Reverendísimo
Fue un tipo que vivió hasta los noventa años y demostró en su vida tres cosas. El desboque (no sólo el sueño) de la razón produce monstruos. El ardor nacionalista puede arrastrar a complicidad con terroristas. Era vasco. Por último, que se puede no creer en Dios y ser obispo.
Muy ciertos los tres conceptos.
ResponderEliminarUn micro para pensar.
Un saludo, Carmelo. Feliz agosto.
María, te agradezco mucho tu comentario, valoración, saludo y buenos deseos.
EliminarTu capacidad de síntesis desplegada y amabilidad son difícilmente superables.
Un abrazo!
Duro, no, durísimo, como el superlativo que le colocas al título, Carmelo. Vaya ajuste de cuentas que cierras con el personaje en cuestión, que ni nombrarlo necesitas, porque más que adivinarlo, se explicita.
ResponderEliminarDaré un rodeo para no meterme en asunto tan peliagudo y en tiempo tan nefasto para este país, que más que cavar zanjas, necesita regar la paz con acuerdos de respeto y calado, devolviendo dignidad y justicia a las víctimas de unas partes y de otras, pues parece el patio político de nuestro espectro un recreo de colegio donde unas partes niegan a la otra lo que piden para ella. Ese es el punto crucial donde coinciden los desencuentros. Y del desencuentro al conflicto, media el interés de los que tienen o quieren tener el poder para ejercerlo como tiranía de la parte dominante sobre la que no lo es. Hace falta voluntad de diálogo, de sentido común, de enfocar un futuro posible en paz y en justicia, para todos. Tal fácil y tan difícil como querer para el otro lo que quiero para mí y los míos.
Me disculparás que no entre en detalles, creo que no es lugar, ni momento; ni que entre en más pormenores de tu relato. La verdad es que golpea por la forma tan directa y acusadora en la que está escrito. Parece un dedo alzado, un dedo metido en el ojo del difunto reverendísimo.
Otras veces, me suenan tus palabras a aire fresco, hoy se suman a la ola de calor.
Carmelo, esto y un abrazo con abanico.
Querido Manuel, lo primero agradecerte desde la primera a la última palabra de tu generoso y armonioso comentario.
ResponderEliminarTe contestaré de nuevo en otro momento (como en una 2ª parte para no alargarme en ésta en exceso y evitar tb. dejar algunas ideas que tocas sin comentarte).
Los muertos me merecen todo el respeto. Sin embargo, el micro toca un mito, nefasto para las víctimas del terrorismo. Y eso se puede soslayar, olvidar, etcétera, o bien afrontar con serenidad. Nadie tiene la verdad y por consiguiente la justicia de sus valoraciones. Aquí se afronta una cuestión tan cruda, humanamente hablando, que incluso cuando acaecían los hechos parecían increíbles, pura ficción. Por supuesto que habrá opiniones opuestas que respeto, faltaría más.
Empiezo por el final de tu excelente comentario, el aire. Amor al aire, frío o caluroso, representa la vida. A las víctimas, con la vida se les quitó el aire y el derecho a ser defendidas por un supuesto representante de la divinidad, ahí es nada. Es por ahí que desea transitar el micro.
Decir, sólo, que del reverendísimo la hermana de una conocida víctima, una entre cientos, dijo algo difícil de rebatir, que era un "corazón de hielo". Etcétera.
Y acabo, por ahora, conectando con el principio de tu comentario. Referido al tema: Sí, durísimo y sí, peliagudo. Pero mucho que decir para no tener que resignarse a callar, más que nada.
Ante todo te agradezco que en esta ocasión no hayas tomado el (legítimo) camino del silencio y que me hayas aportado unas ideas tan lúcidas, sensatas y bien elaboradas como acostumbras siempre.
Respondo a tu calidez con un muy fuerte abrazo!
