, el cual creo que ha quedado un tanto turulato por una experiencia que desborda sus sentimientos.
EliminarComo dice Rilke en una de sus elegías del Duino, todo ángel es terrible, y las personas bellas se asemejan a ángeles, aunque su alma pueda ser la de un diablo, de ahí los destrozos que pueden hacer en cualquiera que quede subyugado por su hermosura y sea desdeñado y hasta escarnecido.
En cuanto a ese hecho mínimo de una sonrisa, de un cruce de miradas, es curioso cómo puede quedarse en la memoria mientras que, experiencias amorosas o pseudoamorosas de mayor calado carnal o sentimental se borran con el paso del tiempo.
Quizá es en esas experiencias de absoluto misterio, que tocan a lo más profundo de nuestro ser, donde se nos revela nuestra indefensión, nuestra condición de ángeles caídos.
Muchas gracias, Carmelo por tu comentario, un abrazo de vuelta.
Gracias a ti, Enrique, que si bello es el micro, brillante el comentario que nos regalas sobre el mismo. En el que te acercas al misterio del amor que aletea en el no menor misterio (encantador, sugeridor, subyugante) de la sonrisa. De la sonrisa en general, a destacar la de los niños y las mujeres, como se manifiesta en el caso de éstas en tu micro veneciano. Un abrazo de nuevo!
EliminarHola, Enrique.
ResponderEliminarYa Ángel Saiz nos ha puesto en antecedentes con su sagacidad habitual. Me ha evitado hacer las consultas pertinentes en Google. Aunque algo he curioseado por mi parte.
La belleza de Venecia es fascinante, sublime y puede causar en el viajero el denominado síndrome de Sthendal, que temió ir a caerse producto del estado psico-físico en que le había sumido la contemplación de las maravillas venecianas. No es raro pues él sostenía que solo en los detalles hay originalidad, y solo en ellos hay verdad. Venecia está llena de verdades, de detalles a cada paso, que lindan con lo sublime más extraordinario, que envenenan dulcemente los ojos para siempre jamás. Quien la haya visto puede dar fe de lo que afirmo.
Y no es de extrañar que tu protagonista, el propio Ruskin en persona, el autor del libro cuyo título es el de tu microrrelato, que vivió en esta ciudad, o un personaje de su novela, seguramente (yo también me la apunto, gracias), quedase fascinado por la sonrisa de aquella mujer oriental, con quien compartía fascinación a bordo del "vaporetto", conforme se sucedían los prodigios y les calaban de emoción hasta la médula.
Una sonrisa de mujer es una obra de arte, máxime si está cincelada con el exotismo exclusivo de la fémina oriental. Tanto que, meses más tarde, en brazos de la melancolía, se acordada el buen hombre, todavía, de la que vio lucir en aquella compañera de viaje, un día de un azul rotundo.
Con breves pinceladas nos sirves esa Venecia inmortal, yo creo que no va a hundirse nunca, con palabras (no podían faltar) del italiano, ese idioma tan "ridente".
Es el tuyo un texto obra de arte. Y su redacción es de categoría, de fábula. Mi mas muy mayor enhorabuena entonces.
Y un abrazo inmenso, es decir, a tu medida.
Como bien dices, Venecia es una ciudad que ha fascinado a multitud de artistas y escritores. Y a John Ruskin lo descubrí en la obra de Proust En busca del tiempo perdido, pues su madre lo tradujo al francés, traducciones que firmaba él.
EliminarDe ahí que uno de los grandes sueños del asmático Marcel fuera visitar Venecia, algo de lo que habla en su serie de novelas, así como del sueño convertido en realidad y de las experiencias de memoria involuntaria –la más famosa es la de la magdalena- que también tuvo en la ciudad de los canales y de Canaletto.
Así que, Venecia, en sí misma, daría para una inmensa enciclopedia por toda la belleza que contiene. Allí murió Wagner, aunque su cadáver se lo llevaron a Bayreuth, pero el músico que sí está enterrado en Venecia es Stavinski, en el cementerio de la isla de San Michele, uno de los muchos lugares mágicos del conjunto de isla que forman la ciudad de los dogos venecianos.
Así que es una ciudad que, curiosamente, aunque tiene un turismo muy masificado, como casi todos hacen el mismo circuito, una vez que has visto los cuatro sitios más importantes, puedes disfrutar de muchísimos otros donde, y a nosotros nos ha pasado, estás solo disfrutando de obras de sus mejores pintores y artistas, incluidos los propios palacios e iglesias que las contienen.
