Reloj
Las horas pasan lentamente para los que, en la estación, esperan al tren que se ha retrasado. A él tampoco le sobra el tiempo y las miradas que le dirigen lo hacen sentir incómodo. Para rehuirlas da un par de vueltas y, cuando nota que nadie lo ve, se para.
Me gustan los relatos originales, en los que se da vida a personajes inanimados, como es el caso. Un relato muy ingenioso sobre el dueño del tiempo y nosotros, sus esclavos.
ResponderEliminarUn saludo.
Pablo
Ha gente que se piensa que los relojes no tienen vida propia o que su tiempo no es suyo. ¡Ahí está la prueba!
ResponderEliminarJejeje! Buen relato, Beto.
Un abrazo.
A nadie le sobra el tiempo, ni siquiera a un reloj, cuya misión es marcarlo. Lo que no sabíamos es que también tenía la facultad de retrasarlo o adelantarlo a voluntad, para darse un respiro. El reloj de una estación sufre la presión constante de cientos de ojos nerviosos, merece un ratito para él.
ResponderEliminarUn relato original, Beto
Un abrazo
Una interpretación correctísima, una explicación que sobrepasa la intención del relato. Muchas Gracias Ángel.
EliminarSaludos.
Estimados Pablo e Isidro, cuando la imaginación se va de vacaciones y uno quiere seguir participando en Cincuenta Palabras, no queda más remedio que poner atención a las historias que nos cuentan los objetos inanimados. Gracias por la generosidad de sus comentarios.
ResponderEliminarSaludos.