Espero la segunda parte de tu respuesta, Carmelo. Si no hubiera contado de antemano con la delicadeza y el respeto que tus palabras muestran en tus comentarios, tal vez, no habría abierto estas líneas al hilo del relato, pero esperaba (y compruebo) que tu respuesta sería en el tono amigable que acostumbramos. Verbalizar es un cauce imprescindible para esa paz a la que me refería, verbalizar el dolor, pedir reparación, que se verbalice y se puntualice sobre las injusticias cometidas. Y hablar y comentar los distintos puntos de vista que tienen los asuntos delicados es una manera de contribuir, pienso, a que sea posible andar alguna vez con paso seguro sobre esa senda de paz y concordia a la que me refería.
EliminarNo pretendo debatir, como verás, ni cuestionar tu derecho a escribir como quieras, sólo te transmito como cae ese impacto sobre el lector desprevenido; tampoco pretendo, ni mucho menos, sacar cara por semejante personaje ni por la institución que representa. Pero como dices, optar por el silencio me parecía dejar pasar una oportunidad de que hiciéramos visible que la palabra es un arma cargada de futuro. Espero que de un futuro donde las lágrimas y el dolor, huyan a la vista de los campos de luz que irradia la alegría.
Afuera sigue tendida la cortina de fuego de estos días, pero ahora tus palabras me han hecho respirar mejor.
Con mi aprecio, un fuerte abrazo, Carmelo.
Hola, Carmelo.
EliminarEstoy con María, con la cordura de Manuel y contigo como escritor y ser humano. No he podido resistirme y me he colado antes de esa segunda respuesta tuya a Manuel Bocanegra. Solo apunto una cosita, y es que el terrorismo no es manera de reivindicar derechos, lo que reconocen hasta los propios terroristas deponiendo su actitud. Y otra: todo aquello que produzca víctimas, en la calidad que fuere, no es bueno ni es justo tampoco. Hay que poner en práctica por el poder político el ars boni et aequi: redactar leyes que incorporen ambos conceptos, lo que sea lo bueno y lo que sea lo justo, discutibles y dilucidables mediante el uso de la palabra y la razón: la naturaleza de las cosas.
Entiendo que mi punto de vista peque de simplista y quizá de idealista también, pero no es mi intención cargar de calor el ambiente estival, de suyo calurosísimo, con otro que avive la polémica.
Un abrazo bien fuerte, amigo, y feliz lo que de canícula queda.
Manuel, no esperaba el regalo de esta segunda aportación que se cruza con la mía pendiente, pero necesito contestar a estas últimas palabras tuyas. Ante todo muchas gracias, te has metido conmigo en aguas turbulentas y veo que eres un experto nadador del que no hago más que aprender. Nada que ver con los abundantes nadadores que sobre todo guardan la ropa, que se dice
EliminarComo tú, yo tb. soy de los que apuestan por la palabra y el respeto, la convivencia y la paz. Dicho esto, creo en el poder de la palabra para analizar hechos (por graves que sean o hayan sido) e intercambiar opiniones. Creo en el respeto, fundamental para conversar, convivir... Tanto creo en el respeto que me irrita que los poderes (políticos, religiosos...) se lo salten; no creo en ideologías que estén por encima de la compasión hacia los otros, en particular, desvalidos, las víctimas en este caso. Insisto que de eso quiere ir el micro realmente, si no lo he conseguido lo siento. Respeto con los débiles y seres sufrientes, con los injustamente maltratados. Ser víctima (en el contexto del que hablamos) consagra para siempre - injusta y despiadamente - la condición de debilidad: p. ej., ser viuda, huérfano, amputado, traumatizado...
No era exactamente de esto de lo que te quería hablar, pero me alegro que tu intervención 2ª lo haya propiciado.
Insisto, es un asunto tremendamente duro, con muchas capas de inmundicia humana acumuladas sobre él. No cabe el odio, pero creo que sí la indignación. Una indignación a la que todavía no se le han adjudicado todas las palabras y solidaridad necesarias. Habría que prestárselas. Esto creo.
Yo tb. te mando un abrazo muy fuerte y mis mejores deseos. Eres una persona admirable que me haría feliz que tú lo fueras y mucho.
Hola, Eduardo.
EliminarTu comentario entrañable tiene la virtud de acompañar y reconfortar. Rompe la soledad inevitable de todos los que denuncian por encima de lo "razonable".
