Lugar común
Cada latido de tu corazón, un calambre electrizante. Tus ojos carbón encienden mi carne. En tus labios, el sabor a tostada quemada de la merienda.
Nos devoran estas llamas que consumen nuestros cuerpos, surgidas del calefactor clandestino que nos presta calor en las noches gélidas de esta residencia de ancianos.
Nos devoran estas llamas que consumen nuestros cuerpos, surgidas del calefactor clandestino que nos presta calor en las noches gélidas de esta residencia de ancianos.
El calor que produce la unión de los cuerpos de estos dos ancianos genera un fuego fatuo. Asi visualizo esas llamas que describe. Buen microrrelato María Jesús.
ResponderEliminarSaludos, desde mi media isla.
Es un fuego que nunca se apaga y más, si se alimenta.
ResponderEliminarBuen micro, Maria Jesús.
Gracias por tu comentario María.
EliminarMi contestación a Beto, ha coincidido en el momento con el tuyo. y ha aparecido en tu casilla.
Besito virtual
Las llamas pueden ser románticas y también surgir del fuego por un aparato eléctrico en mal estado que ellos utilizan para combatir el frío de la residencia
ResponderEliminarSaludos desde allende los mares.
Hola, maría Jesús.
ResponderEliminarEl amor es como el fuego de una chimenea: hay que alimentarlo para que perviva.
Un texto el tuyo muy bien construido, una suerte de trampantojo que sostiene de fábula la tensión narrativa y sale de ese lugar común para volver a encerrarse en él, para estar a su halda. El final es muy sorpresivo, otro gran punto a favor. El amor sin edad es un tema grandísimo. Se valgan los amantes de lo que se valgan.
En definitiva, me encanta tu micro, que no es nada común y que merece mi más muy mayor enhorabuena.
Esto, y un beso grande.
Excelente micro y el amor debe dura hasta viejitos sí. Un final de sorpresa.
ResponderEliminarHola, María Jesús. Por la importancia que le doy a los títulos en en los microrrelatos, el tuyo me parece muy adecuado. Empleas algunas imágenes, puede que tópicas (también lugares comunes), pero muy efectivas en este caso: ojos carbón, calambre electrizante, carne encendida... Y que decir de esos pobre viejos que comparten un lugar, y por lo que parece, común. Además, la lectura de tu texto, puede hacernos reflexionar sobre la tristeza que puede suponer llegar a viejo, para estar solo, o en un lugar en el uno no quisiera, o pasar frío, o no recibir visitas. Bueno, creo que me estoy saliendo de madre. Buena historia. Un abrazo y suerte.
ResponderEliminarAy, qué bonito, MJ. Cuando ya no importa de dónde viene el calorcito, qué hermosa sorpresa es encontrarlo y dejar que fluya con la tranquilidad de saber que lo importante es flotar sin ningún lugar al que llegar.
ResponderEliminar¡Buenas vacaciones!
El fuego de los sentimientos no conoce edades, pero esta vez surge del artificio de un lugar desprovisto de alma. Muy bueno, María Jesús. Un abrazo.
ResponderEliminarAgradezco vuestro punto de vista y comentarios. Creo que no he sabido expresar que en realidad se están quemando vivos por un incendio producido en la residencia por el calefactor en malas condiciones que ellos se ven obligados a utilizar a escondidas para paliar la falta de medios en el reducto dónde viven.
ResponderEliminarSaludos virtualmente veraniegos a todos.
Un micro con multitud de lecturas. Por un lado, escucho un latir apasionado de un amor que no conoce edad; por otro, la clandestina complicidad para sobrevivir al abandono de una edad en que la vida tiembla y, por último, percibo un tufo dramático que se genera de un incendio de ese calefactor que carboniza los cuerpos.
ResponderEliminarUna amalgama de lecturas fundidas con pericia en un relato que nos hace temblar de frío y de calor al mismo tiempo. Enhorabuena, Mª Jesús. Esto y un abracito fresco de verano.
Pensar en el posible resultado de esta trágica secuencia de amor me ha traído a la cabeza la imagen de aquellos cuerpos abrazados que se encontraron bajo el suelo de Pompeya.
ResponderEliminarEstupendo, María Jesús, tanto como su título.
Un abrazo.
Tenían mucho en común: edad avanzada, ver pasar sus últimos días, el mismo frío y la confabulación clandestina de buscar una estufa para los dos. También han compartido final en ese lugar común donde se unieron.
ResponderEliminarBuen relato y buen título, María Jesús
Un abrazo, María Jesús