Y es que las ciudades más hermosas del mundo son inagotables como las grandes obras literarias y artísticas, y puedes echarlas el tiempo que quieras, aunque este siempre suele ser escaso, a no ser que uno viviese de las rentas y todos los engorros de la vida diaria se los solucionasen otros.
Y para acabar, te dejo, o le dejo al protagonista de mi microcuento, que está tan melancólico rumiando aún las emociones de las bellezas de Venecia y la belleza y el misterio de esa mujer oriental, con Charles Aznavour y su canción Venecia sin ti.
Muchas gracias por tu generosa comentario, Eduardo, un abrazo fuerte de vuelta.
Muy bonito y elegante, ese nostálgico viaje al pasado bañado por las aguas de la bella Venecia. Todos tenemos piedras en nuestros zapatos
ResponderEliminarUn abrazo Enrique
La vida se va haciendo con muchos mimbres, con muchas impresiones, con muchas vivencias, con hechos fortuitos y con nuestros errores y aciertos. Los viajes, a quienes tenemos la suerte de poder hacerlos, son unas de esas experiencias para poner en el lado positivo de la balanza y, en mi caso, las experiencias que he vivido en Venecia son de las más impactantes.
EliminarUn abrazo de vuelta, Raquel y muchas gracias por tu comentario.
No puede uno por menos que enamorarse en semejante contexto, aunque lo diga uno como yo que no conoce tan hermosa ciudad, pero son tantas las imágenes que nos asisten, sobre todo de su tratamiento en películas, que parece que la hubiera visitado (Muerte en Venecia, el talento de Mr Ripley, etc)
ResponderEliminarPor otro lado, ese encuentro maravilloso tiene que ver con lo fortuito, con el asombro que acontece cuando sentimos los sentidos desbordados de belleza y más allá de lo físico, el contexto interpela a nuestra emocionalidad interna y fluimos en él en un momento de éxtasis, de manera que nunca ya se borrará esa impresión magnánima de nuestra experiencia sensorial.
Me llevan tus palabras a recordar momentos propios donde también una mujer protagonizaba y coronaba esa exaltación de la vida, ese instante eterno "inmenso en el vivir" (Silvio). Qué bello es vivir...a veces, que otras no tanto.
Pero hay, sí. Celebremos tu precioso micro, la recreación de lo fugaz, el abrazo efímero del deleite. Por suerte, podremos una y otra vez volver contigo a Venecia y soñar de nuevo aquel momento que nos sucedió cuando la vida tuvo a bien asaltarnos y regalarnos su plenitud.
Un micro sensible, cultivado y elaborado con mimbres exquisitos. Lo celebro, amigo Enrique. Esto y un fuerte abrazo. Septiembre llama a la puerta.
Hay ciudades que, aunque uno no haya estado en ellas, casi parece que las conoce, en mi caso, por ejemplo, puede ser Nueva York, tan presente en los documentales y en el cine, tan presente en el arte y en la literatura.
EliminarFranco Battiato, en una canción, dice que Venecia le recuerda instintivamente a Estambul, no he estado en Estambul, pero también es una de esas ciudades que uno tiene muy presentes aun sin conocerlas, y que le gustaría ver alguna vez.
Así es la vida, con infinitas posibilidades entre las que hay que escoger dentro de nuestros límites, y ya se sabe que para muchísimas personas la única posibilidad es intentar no morirse de hambre, así que nosotros estamos en la primera división de la ventura y de la aventura, y dentro de lo que es este mundo, no podemos quejarnos, aunque siempre esa sed de vida parece pedirnos más y más.
Creo que todos tenemos en nuestras biografías esas ensoñaciones, y más las generaciones cuyas fantasías ha alimentado el cine, lo que supone que Cleopatra no era una pintura vista en un libro, o una creación de nuestra mente al leer su historia, sino Liz Taylor en el esplendor de su belleza, por poner un ejemplo, y podíamos enamorarnos de ella con esos amores imposibles y desesperados de la adolescencia y la primera juventud.
La vida está llena de miles de fugaces instantes, algunos tan intensos que se quedan grabados en nuestra pequeña memoria, lo cual nos deja un anhelo de infinito que debía de ser el que arrebataba a los místicos en ese deseo de unión con lo absoluto, a lo que llamaban Dios.
Muchas gracias por tu comentario, Manuel, un fuerte abrazo de vuelta. En cuanto a septiembre, creo que es mi mes favorito, de hecho, siempre cojo algunos días de vacaciones en él.