No creo que tu posición idealista tenga nada de simplista, al contrario. Estoy contigo en que el idealismo, como todo lo que es importante, hay que saber administrarlo.
Recibe, Eduardo, con mi gratitud un abrazo!
Hola, Carmelo. Esta bien eso de "mojarse", aunque no todo el mundo pueda estar de acuerdo con lo dicho, y aunque sea en un "simple" (para algunos, no para mí) relato de cincuenta palabras, con las que queda claro que se puede decir o sugerir mucho. Pienso que eso ayuda a darle vida a muchos de nuestros textos. En el aspecto personal, yo hice la mili en Ventas de Irún (en el 86) y aunque a esas edades y fuera de casa no sueles prestar atención a ciertas cosas, sí que recuerdo algo del ambiente "enrarecido" y haber sido testigo (lejano) de algaradas, cortes de calles y carreteras, quema de autobuses... en alguna excursión a San Sebastián. Bueno, como tantas veces, no sé muy bien a que viene esto, pero son las sensaciones que me ha transmitido la lectura de tu valiente texto. suerte y un saludo.
ResponderEliminarHola, Jesús. Tu comentario acompaña y tus buenos deseos conmigo son impagables. Muchas gracias.
EliminarEn mi opinión, si alguien tuviera la razón última en sus manos, sería aborrecible (jeje), pues nos haría callar a los demás.¿Para qué seguir opinando si el fenómeno ya ha hablado?
Un cordial saludo y feliz verano!
Hola, Manuel.
EliminarLo prometido (la 2ª parte de la que hablábamos) es deuda. A ver si soy capaz de resumir lo que me quedaba pendiente por comentarte sobre el personaje del micro.
- Fue alguien que durante muchos años, pese a su cargo, NO SIRVIÓ a las víctimas del horroroso terrorismo que a él, curiosamente, no le amenazaba. Lejano, ambiguo, no empático, frío, muy frío, con ellas. Y era su obispo!!!
- Además, SE SIRVIÓ del poder en sus manos, inmenso sobre todo para los muy creyentes, con el objetivo ideológico de apoyar un nacionalismo esencialista y exacerbado. Condenó el terrorismo, sí, pero al tiempo que simpatizaba y apoyaba, no sólo como ideólogo afín, a los victimarios terroristas.
- Respecto a lo que se espera por parte de algunos de las víctimas, decir que a mi juicio es excesivo e injusto cargar a sus espaldas la obligación de: no vengarse, perdonar, olvidar, contribuir activamente a lo que se da (?) en llamar paz...
- La solidaridad y comprensión, la compasión que las víctimas no recibieron en su día, es una deuda que la sociedad tiene pendiente con ellas. Además de que toda la sociedad (no nacionalista principalmente) fue sistemáticamente aterrorizada, despreciada, degradada moral y socialmente...
En fin, dejémoslo aquí.
Gracias por tu atención, Manuel. Espero no darte más la murga sobre este penosísimo asunto y mucho menos tener que hablar del (triste) tipo que protagoniza el desasosegante micro.
Un fuerte abrazo!
Gracias, Carmelo, por tu segunda respuesta también. Por supuesto, no me resulta molesto en ninguna manera ni tu texto ni tus respuestas. Si el contexto fuera otro no me importaría seguir intercambiando pareceres, acercándonos al meollo de la cuestión para sentirlo o alejándonos para poder tener perspectiva y obtener serenidad de análisis y, quién sabe, propuestas que articular. Pero no es el lugar. Creo que este pequeño intercambio entre nosotros y las opiniones de los demás compañeros, es un aporte, aunque a pequeña escala, a la causa justa de las víctimas, quede patente aquí nuestro apoyo sin reservas. Abrir espacios para su recuerdo y dignificación, como la exposición "Luces de la Memoria" que desde febrero a abril estuvo abierta en el centro cultural Koldo Mitxelena de Donostia/San Sebastián, curiosamente, situado justo a la espalda del Buen Pastor, el templo desde el que el personaje de tu relato exhibía su ambiguo perfil de hombre de Dios, tienen que servir para cimentar ese nuevo camino.
EliminarPuede que de verdad algo esté cambiando, que la Paz tenga ahora oportunidad de arraigar en este país.
