A flote
El eunuco Dong pululaba con rapidez por las estancias del palacio. Quería expresar a toda la corte su enérgica protesta por la calidad de las sedas recién adquiridas, absolutamente inadecuadas según su criterio. No se percató del griterío ni de los disparos, aunque, tras la revuelta, fue el único superviviente.
Estaba en el sitio correcto en el momento adecuado.
ResponderEliminarCada uno tiene sus prioridades y a Dong, le salvó la suya.
Saludos, Jerónimo.
Muchas gracias por tu comentario. Disculpa la demora. Un fuerte abrazo
EliminarBueno, o más bien salir a tiempo sin haberse dado cuenta. Muy bueno, Jerónimo.
ResponderEliminarMuchas gracias Manuel. Me alegra mucho que te haya gustado. Un abrazo
EliminarA veces,los despistados encuentran su pista.Un abrazo.
ResponderEliminarGracias por tu comentario. A veces la sorpresa esta donde menos esperamos. Abrazo
EliminarTu relato plantea el debate eterno, sobre si el destino es algo que edificamos según nuestra voluntad y a nuestra medida, o, por el contrario, todo depende de un simple detalle involuntario, del azar que es quien nos elige y maneja para según qué. Las inquietudes estéticas salvaron al protagonista, aunque bien pudiera haber sucedido lo contrario.
ResponderEliminarBuena historia, Jero.
Un abrazo
Muchas gracias Angel por tus sabios comentarios. Disculpa mi tardanza. Un abrazo
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