Si te parece, aquí lo dejamos, Carmelo.Un placer conversar contigo que espero poder seguir manteniendo mucho tiempo. Muchas gracias por tus atenciones y respuestas. Un fuerte abrazo.
Sí, Manuel, lo dejamos. No sin antes agradecerte de corazón unas aportaciones tuyas que nadie podría imaginar que pudieran ser tan constructivas y generosas. Como te dije en otra ocasión, y ahora me ratifico, eres una persona extraordinaria que todo lo que toca lo embellece. De nuevo, pues, muchas gracias!
ResponderEliminarFinalmente, añadir de mi parte una puntualización. El foco de atención del micro indirectamente y de mis comentarios más directamente van dirigidos a intentar entender y atender a las víctimas (muchísimas y muy golpeadas).
Otros objetivos asociados al asunto, como el contribuir a la convivencia y la Paz, a la que aludes, los valoro mucho, pero no han sido aquí objeto de atención de mi parte, como digo.
Solidaridad, denuncia e indignación. Sí, creo en la necesidad de la indignación de los que ponen los puntos sobre las íes, expresada sin remilgos (ni siquiera podían ejercerla las víctimas, nadie entre los aterrorizados). Eso es algo legítimo y que en cierto modo puede arrinconar por un momento la serenidad. En mi opinión no pasa nada con que las voces críticas sean tan firmes como requiera la situación, e incluso que chirríen convenientemente tratándose de un drama como el de este caso. O sea, reivindico tb. la indignación y la crítica tan dura como sea preciso. Y es preciso. En fin.
Un fuerte abrazo, Manuel!
Los que conocimos al santo no lo mandaríamos al cielo, los que tuvimos la desgracia de sufrir su ideales no le mandariamos al infierno, estaria demasiado bien allí, Los que sabemos como se llama, nos alegramos de que haya dejado de llamarse y de que hayan dejado de llamarle..
ResponderEliminarlos que tenemos la suerte de leer este micro te agradecemos tu valentía al publicarlo y te decimos que es muy buena tu forma de escibir.
Muchas gracias, José María!
EliminarMe siento acompañado y halagado por tus más que generosas palabras.
Un cordial saludo!
Para empezar diré aquello tan manido de que el hábito no hace al monje, y esto sirve no sólo para aplicárselo a los monjes, sino a cualquiera que milite o haga profesión de fe de lo que quiera y, por ir a los Evangelios, ya que estamos hablando de un obispo, habría que remitirse a la frase de Cristo de por sus obras los conoceréis.
ResponderEliminarStefan Zweig tiene un libro titulado Castellio contra Calvino, en el que contrapone la figura del primero, mucho más moderada, a la del segundo, un fanático que tiene en su conciencia, entre otros muchos crímenes, el de haber condenado a muerte a nuestro Miguel Servet.
Hay una frase de Castellio que creo que puede aplicarse perfectamente al terrorismo vasco: “Matar a un hombre no es defender una doctrina, es matar a un hombre”. Donde dice doctrina póngase patria, ideología o cualquier otro delirio sanguinario que se quiera, sea político o religioso, o ambos a la vez.
Hay un episodio de la vida de Camus que también creo que tiene un paralelismo con el del terrorismo vasco, fue cuando un estudiante argelino le dijo al autor de La peste, que le parecía incomprensible que no apoyase la independencia de Argelia, incluso poniendo bombas y torturando si era necesario, a lo que Camus le respondió que en esos mismos momentos se estaban poniendo bombas en los tranvías de Argel, y que su madre solía coger esos tranvías; por tanto, si la elección era entre esa clase de justicia y su madre, él elegía a su madre.
Creo que ese es un fenómeno que se repite a lo largo de la historia, el de quienes, con razón o sin ella, creen sufrir graves injusticias, o quieren cambiar la sociedad de arriba a abajo, y disponen de las vidas y haciendas de cualquiera, pues todo debe sacrificarse a ese bien superior que llegará en el futuro y que, la historia demuestra, nunca llega, pero lo que consiguen tales fanáticos con el corazón de hielo es dejar tras de sí sangre, desolación, lágrimas y muchos muertos, este tema lo ha tratado en sus novelas Milan Kundera, burlándose de ese futuro maravilloso que prometía el comunismo.
Trabajé unos años en San Sebastián, en concreto, en la época más virulenta de ETA, y algo sé del tema, es más, si decidí marcharme fue porque ese goteo continuo de muertes me estaba pudriendo por dentro, pues San Sebastián es una de las ciudades más hermosas de España, y me causaba perplejidad ver cómo, en poco tiempo, pasaba de ser un paraíso a ser un infierno.
En cuanto al personaje de tu microcuento, no lo conozco tan bien como para hacer una crítica profunda de él, pero esa frialdad que le atribuyes, esa falta de compasión, más escandalosa en un verdadero cristiano, se hacía sentir en algunas de las declaraciones y opiniones que recuerdo de él.
Enhorabuena por este microcuento, Carmelo, duro pero necesario. Un abrazo y que tengas un buen verano.
Hola, Enrique. Supongo que no se podía invitar a nadie a que cerrara estos comentarios con la brillantez y sentido ético y humano con que tú lo haces. Enhorabuena! Y, claro, muchísimas gracias.
EliminarEn efecto, por sus obras los conoceréis. Condenar condenaba el terrorismo (¿con la boca pequeña?, no lo sé; somos contradictorios), sí que sé que esa era su OBLIGACIÓN como obispo. Ahora bien, apoyar, respaldar, incluso guiar ideológicamente, lo hizo a manos llenas por DEVOCIÓN, no paró de hacerlo y sin demasiados tapujos. Tenía el poder que tenía y el respaldo doble: del poder institucional nacionalista y el más difícil de calibrar del propio tinglado en torno al terrorismo.
Sus obras fueron, más que nada, sus devociones. Como obispo era sustituible, como lo otro, único y "necesario" para la causa. Con decir que a la propia Iglesia le costó apartarle del cargo...
La frase que citas de Castellio es muy probable que él no la quisiera entender. Capacidad mental tenía, pero el ideólogo...
Las citas que haces de Kundera y en particular la bellísima de Camus, me parecen extraordinarias. Demuestran que la literatura puede alimentar la capacidad de pensar del lector y hacerle mejor persona. ¿De no ser así, se justificaría tanto juego de palabras? En buena medida no, en mi opinión.
Me has dejado impresionado, Enrique, por la penetración de tu comentario y tengo la sensación de que a otros/as compañer@s les haya pasado algo parecido. Así pues, te lo agradecemos mucho, mucho.
Y, sobre todo, un fuerte abrazo!
Carmelo, nos cuentas en cincuenta palabras las tres cosas que resumen noventa años de una persona sinsentido. Alguien, bajo mi punto de vista, tan ruin que nunca defendió a las verdaderas victimas inocentes, tanto las muertas como las aterrorizadas en vida, que se escudó tras una sotana manchada de falso idealismo, que no parecía promulgar eso que se dice en las misas de “La paz sea contigo” porque nunca puede haber paz mientras haya miedo a que te maten.
ResponderEliminarPara colmo, alguien que fue enterrado en una catedral y se le hizo un funeral con todo el boato del que es capaz de hacer la iglesia más rancia. En fin, un ejemplo de uno de los mayores hipócritas de la tan dura y reciente historia de una tierra, por otra parte, bellísima y llena de buena gente.
Saludos.
Pablo
Bien, muy bien, el colofón lo pone Pablo. Enrique y Pablo, al alimón, de los que muy poco o nada hay que decir a quienes nos acercamos a este espacio literario ("Cincuenta palabras") y a otros. Gigantes.
EliminarPablo, al (triste) tipo del micro le dedicas, si cuento bien, cinco calificativos certeros. Certeros y bien merecidos.
No es en tu caso un dedo acusador, son cinco que forma una mano abierta que dice, tanto a su memoria como, sobre todo, a los que siguen su moralmente pútrida senda que basta. Basta!
Así que no tengo, Pablo, palabras para agradecerte como te mereces, por la autoridad y humanidad de tus palabras, el brillante comentario que nos has regalado a quienes participamos por aquí.
Y un muy fuerte abrazo!